martes, 20 de agosto de 2024

Oporto

Decidimos dejar un día entero para visitar Oporto, sin salir, ni coger coches ni salir a carretera. Nada, todo dentro la ciudad. La idea era patear la ciudad y disfrutar de sus calles, de su gastronomía, de su idiosincrasia. Así que lo primero que hicimos fue madrugar, para aprovechar las primeras horas del día que son más frescas. Desayunamos en el buffet del hotel, que teníamos incluido en el precio de la habitación, y sacamos los tickets del metro y tiramos sin entretenernos para el centro, pues la primera parada era ir una de las atracciones turísticas más visitadas de la ciudad: la Livraría Lello. Así lo hicimos. No sirvió de mucho salvo que estábamos pronto en el centro. No se podía entrar a la librería sin haber comprado por Internet el ticket con antelación. No se vendía en la tienda. Y cada persona tenía que sacar su billete individualmente y a una hora precisa. En la misma puerta saqué los tickets para los cuatro con el móvil. Ocho euros por persona cuesta acceder a la librería. No es cosa baladí, aunque luego si te compras un libro, te descuentan el precio de la entrada en el libro. Según mi mujer, esto es un claro ejemplo de lo que ella suele llamar una auténtica mina de oro. 

Como la cita la cogimos por la tarde, pues tampoco era un gran problema salvo que tuvimos que invertir el orden de las visitas. Nos dirigimos hacia la siguiente parada prevista, la Igreja do Carmo, que es una iglesia barroca con azulejos en un lado y de camino visitamos la Praça de gomes Teixeira, donde está el rectorado de la Universidade do Porto y una fuente del siglo XIX de estilo romano, llamada la Fonte dos Leoes.

La Igreja do Carmo estaba cerrada, pero junto a ella, a escasos metros está la Igreja dos Carmelitas, que aunque es sólo una nave, con capillas laterales ostenta un interior de barroco juanino que realmente yo no sabría diferenciarlo del rococó.  Rodeamos el majestuoso edificio del rectorado y os dirigimos hacia la Igreja dos Clérigos con su campanario histórico del barroco, desde donde, según se afirma, se tienen las mejores vistas panorámicas de la ciudad. No sabría yo decir si es cierto o no, pero buenas tienen que ser porque altura tiene. Delante de la Torre dos Clérigos se encuentran varios edificios adosados, cada uno con la fachada de un color distinto, que es una de las estampas típicas de la ciudad de Oporto. La Rua da Assunçao junto a la Iglesia, tiene una cuesta con bastante inclinación y el tranvía ascendiendo lentamente es una de las vistas más costumbristas que puede uno recordar de Oporto.

Continuamos nuestro descenso hasta la Praça da Liberdade, y subimos junto a la Igreja de Santo António dos Congregados para asomarnos a un McDonald's, sí, y han leído bien. No es que tuviéramos apetito ni nada de eso, es que para muchos éste es el local de la famosa cadena de comida rápida más bello del mundo. Se llamaba McDonald's Imperial porque antiguamente el edificio de los años 30 que ocupa era el famoso Café Imperial. La verdad es que sí que es bonito.

Continuamos por la Avenida dos Aliados hasta un enorme letrero de color azul que da nombre a la ciudad. Es una moda ahora en casi todas las ciudades colocar en un sitio turístico un letrero con el nombre de la ciudad. Creo que la primera vez que lo vimos, fue en Amsterdam hace ya muchos años. Para hacernos la foto junto a las letras de Oporto tuvimos que guardar una cola. Allí, en la Praça General Humberto Delgado, delante de la Cámara Municipal de Porto, con su torre del reloj, comenzaba la visita guiada por Oporto. Como llegamos antes de tiempo, paramos a tomar un café en el Café Aliança, a escasos pasos del lugar donde diera inicio minutos después el Free Tour.

La visita comenzó, como suele ocurrir, con una introducción histórica, y seguidamente el guía nos llevó a pasar por delante de la Librería Lello, donde explicó un poco de por qué tanta fama y nos llevó por una animada calle famosa por su vida nocturna, Rua da Galeria de París, que, todo hay que decirlo, a esa hora de la mañana estaba durmiendo la mona.

La siguiente parada fue el Palacio de Justicia con sus influencias arquitectónicas soviéticas con columnas cuadradas y con su particular estatua de la justicia, en la que la justicia está representada sin venda en los ojos, con una espada en una mano y en la otra una balanza sujetándola sin ánimo a usarla. Así que ojo. No muy lejos de allí el guía nos llevó al Miradouro da Vitória, que ostenta vistas a la ciudad y al río Duero y al Ponte Luis I, desde lo alto de la ciudad. Tras dejarnos un tiempo para hacernos las correspondientes fotografías continuamos nuestro descubrimiento de la ciudad hacia la estación de tren Sao Bento,  del siglo XIX con azulejos en su interior. Una verdadera atracción turística. Estaba de bote en bote, pero mereció la pena.

Uno de los monumentos más visitados de Oporto es la Catedral de Oporto, una catedral monumental del siglo XII, primero de estilo románico del que conserva la fachada con las torres y el rosetón, además de las tres naves del cuerpo. La capilla interior y los claustros, que se construyeron siglos más tarde y que no entramos a visitar, son góticos y una fachada lateral y algunas cúpulas son de estilo barroco. La picota más grande de Oporto se encuentra justo delante de la catedral, y los ganchos donde se colgaron a criminales todavía están allí, para recordar al pueblo que había castigos. La función disuasoria la cumplía perfectamente. Las ejecuciones públicas o los escarnios a latigazos no es algo sólo portugués, ni mucho menos. Inglaterra, Francia, Italia, Alemania o España también tenían sus propios maneras advertir que se condenaban las penas. Definitivamente eran otros tiempos, donde la muerte era algo más cotidiano. Aquí acabó el free tour. Nos despedimos, entregamos al guía nuestra voluntad que estiramos todo lo que nuestra economía nos permite y bajamos unos metros para tener otra perspectiva de la ciudad, esta vez desde el Miradouro da Rua das Aldas.

Decidimos buscar un sitio donde sentarnos, comer algo y realizar una parada en el baño. El día antes vimos un restaurante, en la Rua dos Clérigos, que se llamaba O Forno dos Clérigos, que parecía un restaurante bastante turístico, que es algo de lo que la mayoría de las veces solemos huir, pero necesitábamos algo que sirvieran con rapidez ya que seguidamente teníamos la visita a la librería Lello. Y como pillaba de camino, pues ahí nos detuvimos. Pepi y yo compartimos una fransesinha y como no tenía que conducir ese día me tomé una buena Super Bock. Como postre cruzamos la calle y frente por frente estaba Manteigaria, una Fábrica de Pastéis de Nata y pedimos uno para cada uno.  Aparte me pedí una copa de vinho do Porto. ¡Había que probarlo!

La Livraria Lello estaba abarrotada como era de esperar, pero al menos no tuvimos que esperar mucho pues teníamos las entradas con nuestro horario seleccionado. La verdad es que es preciosa y que merece la pena visitarla. Es ya más un museo o una atracción que una librería. La escalera que une las dos plantas es una fantasía. Una obra mayúscula de carpintería y marquetería. Merece la pena visitarla, pero estaba abarrotada. Yo en estas condiciones no creo que vuelva. Había más gente de la aconsejableç y casi no podías pasear por ella, y el aire acondicionado no daba a basto y lo cierto es que hacía bastante calor. Pepi incluso llegó a agobiarse a ratos así que salimos, aunque por aprovechar el dinero de la entrada compramos un par de libros.

Decidimos que era un buen momento para bajar a la ribera y coger uno de esos barcos que da una vuelta por el Río Duero, y que te pasea por debajo de los puentes desde donde obtener un punto de vista distinto de la ciudad. Así lo hicimos, pero antes nos acercamos a un supermercado donde comprar algo de agua pues estábamos sedientos. 

