Cuando yo andaba con mis estudios de Ingeniería en la Facultad de Málaga, Elvira Lindo estaba publicando con éxito su serie de Manolito Gafotas, y en esos años yo tenía ya bastante ocupación con la carrera como para poder prestarle atención. Lo cierto es que en aquellos años leí bastante poco, pero tengo el recuerdo de ir a la biblioteca y sacar la primera entrega de Manolito para leerla. Recuerdo que la leí en un fin de semana que tendría libre y que me gustó y que me lo pasé bien leyéndola. Pensé que tenía que leerme la segunda pero ahí acabó mis lecturas de Manolito, sin saber muy bien por qué. Lo cierto es que no recuerdo casi nada de la historia salvo que me lo pasé bien. A veces el aire de un recuerdo es más completo que el aire de una novela.
Supongo que aquellos libros me pillaron en una época en la que yo aún estaba leyendo para formarme, buscaba -supongo- lecturas más profundas, en muchos casos lecturas de clásicos. Esa etapa tan satisfactoria y necesaria ya pasó, aunque de vez en cuando me gusta volver a los clásicos (¡Siempre hay que volver a los clásicos!) y por supuesto lo que me queda por aprender es infinitamente superior a lo que he aprendido, que por otra parte, me sucede que rápidamente lo olvido.
Pasaron los años y de vez en cuando leía artículos de Elvira en prensa. Hasta que un día me encontré de segunda mano el volumen de sus Tintos de Veranos, que son una recopilación de artículos suyos en el diario El País. El mundo es un pañuelo, que así se titulaba el segundo volumen, me divertían mucho.
En aquellos artículos Elvira contaba pequeñas historias desternillantes en las que llamaba a su marido, su santo. Me hacía mucha gracia. Desde entonces a mi mujer la llamo muchas veces mi santa. Yo andaba totalmente preso en los libros de su santo, Antonio Muñoz Molina, al que seguía en novelas, artículos e incluso en su blog. Todo lo que caía en mis manos.
Después leí El otro barrio, que fue su primera peripecia en la narrativa adulta. Veo ahora que no publiqué entrada en este blog (¡injusticia!) porque me gustó, si bien no es una novela que yo pueda colocar la etiqueta de maravillosa sí que recomiendo leer. Tiene su aquel.
No escribo una entrada de todos los libros que leo. Algunos porque no me gustaron, otros porque los abandoné antes de acabar, y muchos, la mayoría, por falta de tiempo. ¡Qué se le va a hacer! Mis días no son más largos que los de los demás.
Desde entonces he intentado leer otros libros de ella, y recientemente me decidí por Lo que me queda por vivir, que personalmente me da la sensación de que es un libro bastante autobiográfico. Es una historia que retrata muy bien una época y una sociedad, así como una ciudad -Madrid en los ochenta- en la que recién inaugurábamos una democracia y estrenábamos la libertad, especialmente las mujeres, a las que, aún con esfuerzo, les costó más de lo debido. Es una historia común, pero al mismo tiempo especial. La recomiendo.
Pd: Aproveché que Aurora Lindo vino a la biblioteca de Fuengirola y me pudo dedicar el libro.
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