
La historia es simple pero es extraordinariamente atractiva y adictiva. Posee ese enternecedor encanto que desprenden las cosas bien hechas y mejor elaboradas. El cuidado tamiz que utiliza el autor austriaco a la hora de describir los sentimientos íntimos es completamente efectivo y acertado.
La narración abarca un pequeño y trascendental período de tiempo de las vidas de los dos principales personajes: un pintor en la plenitud de su dotes profesionales que recibe el arriesgado encargo de pintar un cuadro de La Virgen con el Niño, para acompañar en un retablo a otro de increíble belleza, y el de una bella e inocente joven judía en la que el pintor imagina a la modelo perfecta para el cuadro que desea pintar. Y como no me gusta destripar libros, no voy a seguir contando nada más.
Pero sí puedo asegurarles que es un libro redondo, precioso y tiernamente sentimental.
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