De entre los distintos barcos que te ofrecen viajes por el Duero elegimos uno que tenía un descuento que nos había dado el guía del free tour, hicimos un poco de cola hasta que finalmente embarcamos. Pudimos tener una perspectiva distinta de los distintos puentes: el Ponte Luis I, luego Ponte Infante Dom Henrique, Ponte María Pia, Ponte de Sao Joao y finalmente el Ponte do Freixo, que fue por donde nosotros entramos a la ciudad portuense en el día anterior. Las vistas de la vuelta fueron estupendas.

El paseo relajante del barco, con el frescor del río nos sirvió de reconstituyente. Desembarcamos en el mismo sitio que nos montamos y continuamos paseando relajadamente la ribera hasta el Ponte Luis I y cruzamos el duero por la parte peatonal inferior del puente, junto a la carretera. La idea era poder ver el atardecer desde el otro lado del río. Las vistas del atardecer desde el sur del Duero son simplemente extraordinarias. Oporto bien podría llamarse la ciudad de los atardeceres. El sol bajando detrás de la ciudad, derramando sobre los tejados una luz tenuemente anaranjada es una visión inigualable. Cuando la tarde perdía terreno frente a la noche paseamos junto a los barcos rabelos por el margen del río que se conoce como Vila Nova de Gaia, donde están la mayoría de las bodegas de vinos de Oporto, y también hay muchísimos restaurantes.

Decidimos cenar en la terraza de uno de los restaurantes de la ribera, la Taberninha do Manel. La temperatura era estupenda. Sofía, Miguel y Pepi se pidieron pasta, yo me decanté -¿cómo no?- por un bacalao com natas, que vi servido en una mesa cercana y que era de aspecto distinto al que me había tomado anteriormente, pues parecía que lo acababan gratinado. Lo regué con una buena cerveza bien fresca que me sentó estupendamente. Muy rico todo.

Era noche cerrada cuando acabamos de cenar. Dimos un último paseo por la ribera con la vista nocturna de las luces de la ciudad reflejadas en el Duero. Una estampa preciosa. El Palacio Episcopal presidiendo iluminado el difuso perfil de la ciudad. Nos dirigimos hacia el puente Luis I, donde había una parada de taxis y cogimos uno que nos llevara de vuelta al hotel. 


lunes, 19 de agosto de 2024

Coimbra - Aveiro - Oporto

A pesar de que en el centro de Coimbra no faltaban sitios para desayunar, habíamos reservado un hotel con desayuno incluido, más que nada por eso de la comodidad de bajar y desayunar y no tener que perder tiempo en comenzar nuestro descubrimiento de la ciudad.

El día lo teníamos de nuevo cargado de actividades y la primera, justo después de desayunar, era una visita guiada, un free tour, que partía desde el acueducto de San Sebastián. Así que para no volver a recorrer el mismo tramo de la tarde anterior decidimos hacer un recorrido distinto y cortamos por unas escaleras, Escadas do Quinchorro, que aunque había leído que eran muy empinada y con altura desiguales, lo cierto es que te llevan rápidamente a la zona alta, sin rodeos, pero eso sí, con un gran esfuerzo. Así lo hicimos. 

Una vez arriba, y recuperado el resuello hay unas vistas estupendas sobre el río Mondego. Al menos el descanso es entretenido. Tras continuar una corta y suave ascensión llegas a otro tramo de escaleras, Beco da Pedreira, más corto, pero que te deja justo junto a la Biblioteca, pero debajo de otra escalinata, la Escada de Minerva, que da acceso ya directo a la Universidade de Coimbra. Que si eres estudiante y has subido todas estas escaleras, al llegar arriba estoy seguro que los alumnos estaban deseando sentarse  un rato a atender en clase. Ciertamente habíamos acortado muchísimos metros y tiempo, pero nuestro esfuerzo nos costó.

A esa hora la plaza presidida por la estatua del Rei Dom Joao III, estaba casi para nosotros. Las visitas guiadas aún no habían llegado, los turistas estaban de camino, y sólo estábamos cuatro madrugadores despistados un miércoles de agosto. Yo disfruté tener una plaza tan emblemática sólo para nosotros. Dimos un relajado paseo por ella y nos hicimos unas fotos de rigor casi desde cualquier ángulo y tras rodear la plaza completamente, y tras contemplar detenidamente  cada fachada de la plaza, la abandonamos por la Porta Férrea y nos dirigimos hacia el acueducto.

Como íbamos con tiempo antes del free tour nos dio tiempo a visitar brevemente el Jardín Botánico. Precioso. Pensé que si yo viviera en Coimbra, sería uno de mis lugares favoritos. Puedes pasar la mañana disfrutando de las diferentes especies que allí se encuentran. Vi los nenúfares más grandes que jamás contemplé y según leí contenía cerca de un millón de especímenes originarios de todo el mundo. Una maravilla. ¡Y qué fuentes! Había un buen montón de bancos de piedra en sombra donde llegaba el murmullo de una fuente cercana. Qué ganas de sentarse a refrescarse leyendo un libro.

Comenzó la visita y tras una breve introducción histórica volvimos a ver lo mismo prácticamente que habíamos visto en la tarde anterior pero ahora asimilando desde un conocimiento histórico lo que teníamos ante nuestros ojos y, lo más importante, nos señalaban detalles que por nosotros mismos no observamos en nuestro caminar primerizo.

Accedimos por la Escada Monumentais da Universidade, y desde ahí la guía fue explicándonos las estatuas, monumentos y las fachadas en un recorrido muy ameno. La fachada del Palacio Real, y por supuesto la Biblioteca Joanina a la que no accedimos. Dicen que siempre hay que dejarse algo importante para la siguiente vez que se visite la ciudad. Eso fue lo que nos dejamos pendiente de Coimbra. En el descenso nos acercó a ver la Torre de Anto, que según contó antiguamente formó parte de la muralla de la ciudad, y que allí vivió un poeta famoso portugués llamado Antonio Pereira Nobre.

Terminamos la visita en el Largo da Portagem, junto al río Mondego. Le dimos nuestra propina y fuimos a comer algo antes de abandonar Coimbra y continuar nuestro descubrimiento portugués. Nos decidimos en A Cozinha da Maria, un restaurante de comida portuguesa en la Praça do Comércio, donde fue un acierto comer. Todo estuvo estupendo. Yo pedí un Bacalao a la Nata, que estaba muy bueno. Pedí un café porque tras la comida tocaba conducir. Fuimos al hotel, recogimos las maletas y al coche. 

Nuestro siguiente destino de paso era Aveiro, a poco más de una hora y cuarto estábamos aparcando en el Parque dos Remadores Olímpicos, aunque el navegador del coche nos hizo dar unas cuantas vueltas antes de llegar. Aveiro es una pequeña localidad muy turística, con casitas de colores y con fachadas de azulejos, al estilo más típicamente portugués. Cruzamos por el Ponte dos Botiroes, que es un curioso puente peatonal circular y comenzamos a pasear por el centro histórico, donde vimos del Obelisco da Liberdade, la Cámara Municipal (Ayuntamiento), pero sobre todo paseamos por sus calles adoquinadas y contemplamos algunas fachadas de edificios art nouveau.

Por los canales paseaban una típica embarcación tradicional que se llamaban moliceiro, que tenía mucha similitud a las góndolas venecianas, pero estas eran de variados colores. En una pequeña tienda que se anunciaba como de fabricación propia probamos unos Ovos Moles que es un dulce típico de la región. Me recordaron a las yemas de Santa Teresa de Ávila. La tarde era algo ventosa y el olor salino del mar se podía respirar. 

Regresamos al coche y nos dirigimos a Praia da Costa Nova que por lo visto es famoso por la práctica del kitesurf, pues es una zona con fuertes vientos, pero lo que a nosotros nos atraía no era la práctica de dicho deporte sino la curiosa arquitectura de sus casas de fachadas pintadas con franjas de colores vivos y alegres. Miguel y Sofía sí quisieron darse un baño oceánico. Mirar el Atlántico desde Costa Nova es como mirar al infinito. Inmensas olas rompen muchas veces antes de llegar a la orilla, el rugido continuo recuerda a una fiera acechante, casi como fuerza sobrenatural, y lo que hay por delante, en realidad no es otra cosa más natural que el océano Atlántico. Más de cinco mil kilómetros de distancia hasta el continente americano. La inmensidad de lo desconocido. Un viaje de descubrimiento. Dos mundos separados por una naturaleza indómita, salvaje y descomunal.

