Anoche, justo después de ver el partido del Málaga (para los despistados les diré que el Málaga ganó a domicilio por 2 a 3 al Mallorca) y comprobar que el Málaga CF, varias semanas después, había vuelto a ocupar puestos Champions, lo cual no es definitivo, lo sé, pero sí indicativo de que se están haciendo las cosas bien, al menos en lo que a la plantilla y al cuerpo técnico se refiere, y también que durante esta semana no dependemos de terceros equipos, decidí pulsar el canal número 3 del Canal Plus, que es ese canal que va con media hora de retraso con respecto a lo que se emite en el canal primero, de manera que pude ver la última media hora del Athletic de Bilbao - Atletic de Madrid. En cuanto terminó dicho partido le dije a mi mujer, que estaba a mi lado, si quería que pusiese algún canal y en ese justo momento la tele se apagó, en escasos dos o tres segundos se volvió a encender, para instantes después apagarse y en un momento volver a encenderse de nuevo. Lo primero que pensé es que me había sentado sobre el mando o algo por el estilo, pero el mando estaba descansando establemente sobre la mesa. No entendí nada hasta que finalmente en una especie de bufido eléctrico la tele se suicidó. Puf. Sayonara baby.

Como no hay mal que por bien no venga, ya le tengo echado el ojo a lo que ahora llaman una televisión de última generación, o sea, una Smart TV, que son unas televisiones que tienen conexión HDMI, sea lo que sea que signifique, medidas de modelo, estilizado diseño, posibilidad de acceso a Internet, tropecientos hercios, alta definición y que según me aseguran podrá introducirme en nuevo universo de entretenimiento y mucho más, que digo yo que hay que tener mucha imaginación solamente para sospechar qué puede ser eso de "mucho más". Vamos que estoy temiendo el libraco de instrucciones de uso que debe traer.
En fin, que a rey muerto, rey puesto.
PD: Ah, me dicen que sería conveniente que me comprase unas gafas para poder ver, por ejemplo, a Scarlet Johansson en 3D. ¿Cuánto ha dicho que valen las gafas?
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