La entrada de hoy es una de esas entradas que uno escribe porque sí, porque en realidad no tiene mucho sentido, ya que ¿quién no ha probado alguna vez una Heineken? Ya, ya sé que hay muchas personas -bueno no tantas- que no toman nunca una cerveza, pero ese reducido y peculiar grupo no cuenta porque como no toman cervezas estas entradas las saltan ya que lo que se dice en ellas les importa un pimiento. Lo entiendo, es lógico, entre otras cosas porque la entrada tampoco va dirigida a ellos. Estas entradas son para los amantes de las cervezas.
La Heineken es probablemente la cerveza de importación que más he bebido en mi vida. En realidad la palabra importación creo que está mal utilizada, quizás debería decir cerveza no española. Es igual. El asunto es que la he bebido mucho, tanto que casi podría acertar la marca en una degustación con los ojos tapados. Pero reconozco que nunca hice la prueba y puede que quizás exagere.
En cualquier caso es una cerveza que ha descansado muchas veces en mi frigorífico (aunque nunca mucho tiempo) y no sabría explicar bien la razón pero confieso que es una cerveza que me gusta mucho para acompañar a una comida italiana. Cuando voy a una pizzería suelo pedir una cerveza italiana si tienen, y si no, una Heineken. Así de caprichoso soy yo.
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