Esperamos que los niños se secaran, y tras dar un paseo de despedida por delante de las casas típicas de la Costa Nova, nos metimos en el coche y tiramos para nuestro siguiente parada: Oporto. Aproximadamente una hora en coche. Un poco más porque pillamos bastante tráfico a la entrada de la ciudad. Primero a la entrada del Ponte do Freixo, para cruzar el río Duero, y después junto al estadio Do Dragao en nuestro trayecto al hotel, que estaba cerca del Hospital Sao Joao. 

Salimos a cenar algo en un centro comercial que había muy cercano al hotel y decidimos ir a descansar pronto, pues habíamos vivido otra jornada larga e intensa.

domingo, 18 de agosto de 2024

Elvas - Coimbra

Los primeros días de mis vacaciones los dediqué más que nunca para descansar. Me hacía falta. Por las mañanas, con la fresquita algunos días salí a pasear, para mover las piernas y recuperar una mínima parte de la forma perdida, o quizás debería decir enterrada, o incinerada. Por las tarde algunos días hemos ido a la playa y allí he aprovechado para leer bajo la sombrilla. Otras tardes nos hemos quedado en casa, donde el aire acondicionado es de obligado cumplimiento. Por las noches ha sido más variado.

Los días que volvíamos tarde de la playa, pues ducha y cena ligera. Ver una peli en la televisión y si acaso una horchata para aliviar los calores. Los días que no fuimos a la playa, pues con la fresca de la noche salimos a pìcar algo, poca cosa, y si acaso un helado, que la economía no está muy rumbosa.

Y así fuimos pasando los primeros días de las vacaciones familiares hasta que el martes 13 de agosto madrugamos  para comenzar nuestro viaje veraniego. En este año no había vuelos que coger. Decidimos que íbamos a hacer kilómetros pero en carretera. Me tocaba conducir. Como estaba esperando que me llamaran para una operación no quise arriesgarme a que coincidiera y pudiera estar convaleciente, así que nos decidimos por visitar algunas de las muchas ciudades que nos quedan por conocer de Portugal.

De manera que madrugamos y la primera parada era para desayunar en la Venta El Hacho II, en Lora de Estepa, Sevilla. A unos 115 km de casa. Un sitio recomendable para terminar de despertar y coger algo de energía. Cumplió sobradamente nuestras expectativas. El siguiente tirón serían unos 360 km que ya nos harían salir de Andalucía, cruzar Extremadura, abandonar España y llegar hasta Portugal, exactamente hasta Elvas, en la región del Alentejo, y que alberga fortificaciones declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Lo primero que hicimos fue visitar el Forte de Santa Luzia desde donde disfrutamos de una estupenda panorámica de toda la ciudad amurallada. Es un fuerte de los que ya no quedan, con baluartes, puente levadizo, garitas y hasta la Casa del gobernador. Incluso tiene un túnel excavado bajo tierra que une el castillo con la ciudad. 

Camino del centro de la ciudad nos detuvimos a contemplar el Aqueduto da Amoreira. Cualquier acueducto que veo siempre lo comparo con el de Segovia. Es inevitable. Todos salen perdiendo, evidentemente. Pero el que teníamos ante nuestros ojos no es cualquier cosa. De hecho es el de mayor tamaño de la península ibérica. Quizás los contrafuertes le afean algo. También hay que tener en cuenta que uno es del siglo II y el otro del XVI. 

Aparcamos por el centro, en la Praça 25 de Abril, una plaza intramuros, y comenzamos a pasear. En pocos minutos alcanzamos sin dificultad la Praça da Republica de Elvas, junto al Posto de Turismo y frente a la Igreja de Nossa Senhora da Assunçao, con una bonita aunque asimétrica fachada. En la plaza también se encuentra el Ayuntamiento, allí conocido como Cámara Municipal. Una plaza de dimensiones un tanto extrañas, pero coqueta y agradable. Continuamos nuestra visita hasta la Picota de Elvas. Pararse a pensar que en ese lugar se ajusticiaba públicamente  a los condenados, produce un poco de mala espina. Justo detrás se encuentra el Arco de Santa María.

Como hacer turismo da mucha hambre, comenzamos a buscar entre unos cuantos restaurantes que llevábamos preseleccionados. Finalmente nos decidimos por tomar asiento en el Restaurante Girassol que se publicitaba como un restaurante de sabores tradicionais, donde la verdad es que comimos estupendamente. 

Nada más sentarnos nos pusieron para picar unas aceitunas, una especie de ensaladilla y un queso de oveja que estaba bien rico. De entrada, para compartir, pedimos unas almejas riquísimas y un pulpo a la brasa que estaba espectacular,  continuamos con un  bacalhau dourado y una carne a la portuguesa que nos recomendó el camarero. Todo estaba estupendo. Los postres fueron muy curiosos y distintos. Miguel se pidió un postre que lo conocen como baba de camello; Pepi se pidió un postre que se llama serradura, Sofía no se complicó y pidió una mousse de chocolate y yo me decidí por una tarta portuguesa de almendras. Antes de salir pedí un café porque aún quedaban por delante casi tres horas de carretera.

Nuestro siguiente parada era Coimbra. Aparqué en el parking del hotel y comprobé que había cascado más de 700 km en el día, que si bien no es una barbaridad, tampoco es poca cosa. Hicimos el check in, soltamos las maletas en la habitación y nos fuimos a patear el centro. Nos impresionó la anchura del que pasa por Coimbra, el río Mondego, y desde el puente principal que lo cruza, el Puente de Santa Clara, la sensación de amplitud era aún mayor. Nos dirigíamos hacia Rua Ferreira Borges, pero antes nos detuvimos a curiosear en Comur, una preciosa tienda de latas de conservas, algo que hemos visto varias veces en este viaje y no estamos acostumbrados a ver. Tenía en su interior un mosaico de la biblioteca que era simplemente magnífico.

En una pastelería a la entrada de la calle compramos unos pasteles conocidos como pasteles de Santa Clara que son típicos de la ciudad y nos llamaron la atención. Un tentempié para poder subir cuestas, porque si de algo tiene de sobra Coimbra, son cuestas y escaleras, pero antes bajamos a la Praça do Comercio para acercarnos a ver la fachada de la Igreja de Sao Tiago, en cuya escalinata de entrada estaba actuando una banda de rock. Al otro extremo de la Praça está la Igreja de Sao Bartolomeu con su fachada algo descuidada.

Comenzamos nuestro ascenso por la Porta de Barbaca y cruzamos bajo la Torre de Almedina de época medieval. Continuamos subiendo mientras disfrutábamos de la arquitectura desigual del casco antiguo de Coimbra, hasta llegar al Largo da Sé Velha, donde está ubicada la Catedral Vieja de Coimbra. Una catedral de estilo románico  atípica,  coronada con almenas que le dan un curioso aire de castillo defensivo. La rodeamos pero sin entrar pues ya estaba cerrada. Continuamos nuestro esforzado ascenso hasta la Igreja de Sao Joao de Almedina, junto a la cual hay un claustro porticado de una bella esbeltez que no pudimos visitar, pero que al menos sí pudimos contemplar desde fuera.

No quisimos seguir avanzando más porque la tarde empezaba a sonrojar sobre las tejas envejecidas de las cubiertas. y además, de tanto subir cuestas teníamos ya ganas de parar y también de disfrutar de la gastronomía portuguesa, y, a ser posible, ver anochecer mientras descansábamos nuestras piernas. El día había sido largo e intenso, así que cogimos mesa en una terraza para picar algo, aunque Miguel se pidió una francesinha, que con sólo mirarla ya te has cansado de comer. ¡Qué cosa más pesada! Pan de molde tostado, varios embutidos, carne de cerdo, queso gratinado y encima un huevo, y seguidamente todo bañado en salsa de cerveza. Una bomba alimentaria. Y más para cenar. Pero como tiene 15 años y su estómago es aún un órgano nuevo, pues puede con todo.

