No me gusta el cariz que está tomando la actualidad futbolística del Málaga en este mercadeo de invierno. No me gusta que vendan a Monreal, el mejor lateral que tenemos, en mi opinión el mejor lateral izquierdo de España y posiblemente de Europa (yo al menos no he visto otro mejor). No me gusta que vendan a jugadores en propiedad y traigan jugadores cedidos. No me gusta que todo se haga a última hora, como con prisas, improvisando. No me gusta que se vaya el, hasta el momento, único internacional absoluto español que tenemos en la plantilla, y que en su lugar, sustituyéndolo, nos traigan a una promesa portuguesa o chilena. Lo siento, no me gusta.
Tampoco me gusta que se vaya Buonanotte justo cuando parecía que se había adaptado por fin a la Liga española, ahora precisamente que daba la sensación de que estaba en su mejor momento. No me gusta.
Pero sin duda, de entre todo lo que no me gusta, lo que más me fastidia es esta decepcionante sensación de que este proyecto, este ilusionante proyecto, esta temporada de Champions League, estos olés de los fines de semana, este saber hacer de Don Manuel Pellegrini, este estilo de juego, este continuo estado de euforia en la ciudad, este orgullo malagueño, todo el conjunto de cosas que ha conseguido convertir en realidad nuestros sueños deportivos, lastimosamente, se está viniendo abajo como un castillo de naipes.
Aunque pensándolo bien, lo peor quizás es que me lo temía. Casi podría decir que lo estaba esperando. Una pena.
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