Hoy es un día triste para los amantes de la literatura en general y también para el que dirige y maneja este blog en particular, pues desde el día de ayer este mundo quedó huérfano de un magnífico escritor. Ayer en su amada Lisboa falleció a los 68 años uno de los más destacados autores italianos de su generación: Antonio Tabucchi. Ha publicado más de una quincena de novelas y unas pocas obras de teatro, pero será recordado siempre por su obra más universal: Sostiene Pereira.
No soy el más indicado para hablar de la obra de Tabucchi pues no he leído mucho de él, tan solamente un par de sus libros, Sostiene Pereira y Nocturno Hindú, de los que ya hablé en su día en este blog. Ambos me parecieron excelentes textos, especialmente el primero. Además guardo entre las estanterías de mi biblioteca otros tres libros suyos esperando su momento.
Hace un par de veranos paseé por las calles de Lisboa tras la sombra de Mastroianni en la melancólica piel de Pereira, que paseaba, a su vez, cuesta arriba y cuesta abajo, detrás de los lentos y cansados pasos de Pessoa, que fue, al mismo tiempo, los que fielmente siguió Tabucchi hasta impregnarse de la saudade y del desasosiego de Pessoa. Y de esta manera tan peculiar y literaria descubrí encantadores rincones de la capital lusa.
Supongo que el mejor cumplido que puedo escribir de Tabucchi es que al leer a Tabucchi uno lee un poco también a Pessoa, pero sobre todo uno lee ante la satisfacción de saberse leyendo a un gran escritor. Un escritor en la piel de otro, en el corazón de otro.
Supongo que el mejor cumplido que puedo escribir de Tabucchi es que al leer a Tabucchi uno lee un poco también a Pessoa, pero sobre todo uno lee ante la satisfacción de saberse leyendo a un gran escritor. Un escritor en la piel de otro, en el corazón de otro.
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