Siempre recordaré  esta cena en Coimbra por el lugar, ocupamos una mesa en una terraza maravillosa, con un gran árbol cobijándonos bajo sus amplias y robustas ramas y de fondo había un cantante con su guitarra cantando tristes canciones portuguesas. ¡Me encantó! Luego ya todo fue ir dejándose llevar cuesta abajo. Disfrutando del paseo, y deshaciendo el camino de vuelta al hotel. Ducharnos y encomendarnos a una  recuperación con un sueño profundo.


viernes, 2 de agosto de 2024

Modernidad Latente - Carmen Thyssen

Nada más comenzar agosto llegó a mis oídos que el Museo Carmen Thyssen de Málaga realizaba una apertura nocturna gratuita el primer jueves de agosto, es decir, el primer día de agosto, que coincide con el primer día de mis vacaciones, y pensé que era una estupenda manera de aprovechar para ver la exposición temporal Modernidad Latente que tenía intención de visitar en este mes de descanso. Así lo hicimos. La familia al completo.

La exposición Modernidad latente. Varguandistas y renovadores en la figuración española, incluía obras de un buen número de artistas tan reconocidos como Picasso, Juan Gris, Antonio López o María Blanchard entre otros.

No soy un gran entusiasta de la Modernidad en la pintura. Probablemente porque no estoy preparado y no la entiendo o me falta formación o todas juntas. Aún así, siempre suelo encontrar obras que me parecen soberbias. Entre las más de sesenta obras que se presentaban en la exposición temporal un buen número de ellas me encantaron.

Visitando los museos suelo jugar conmigo mismo a imaginar que si me dieran la posibilidad de llevarme una sola obra a mi casa, sin opción de venderla, quiero decir por el simple hecho de poder colgarlo en mi casa, para no andar condicionado por los supuestos precios que alcanzarían en una supuesta subasta. ¿Cuál te llevarías? Normalmente elijo la obra que más me guste, claro está, pero no basta con eso. Hay que tener en cuenta que vivo en un pequeño piso, donde por ejemplo no tendría espacio para colgar Las Meninas de Diego Velázquez. Así que tengo la gran limitación a tener en cuenta en la que el tamaño es fundamental.

Finalmente me decidí con mucho esfuerzo por un cuadro ubicado en la primera sala. Ventana sobre Portugal de Daniel Vázquez Díaz. El cuadro me pareció simplemente bello, pero no es un cuadro simple, o eso me pareció. El tema principal del cuadro es una naturaleza muerta, pero no tan muerta, ni tan evidente como un bodegón. Una pecera con tres peces en su interior.

La obra fechada entre 1922 -1923 es una reinterpretación cubista con una vuelta de tuerca. Al fondo, en un horizonte enmarcado por una ventana (muy Matisse) se representa un paisaje arquitectónico, de una homogeneidad diversa y escalonada,  realizada con una paleta de colores fríos pero apastelados. No incluye ninguna persona, tan sólo el paisaje de una población sin ventanas que parece estar abandonado. El cielo es azul, y la mesa, donde está apoyada la pecera, es de colores tierra. El marco de la ventana es verde, como las hojas verdes que aparecen en primer plano a la izquierda. Las palmeras del fondo están casi mimetizadas con los colores azules de las viviendas y lo que más sobresale del cuadro son los tres peces de colores, que parecieran estar rindiendo homenaje a los melocotones de Cezanne, con sus colores de pastel anaranjados. Hay que resaltar el atrevimiento del contraste que ofrecen los peces con sus siluetas curvas y la esfera de la pecera en un cuadro con evidentes influencias cubistas. Una maravilla de cuadro.

Bueno, pues como el cuadro mide alrededor de 73 cm por 56 cm , que es un tamaño manejable, procedo a descolgarlo. No se lo digan a nadie.

Pd: Luego pensé que no era tan buena idea ir cargando con el cuadro todo el rato, con el calor que hacía y como pensábamos ir a picar algo -como así fue- pues lo dejé allí.

sábado, 27 de julio de 2024

Sedajazz Latin Ensemble & Sole Giménez

Apenas dos días después de disfrutar del concierto que Diana Krall ofreció en el Starlite de Marbella, tenía en mi agenda otra cita jazzística, aunque esta vez en Alhaurín de la Torre, en lo que viene conociéndose como el Portón del Jazz, ya que se celebra en La Finca El Portón, de Alhaurín de la Torre.

De los cuatro conciertos programados este año para el Festival de Jazz, me decidí a ver el de la formación valenciana Sedajazz Latin Ensemble, que además traían como voz a la reconocida cantante Sole Giménez (ex Presuntos Implicados). El año anterior el nivel del concierto que pude disfrutar fue muy alto, Jazzmeia Horn realizó una demostración vocal pocas veces vistas, pero me fui algo descontento por el comportamiento del público. Varias veces tuvo la cantante que pedir que por favor permanecieran en silencio, y aunque se recondujo la situación hasta el extremo de que ella al final del concierto dio las gracias en un divertido castellano articulando: "Gracias por callarte la boca". 

Pensé que al ser una banda con más músicos, y que les acompañaba una cantante muy respetada y con muchas tablas, igual el comportamiento sería mejor, como finalmente fue.

El concierto comenzó casi con veinte minutos de retraso esperando que finalmente todo el mundo tomara asiento. Comenzaron con un tema corto y alegre, Cubauza, dedicado al músico cubano Mario Bauzá, con arreglos de Mike Philip Mossman. Su siguiente tema fue Keiko Jones, dedicado a la mujer de origen japonés de Elvin Jones, que así se llamaba.

Tras este tema, presentó a la formación: Kontxi Lorente al piano, Abelito Sanabria al baby bass, Tiko Porcar a la batería, Carlos Llidó a las congas y en la sección de vientos, Vicente Marcial con el saxo tenor, Perico Sambeat al saxo alto, Fede Crespo a la trompeta, Paco Soler al trombón y Francisco Blanco al saxo barítono.

Continuaron con una composición de Felip Santandreu titulada El misteri del terrat de la botiga de la Amparo y acabaron con Este también antes de dar paso a la vocalista invitada, Soledad Giménez, que comenzó su interpretación con Vereda tropical, y continuó con el bolero Contigo en la distancia. Especialmente divertida fue la interpretación de El manisero, como especialmente triste son las circunstancias que rodean la canción Nosotros de su autor cubano, Pedro Junco. 

Continuaron el recital tocando una versión adaptada a una big band latina de Cómo hemos cambiado que resultó muy acertada y como despedida nos regalaron una versión de la maravillosa canción Mediterráneo de Joan Manuel Serrat. En el bis, tocada con una sencillez cautivadora, Alma de blues hizo la delicia de todos los asistentes, y cuando parecía que estaba todo acabado, aún aceptó interpretar de nuevo, pues dijo que no tenían más canciones preparadas, y que tendrían que repetir un tema de los ya tocados esa noche.  Tocaron como colofón final Vereda tropical por segunda vez.

jueves, 25 de julio de 2024

Diana Krall de vuelta al Starlite

Regresaba Diana Krall al Starlite Festival de Marbella. Si no me equivoco iba a suponer su tercera visita mientras que para mí sería la segunda. En esta ocasión vine acompañado de mi santa, Pepi, y una pareja de amigos, Sagri y Miguel, que también son aficionados al jazz.

El concierto comenzó con unas salpicadas notas de piano de cola, hasta ir encontrando el camino que le dirigió a Almost like being in love, uno de esos inolvidables American Standard de jazz, al que se sumó seguidamente el contrabajo de Sebastian Steinberg (ex Soul Coughing) y a la batería Matt Chamberlain (ex Pearl Jam). Quizás la expresión mínima de una banda de jazz. Para mí la más íntima y cautivadora en los distintos formatos de jazz.

Continuó con All or nothing at all y I've got you under my skin, con una interpretación lenta. Ambas ya las había interpretado en este mismo recinto en su concierto de 2022. Una de las sorpresas de la noche fue la versión de Queen Jane approximately, el tema de Bob Dylan que cantó con una dulzura inmensa. Se llevó una gran ovación. Retomó el piano con un vagabundeo en ritmo de blues, que fue creciendo, yendo y viniendo, hasta que Lost Mind se posó sobre el escenario para poco a poco ir desapareciendo hasta de nuevo quedarse en una simple base de blues al piano. Me encantó.

Un solo de contrabajo inició lo que luego fue Just you, just me, famosísima canción que ha entrado en la historia del cine americano por aparecer en películas musicales como New York, New York, donde Liza Minelli llevó la parte vocal. En la canción hubo tiempo también para que la percusión tuviera su solo en mitad de la canción, en una interpretación animadamente rítmica. El siguiente tema que interpretó fue In the wee small hours of the morning, de Frank Sinatra que bajó el tempo del concierto hasta el momento más íntimo. Antes de continuar contó que esta canción, They can't take that away from me, inevitablemente, le recuerda Tony Bennett, recientemente fallecido, con el que grabó esta canción en el disco que publicaron juntos en 2018. 

La siguiente canción fue una inesperada sorpresa, aunque la anunció "this next song is from Neil Young". Y con un ritmo de batería al que se unió el contrabajo fue creciendo Mr Soul. Después de la primera estrofa la canadiense fue entremetiendo notas sueltas hasta que fue ganando protagonismo y se hizo el instrumento central. La canción paró en seco, y volvió a arrancar para finalmente terminar con el el estribillo final casi susurrado al oído de un amante. Fue una verdadera maravilla de interpretación.

La siguiente canción que interpretó fue una de mis canciones favoritas que Diana Krall ha grabado, How deep is the ocean, pero la versión que interpretaron fue muy distinta de la grabación, la hicieron más animada, cuando a mi gusto es una balada maravillosa. Fue una pena, y al mismo tiempo una fortuna.

Acabaron el set con Heart of the country de Paul & Linda McCartney y Let's face the music and dance, con ese ritmo tan endiablado que la vertebra, donde la gran pianista hizo demostración de su virtuosismo. Terminó pidiendo un aplauso para sus dos músicos acompañantes y comentando el calor que hacía. Daba la impresión de que no iba a volver. Algunos espectadores impacientes empezaron a recoger para abandonar la cantera del Starlite, pero la pianista de voz sensual nos tenía reservado lo mejor para el final.

Desde las reconocidísimas primeras notas de Take the "A" Train no hubo dudas. Parecía que nos metía prisa para no perder el tren (que por ahora es imposible en Marbella) e improvisó a ratos una letra alternativa con un "Look at the sea".

Para despedirse nos tenía reservada una grata sorpresa de otro canadiense, Leonard Cohen. Entonces Matt Chamberlain activó una caja de ritmos,  y junto con el contrabajo y la percusión fueron creando el ambiente perfecto para que Diana comenzara a cantar Famous blue raincoat. Un ritmo venenosamente arrastrado, su voz aterciopelada y una letra inmejorable. Las notas del piano y la piel de gallina. No podía imaginar un mejor final que ese Sincerely, L. Cohen susurrado por Diana Krall.


martes, 23 de julio de 2024

La idea natural - María Negroni

Me enamoré de este libro la primera vez que lo vi. Me gustó todo de él. El título La idea natural encerraba ese algo de misterio que te hace preguntarte de qué va, la portada -imaginé- sacada de un vetusto libro de botánica, los colores cadenciosos, la editorial que es insignia de calidad, y prácticamente todo lo que desde ese momento leí de él, me llevaron a querer leerlo.

Es un libro pequeño, casi un juguete, en el que la autora argentina, María Negroni, reúne esbozos de vidas entregadas a la ilusión del conocimiento, en el que catalogar es un modelo de aprendizaje y de enseñanza. Este libro incluye una especie de guía naturista, donde se muestra los momentos trascendentales pero también los anecdóticos de vidas dedicadas al rigor metódico de la observación. Los viajes de exploración y el descubrimiento minúsculo. Donde las ilusiones se sirven de brújulas sin norte, en el inmenso y laborioso esfuerzo de la mínima apreciación diferencial. 

Negroni muestra vidas plenas de conocimiento, dedicación y fervor al servicio de la pulsión natural como objetivo. La desmedida entrega personal a la pasión interior por la naturaleza y la divulgación científica. Una joya de libro.


sábado, 20 de julio de 2024

¡Clélia de vuelta en España!

Aterrizaron Sofía y Miguel desde París sobre las once de la noche, y con ellos vino Clélia. Ahora le tocaba a ella practicar el español durante una semana. Nos contó que venía con ganas de sol y de playa y en realidad eso es lo que le esperaba, aunque también le tocó ver la final de la Eurocopa en casa.

El primer día la llevamos a desayunar churros con chocolate, que según dijo en su primera visita era una de las cosas que más le gustó. Como llegaron desde Francia un sábado por la noche, ese primer día pude acompañarlas a las actividades, pero luego a otras no me fue posible. C'est la vie. Ese día fuimos a comer al K'udamm, en lo que fue la previa al partido de la final. Los nervios estaban a flor de piel.

La final la vimos en casa, y por suerte España ganó la Eurocopa a Inglaterra con goles de Nico Williams y Mikel Oyarzábal, y tras el partido Clélia pudo acompañar a Sofía a dar una vuelta por Fuengirola para ver la celebración. Miguel estaba como loco. Como el corazoncito de Clélia ya es un poco español, yo creo que disfrutó de la victoria, aunque me temo que a Clélia el fútbol ni le va ni le viene. Pero bueno, es un recuerdo que tendrá.

Al día siguiente por la mañana descansaron. Pepi les hizo una paella en casa y por la tarde fueron a la playa, pero no podían estar mucho tiempo porque por la noche salimos con unos amigos a cenar a una pizzería, Casa Pasta, en Fuengirola. Terminamos paseando fresquitos por el Paseo Marítimo y tomando un helado que terminara de refrescarnos.

El día siguiente era el día del Carmen, y Clélia pudo vivir al completo la Festividad del Carmen y pudo ver la procesión con la Virgen entrando en el mar y también los fuegos artificiales. Sofía nos contó que le había impresionado mucho.

Cada día una actividad. Para ese día Sofía y Clélia fueron a visitar el Bioparc de Fuengirola, que es el Zoo de Fuengirola, que a mí personalmente me encanta. Disfrutaron viendo el acuario nuevo y algunos de los muchos animales que tiene en semilibertad. Luego fueron a dar un paseo por Fuengirola con las amigas de Sofía y a cenar algo, para acabar con un helado, que con el calor que hacía es casi obligatorio.

Como teníamos la intención de hacer cosas distintas a la visita anterior de Clélia, fuimos al puerto de Málaga para realizar un paseo en catamarán por Málaga, aunque Clélia nos dijo que ya había montado en otra ocasión en catamarán. Seguidamente visitamos el exterior del Pompidou pero pensamos que para ella sería mejor visitar el Carmen Thyssen, y ya pues nos quedamos a cenar en Málaga.

Sofía tenía previsto, desde hace bastante tiempo, asistir a un festival que se llama Puro Latino, así que comimos en casa y por la tarde, cuando Sofía se fue, Pepi y Clélia fueron a la playa y por la noche, donde ya pude unirme, salimos a cenar a un restaurante de comida asiática, en los que también nos acompañó Claudia, que así pudo conocer a Clélia. Y seguidamente todos fuimos a tomar un helado.

Al siguiente día, Sofía, Clélia y Miguel fueron al Parque Acuático, en el que también estuvo nuestro sobrino Dani. Les encargamos que tuvieran mucho cuidado de que Clélia no se quemase la piel al sol, pues ella tiene la piel muy blanca. Se ve que nos hicieron caso y se puso bastante crema protectora, porque se puso coloradita, pero no se quemó. Esa misma tarde vino Magali en avión y, tras recogerla en el aeropuerto, pudimos ir los seis juntos a cenar al Mesón El Torillo, donde, a mi juicio, pasamos una estupenda velada y comimos muy bien.

El último día, antes de coger un avión que las llevara de vuelta a La France, para disfrutar de una despedida en condiciones, fuimos de nuevo a desayunar churros con chocolate! Fue complicado llevarla a muchos sitios porque a mí me pilló trabajando y porque con el calor tampoco se pueden hacer muchos planes distintos a los que incluyan algo fresco.

jueves, 11 de julio de 2024

Pearl Jam dos noches en Barcelona

Mientras Sofía y Miguel estaban en Francia, Pepi y yo aprovechamos para ir a Barcelona, no por casualidad ni por cuadrar unos días cuando ellos no estaban, más bien al contrario, porque esta escapada a la Ciudad Condal era algo que ya teníamos reservada hace tiempo. Pearl Jam venían a Barcelona para dar un par de conciertos y teníamos las entradas compradas meses antes y tuvimos que hacer trabajos de encaje para que todo pudiera darse.

Siempre quise ir a ver dos conciertos seguidos de la banda de Seattle. Puede parecer un capricho o una tontería pero es algo que tiene varias ventajas. Puedes ver dos conciertos sin tener que cambiar de ciudad, con las ventajas económicas y de logística que conlleva, y además porque suelen variar más su repertorio de canciones. Por si fuera poco, tengo un buen número de amigos a los que podría ver por Barcelona, y tener un día libre entre los dos conciertos lo hacía conveniente. Todo indicaba que los dos conciertos de Barcelona eran las fechas adecuadas. 

Pero no siempre es posible asistir, y aunque sea posible, a veces las circunstancias no se dan, como me pasó en el última ocasión, verano de 2022, que fui a Amsterdam para verlos tocar en dos fechas en el mismo recinto, pero finalmente, debido a problemas de la voz del cantante, Eddie Vedder, sólo se pudo celebrar el segundo de ellos. Fue un palo bastante gordo estar allí en la puerta del recinto el primer día, con la entrada en el móvil, para que finalmente el concierto no se pudiera dar. Al menos no fue todo decepción y me quité las espina porque sí pudo actuar en el segundo concierto que además supuso el fin de gira europea.

En Barcelona también iban a coincidir dos conciertos, con un día de descanso en medio y también me tuvieron con la mosca detrás de la oreja, porque venían de suspender un concierto en Londres, y dos en Berlín. Los dos siguientes conciertos tras las anulaciones eran los de Barcelona. Así que volamos con la incertidumbre de si veríamos finalmente dos conciertos o no. Siempre con el corazón en un puño.

La misma mañana del concierto todo parecía indicar que sí, que iba a ocurrir, y bueno, por mucho que todo parecía señalar que sí que iba a suceder, hasta que no accedimos a nuestras entradas de pista y vimos a los teloneros The Murder Capital actuar, no pude estar tranquilo.  Luego con los primeros acordes de Footsteps la sensación de descanso y una simple alegría afloraron.

Francisco se unió al primero de los conciertos. No llegó con nosotros en el avión, pero llegó en el siguiente vuelo. Hizo bien porque fue un conciertazo. 24 canciones con la banda con muchas ganas. Entre ellas temas que yo estaba deseando escuchar. El inicio del concierto con Footsteps o Present Tense que fue la primera vez que la pillé, como también ocurrió con Habit. Además de un buen número de las canciones de su último disco (cinco canciones) y algunas canciones que siempre estoy deseando escuchar, como In my tree.

Al día siguiente, teníamos jornada de descanso entre los dos conciertos. Y decidimos ir a dar una vuelta por el centro y visitar los exteriores de algunos de los monumentos sobresalientes de Barcelona: La Sagrada Familia, La Pedrera, la Casa Batlló,... y comimos algo rápido por el centro, y seguidamente fuimos al Sonora, un local donde Estúpida Fregona (la web de Pearl Jam en español)  había organizado una fiesta alrededor del concierto. Allí nos reencontramos con un muy buen ambiente y un buen puñado de amigos que venían desde casi todas partes de la geografía española. Desde Guipúzcoa, Valencia, Vigo, Madrid, Murcia, Elche, ...  a la mayoría los había visto en el concierto de la jornada anterior. Por desgracia Francisco tenía el vuelo de vuelta esa tarde, se fue contento por lo vivido pero algo triste por lo que se suponía que se perdería el día siguiente. Algo es algo.

Llegó la fecha del segundo concierto. Nos tomamos la mañana más o menos libre, a pasear con los amigos por Carrer dels Tallers, tomar unos vermuts, visitar discos Revolver, y terminamos comiendo arroces en un sitio que ellos conocían y comimos estupendamente. Lo siguiente fue tirar para el Palau Sant Jordi. Siempre que se avecina un concierto, y más de Pearl Jam, noto unas maripositas por la barriga. No lo puedo evitar.

En este concierto nos colocamos algo más centrados, también en pista, había menos público que la jornada anterior. Normal, los precios no ayudaron a la asistencia. A mi juicio los teloneros sonaron mejor que el día anterior, porque Pearl Jam sonaron estupendamente los dos días. No sabría decir cuál de los dos conciertos me gustó más. Este segundo concierto tocaron veinticinco canciones, una más que el primer día. Lo dos fueron estupendos. El segundo concierto comenzó con Oceans, y supuso mi noveno concierto, y mi noveno inicio distinto. Interpretaron seis canciones de su último disco, y me quedo con la maravilla de Immortality, o la sorpresa de Who Ever Said. Smile me pareció estupenda igual que State of Love and Trust. Tras el concierto fuimos despidiéndonos de los amigos que ya no volveríamos a ver hasta quién sabe cuándo y continuamos nuestro camino al hotel, donde aún nos dio tiempo a despedirnos de una noche estupenda tomando una cerveza fresca.

Nuestro último día fue para despedirnos de Barcelona paseando por la ciudad. Visitamos el Mirador de Colón, el barrio de la Ribera, hasta la Basílica de Santa María del Mar en el barrio de Born y su centro cultural, el parque de la Ciudadela. Desde ahí regresamos por el Mercado de Santa Caterina, la Plaça Nueva, la Catedral de Barcelona, la Basílica de Santa María del Pi, el Mercado de la Boquería, y bueno, pasear dejándose llevar admirando y disfrutando de una ciudad tan bonita como Barcelona paseando por La Rambla, camino del restaurante La Lluna, que es una  recomendación de mi amic Viti, donde almorzamos estupendamente. Cruzamos por la Plaza de la Universitat, y nos despedimos tomando una horchata en orxatería La Valenciana. Ya todo fue, ir a recoger el equipaje en el hotel y tirar para el aeropuerto.

Mientras, Miguel y Sofía seguían por tierras francesas, y aunque nosotros tuvimos que ver en el aeropuerto la semifinal de España contra Francia, en el móvil, ellos, en cambio, pudieron verlo en una casa francesa. Cuando el avión iba a despegar tuvimos que despegar y nos quedamos mitad de partido con la incertidumbre de la selección pasaba o no. Pasó España, y como curiosidad diré que me enteré del resultado porque el piloto del avión nos informó durante del vuelo. La final la veríamos en casa.

miércoles, 10 de julio de 2024

¡Sofía y Miguel en La France!

No creo que exista una mejor forma de aprender un idioma que hablándolo, y especialmente haciéndolo con personas nativas. Ese es el sistema que desde hace unos años estamos llevando a cabo con una familia francesa. Primero, gracias a un intercambio preparado por el instituto, Sofía fue a Francia a casa de una familia francesa, y poco después vino a nuestra casa su compañera de intercambio, Clélia. El intercambio funcionaba de manera que Sofía hablaba francés toda la semana en Francia y Clélia hablaba español en España. Ahí comenzaron a mantener una relación entre ellas y también con las familias respectivas. La amistad, con los años, poco a poco, ha ido creciendo. Y como dice el dicho popular: el roce hace el cariño.

Al año siguiente Alicia, la hermana menor de Clélia, vino a casa, y Sofía volvió a ir. Pero este año una nueva pieza ha entrado en juego y ahora van Sofía y Miguel. Creo que de esta forma es posible que la inmersión lingüística no sea ideal, porque será inevitable que ellos en algún momento conversen en español, esquivando el francés, pero en cualquier caso es mejor así que nada. Seguidamente con ellos vendrá Clélia.

Mientras Sofía y Miguel estaban en Francia, Pepi y yo habíamos aprovechado para irnos a Barcelona,  pero eso es otra historia que contaré en otra entrada, porque creo que lo merece.

Miguel y Sofía volaron bien temprano en un avión de Vueling hacia el aeropuerto de París-Orly, donde los recogieron Clélia, Florent -el hermano pequeño de la familia- y Olivier -el padre-. Pasaron cerca del Arco del Triunfo, desayunaron algo tan chic como un croissant con chocolate y seguidamente subieron a la Torre de Montparnasse desde donde hay unas vistas panorámicas de toda la ciudad, dicen que incluso mejores que desde la Torre Eiffel, porque claro, se ve todo, más la Torre Eiffel. Visitaron los alrededores de la Torre Eiffel y tiraron para Rouen, pues a las 18:00 jugaba España. Tampoco puedo contar mucho de lo que hicieron con exactitud porque yo andaba a cientos de kilómetros, pero sí sé que España ganó a Alemania en los cuartos de final de la Eurocopa, con con gol de Mikel Merino en la prórroga. Francia ganó a Portugal ese mismo día en los penaltis. Las semifinal iba a ser España vs Francia y a mis niños les iba a tocar vivirlo en una casa francesa. Les pedí que se comportaran como siempre les digo, pero conociendo lo encendidos que se ponen a veces con el fútbol, y sabiendo además, que ambos en previsión se llevaron en el equipaje la camiseta de la selección española para vivir los partidos, he de reconocer que temía que pudieran excederse un poquitín, como me temo que fue.

Al día siguiente  los llevaron a visitar y pasar el día en Deuville, una población costera de la Normandía, famosa por sus playas y su arquitectura típica. Las escasas fotos que pude ver de la localidad me pareció preciosa. También los llevaron a jugar a una bolera, y jugaron al billar y a visitaron un parque donde hay reproducciones en miniatura de los principales monumentos franceses, que se llama France Miniature, y está ubicado en Élancourt, una pequeña población francesa en las afueras de París.

También realizaron la visita de los jardines donde Claude Monet pintó Los Nenúfares, en Giverny. Esta es una visita que a mí me hubiera encantado hacer. Otra actividad que realizaron fue visitar una granja donde pudieron hacer velas naturales, con cera natural, donde tuvieron mucha suerte con el tiempo, y pudieron pasear e incluso visitaron un parque de atracciones (Parc du Bocasse) donde lo pasaron bien en grande. En estas atracciones les acompañaron algunos familiares.

Otro día se acercaron al centro de Rouen para que Miguel pudiera ver la Catedral, pues era su primera vez en Rouen, y suerte tuvieron porque ese mismo día poco después de su visita la catedral sufrió un incendio. ¡Vaya casualidad! En su último día, de vuelta a París, los llevaron a un sitio de realidad virtual, donde disfrutaron de un viaje por encima de París con unas gafas 3D. ¡Tiene que estar chulo eso! Comieron en un restaurante italiano y los llevaron a ver una obra al L'Olympia. ¡Qué me hubiera gustado ir alguna vez! Allí tocaron The Beatles o The Rolling Stones sus primeros conciertos fuera de UK. El concierto de Camarón allí es historia. Es un local cargado de historia.

La sensación es de que lo pasaron muy bien, y que tuvieron la suerte de vivir una semifinal de España - Francia en territorio francés, y que la selección roja ganó el partido a pesar de comenzar perdiendo. Bien que lo celebraron. La selección pasó a la final. Allí nos esperará Inglaterra, que eliminó a Países Bajos. Pero para la final ya estarán de vuelta y la verán en casa.

Volaron de vuelta en Transavia y venían acompañados con Clélia, a la que le esperaba una semana aquí con un buen montón de actividades. 

miércoles, 26 de junio de 2024

Queens of the Stone Age en el Marenostrum

El día después de vivir el ascenso del Málaga, todavía agotado y afónico me esperaba un concierto, largamente esperado por mí, de Queens of the Stone Age. La verdad es que no había tenido tiempo suficiente para recuperarme pero no se me pasaba por la cabeza no acudir a verlos.  El día que anunciaron que la banda californiana venía a Fuengirola, al Marenostrum Music Castle, tuve que frotarme los ojos. QOTSA es una de esas pocas bandas por las que sería capaz de desplazarme para ir a verlos.

Llevo años escuchando sus discos y he estado cerca de verlos varias veces, pero cuando no era una cosa, era otra, y todavía no los había conseguido ver. Así que ya era hora. Venían a presentar su nuevo disco In Times New Roman... y por lo que venía escuchando y viendo en la ingente cantidad de vídeos que se podían ver por YouTube, estaban bien en forma en esta gira, que titularon The End is Nero.

Para ir entrando en ambiente y calentar motores programaron como teloneros al dúo femenino gallego, Bala. Aunque se presentaron en formato trío, ya que se apoyaron de la bajista de Nashville Pussy, Bonnie Buitrago, para los conciertos de esta gira, que dicho sea de paso, cumplieron más que sobradamente a lo que venían al concierto. Creo que dejaron muy buen sabor de boca a todos los allí presentes. 

La banda liderada por Josh Homme comenzó con Little Sister e interpretaron en el concierto canciones como My God Is the Sun, If I Had a Tail, I Sat by the Ocean, Make it Wit Chu o Sick Sick Sick. Especialmente celebradas fueron No One Knows y A Song for the Dead, pero la que me dio un pellizco en el pecho fue The Sky is Fallin', que es una maravilla de canción. Me lo tomé casi como un fin de fiesta de ascenso y un anticipo de mi cumpleaños  Y otro día que recordaré durante mucho tiempo.


lunes, 24 de junio de 2024

¡Un ascenso!

¡Ascendimos! En esta ocasión me incluyo más que nunca. ¡Qué gozada! ¡Casi que me atrevería a decir que mereció la pena descender solamente por vivir este ascenso!

En la última entrada futbolística de este blog comentaba que nos clasificamos para la Final de Ascenso de Primera REF a Segunda División deshaciéndonos del Celta de Vigo B, un equipo que me gustó por el trato al balón y su estilo de juego. En la final nos esperaba el Nástic de Tarragona, equipo aguerrido, hecho al juego alrededor del fútbol. Estaba claro que iba a ser una eliminatoria complicadísima. El Málaga venía con la vitola de haber jugado en primera división, y de ser el equipo de una ciudad con una masa de aficionados importante y eso le brindaba algo de ventaja, pero el Nástic jugaría el partido de vuelta en casa, y ya el año anterior jugó una eliminatoria de ascenso. Jugaban con cierta ventaja.

Partido de ida, el sábado 15 de junio. El Málaga solicitó que la afición recibiera al equipo para insuflarles un empuje especial ante una eliminatoria de tanta importancia. El recibimiento fue una fiesta del malaguismo. Todos a una. El primer tiro a puerta ya le pertenecía al Málaga, pero una vez que el balón comenzó a rodar, la primera ocasión del partido fue para ellos, con una intervención maravillosa de Alfonso Herrero, luego hubo un penalti a favor del Málaga, que nadie sabe  por qué no se pitó. Y en un córner,  en el último segundo de la primera parte, Roberto anotó con un poderoso cabezazo el primer gol del partido.  Nada más comenzar la segunda parte ellos anotaron el empate y mediada la segunda parte Roberto anotó ajustando el tiro a la base del palo un penalti por agarrón cometido a Einar. Una victoria por la mínima que otorgaba al Málaga una pequeña ventaja en la eliminatoria. El partido de vuelta iba a ser una batalla.

Tras el pitido final del partido Miguelito me dijo que daría lo que fuera por ir a ese partido. Me ilusionó escucharle decir eso. Así que no lo pensé mucho. Yo también me moría de ganas por estar allí. Muchos de mis mejores recuerdos futbolísticos están en los ascensos del Málaga. Había que intentarlo. Había que conseguir entradas como fuese. Las conseguí. Un par. Miguelito y yo. Así que nos apuntamos en un autobús de una peña y para Tarragona que nos fuimos. 

Salimos por la noche desde el Estadio de La Rosaleda y tras pasar toda la noche en la carretera, a las 9 de la mañana del sábado 22 de junio ya estábamos en Tarragona. Una buena paliza de autobús. Paseamos por la ciudad, toda la mañana, con la camiseta del Málaga puesta. Miguel y yo. Ningún problema. Todo el mundo nos trató maravillosamente. Visitamos todo el centro histórico, el anfiteatro romano, el balcón del Mediterráneo, toda la Rambla Nova hasta el Mercado de Abastos. Luego quedamos con unos amigos míos que bajaron desde Barcelona para compartir una paella en el Puerto de Pescadores, e incluso se apuntó Pepa, una prima de mi mujer que lleva unos años viviendo en Tarragona. Lo pasé estupendo y comimos como señores, pero a los postres los nervios estaban ahí. 

Después del café nos acercaron en coche para el lugar donde la mayor parte de la afición había quedado. En una plaza cercana al Nou Estadi Costa Daurada. Se acercaba la hora del partido y más de una hora antes del partido ya estábamos en el estadio.

El empate nos servía, pero el partido se iba a hacer muy, muy largo. En el calentamiento todo el equipo era una piña, y se conjuró para conseguir el ascenso. En la primera parte ellos tenían el partido controlado, y el Málaga apenas inquietaba pero sus tiros eran lejanos y sin muchos problemas. Mediada la segunda parte el Nástic sufrió una expulsión por una doble amarilla de su mejor defensa, Nacho González. El partido parecía que se ponía de cara, pero 10 minutos después anotaron un gol en un remate de pillo tras un saque de banda. Empataban la eliminatoria y con este resultado habría una prórroga. Como el Málaga estaba en superioridad numérica estuvo sometiendo al Nástic intentado evitarla, pero entre la afición local y los jugadores apenas se jugaba. Los minutos pasaban, los balones desaparecían, o los echaban cuando se estaba jugando. Hubo desmayos y pérdidas de tiempo sin contemplaciones. Se acabó el partido. Jugaríamos una prórroga. 

Nada más comenzar la prórroga ellos anotaron el segundo gol, en un remate de cabeza tras un centro lateral. Un drama para la afición malaguista. No lo podíamos creer. Nos habían marcado dos goles con un jugador menos en dos jugadas aisladas. Desde ese momento todo el fútbol lo puso el Málaga y todo el antifútbol lo pusieron ellos y su afición. Fue una vergüenza generalizada. Las pérdidas de tiempo, el speaker hablando mientras el partido se disputaba, los intentos de engaños, lanzamientos de objetos. Todo el juego sucio posible era su bandera. Pero el Málaga no dejó de creer. Era complicado, pero no imposible. En caso de empate tras la prórroga no habría penaltis. Pasa el equipo que hubiese quedado por delante en la tabla clasificatoria, aunque fuesen en ligas distintas. Algo que en cierta parte me parecía injusto, pero así estaban las cosas. Es decir, el Málaga necesitaba dos goles. Quedaban 15 minutos de la segunda parte de la prórroga. Era complicadísimo, pero no imposible.

En el minuto 108, Aaron Ocho soltó un fuerte derechazo ajustado a la base del palo largo pero el portero despejó y Dioni, siempre despierto, aprovechó para recoger el despeje y la cruzó al otro palo. 2-1. Quedaban poco más de 10 minutos. En la grada estábamos comentando que si marcábamos un gol les temblarían las piernas. No nos equivocamos. La afición local se silenció, y no paró de tirar balones desde la grada, en clara conexión con el banquillo local. El árbitro mandó detener el partido porque no dejaban jugar. Tras varios avisos de suspensión por los altavoces, se reanudó. Y en el borde del precipicio.  En el minuto 122 -desde entonces minuto mágico malaguista- Antonio Cordero, Antoñito, marcó el gol que igualó el partido, y significó el ascenso malaguista. Justicia futbolística.

Lo que ocurrió tras el pitido final fue un simple éxtasis de alegría. Saltos, abrazos, gritos, miradas al cielo, pura y completa felicidad. ¡Qué vivencia! Los 15 euros de la entrada es una de las mejores inversiones de mi vida. Un recuerdo imborrable. Miguel y yo creamos un recuerdo que permanecerá por siempre en nuestras vidas. ¡Qué placer!

Pudimos bajar al césped a celebrar con los jugadores lo que fue una fiesta sobre el verde. Miguel estaba emocionadisimo y yo disfruté viéndolo exultante. Tuvimos problemas con las baterías de los móviles, que se agotaron pronto, pero en ese punto nada nos importaba.

El camino de vuelta tenía los mismos kilómetros que el de ida, había la misma distancia, y a pesar del poco descanso, se nos hizo cortísimo. Cuando llegamos a Málaga la afición ya había recibido al equipo en el aeropuerto. La fiesta de la noche había sido épica. La prensa hablaba de milagro, de una remontada imposible, de un partido histórico. Nosotros lo vivimos en el campo. Como se suele decir: ya que nos quiten lo bailao.

La próxima temporada seguiremos informando pero será en Segunda División.


viernes, 21 de junio de 2024

Miguel se gradúa

Junio siempre es un mes intenso. Se enlaza el final del curso estudiantil, con todos los exámenes finales, el todo o nada de la selectividad, con el inicio del verano, donde llegan las vacaciones de la mayoría de la familia. Junio es, sin duda, un mes de contrastes. Intenso y estresante, a la par que liberador y de descanso. La primera quincena contiene ese último tirón, el sprint final y tras cruzar la meta queda el premio de la tranquilidad al que haya  realizado el trabajo adecuadamente, o la persistencia de la intranquilidad al que le queden cosas pendientes. Cada caso particular es distinto. 

Este año Sofía tenía que acudir a la Selectividad, y Miguel ponía punto y aparte a su Educación Secundaria. Mi suerte es que los dos son muy válidos para llevar su cometido a fin. Además son bastante autónomos y saben organizarse solos. Lo cierto es que estoy muy contentos con ellos. ¡No podía ser de otra forma!

Verlos crecer tan rápido es una sensación satisfactoria a la vez que algo penosa. Por un lado ves que van por el buen camino, y aunque siempre hay alguna piedra que te hace tropezar, y les puede hacer perder el paso, no pierden el objetivo. Y paso a paso van recorriendo su paseo por esta vida, con muchas más satisfacciones que penas.

Aún así, para mí, este garbeo que llaman vida, va demasiado rápido. Es como si entrando a la feria, cuando todavía estás encandilado de las luces parpadeantes, escuchando el jaleo, distraído decidiendo en qué cacharro de la feria te vas a montar, apenas tienes tiempo de decidir en cual montarte, y te dieran una sola ficha. No más. Una sola vuelta. Y te montas si saber exactamente qué es lo que te espera en esa vuelta, sabes más o menos, pero vas dándote cuenta conforme la atracción va progresando y justo cuando empiezas a disfrutar del viaje, suena el pitido final y ya hay que bajarse y dejar que venga otro y ocupe tu lugar. 

No sé si este pensamiento es así para todos, pero para mí que fue antes de ayer cuando Sofía entró en el Instituto, y ya sale para ir a la universidad. Lo mismo le está pasando a Miguel, y me temo que antes de que me dé cuenta, sonará el pitido final.