Soy un fiel seguidor de la banda de rock americana Pearl Jam, se podría decir que soy un fan, aunque generalmente suelo intentar huir de los extremos y los desaforos hay que reconocer las cosas y sí, vale, se puede afirmar que en el caso de Pearl Jam soy un seguidor apasionado de la banda de Seattle, un hooligan, un fanático.
Los conocí desde su primer single en un programa de la MTV, un programa llamado Headbangers Ball, y desde entonces cada vez que han sacado un disco mi pasión por la banda de Seattle ha ido creciendo.
Uno de los sueños que siempre he querido vivir era seguirlos de gira, porque si sus discos me apasionan, sus directos son un escalón superior, el máximo musical a mi juicio. De hecho, suelo escuchar más sus directos que sus discos de estudio. El caso es que venían de gira por Europa, y la oportunidad de verlos dos veces, en una misma ciudad, era lo que más quería y este año tenía la posibilidad a tiro.
Repetir concierto en una ciudad puede sonar como una tontería si no conoces la forma de proceder de la banda en ese tipo de circunstancias, porque Pearl Jam, cuando repite concierto en una misma ciudad, lleva años cambiando mucho el set y así tener repetir las mínimas canciones. Aunque a veces han tocado un par de conciertos sin repetir ninguna canción, no es lo habitual. Suelen repetir alguna, pero pocas, dos o tres canciones, no más. Con lo que el atractivo de verles dos fechas seguidas va más allá de verlos dos veces, porque probablemente logres ver más canciones distintas y con la comodidad de no tener que ir con la mochila recorriendo ciudades aparte del gasto económico que ello supone.
La primera vez que vi a Pearl Jam fue en Madrid en 2006, al año siguiente también en Madrid, en el Festimad. En 2009 aproveché la gira de Pearl Jam para ir a verlos en Rotterdam y así viajar por Holanda con Pepi. En 2010 mi cuñado Francisco y yo nos dimos una escapada exprés para verlos en el inmenso Hyde Park de Londres, que además coincidió con el día de mi cumpleaños. Tuve que esperar ocho años más para volver a verlos, entonces los vi por partida doble porque acudí a Barcelona y seguidamente, pocos días después, a Lisboa. Verlos en Barcelona fue posible gracias a una escapada con Pepi y a Lisboa con la familia. Este año la idea era acudir a los dos conciertos consecutivos que daban en Ámsterdam. Aprovechar y quedar con buenos amigos que he ido conociendo durante estos años en el mundillo de Pearl Jam y que mantenemos contacto diario gracias a las redes sociales y grupos de WhatsApp.
Todo se fue complicando conforme se acercaba la fecha. Las entradas así como los vuelos los había comprado años antes, pero nos pilló por sorpresa el Covid, y se aplazó al año siguiente, y al año siguiente, de nuevo se aplazó al siguiente, que ya por fin era éste. Nunca devolví las entradas. Los vuelos sí, los vuelos tuve que solicitar el reingreso y luego volver a pillarlos y así hasta que por fin pude ir. Cambios de hoteles hice más de una vez.
Llegué a Ámsterdam el mismo día del concierto, quedé con unos amigos cerca del recinto donde también había pillado el hotel. Compartía una habitación de hotel con un amigo y fuimos para el recinto sin mucha fe de que el concierto fuese a darse porque los conciertos de las fechas justo anteriores habían sido suspendidos por el mal estado de la voz de Eddie Vedder, el cantante. Ya iba con el cuerpo hecho, pero aun así, cuando confirmaron que el concierto se suspendía, me llevé un buen chasco y las perspectivas del ver el siguiente tampoco es que fueran halagüeñas. El primero de los dos conciertos se suspendió, el siguiente era la noche siguiente, sin un día de descanso.
Allí estábamos un buen montón de amigos, contentos de vernos pero fastidiados por la suspensión. Ya saben que la esperanza es lo último que se pierde, o eso dicen, y bueno, nosotros manteníamos la esperanza, pero por si acaso, mientras, aprovechamos para hacer algo distinto y nos fuimos a una sala de karaoke y allí nos desahogamos cantando a gritos canciones de Pearl Jam y tomando alguna cerveza.
Al día siguiente todos estábamos esperanzados pero algo desolados. Algunos quisimos aprovechar la mañana libre para ir a visitar el estadio del Ajax de Ámsterdam, que estaba justo al lado del Ziggo Dome, el recinto del concierto y no fue hasta después de comer que supimos que iba a ocurrir, que el concierto tenía luz verde. ¡Qué subidón!
Una vez en el interior del Ziggo Dome, una vez terminada la actuación de Shame, los teloneros, cuando se apagaron las luces y comenzaron a tocar los primeros acordes de Nothing as it seems toda la rabia se transformó en placer y en mi caso en una lágrima que recorrió mi mejilla. Fue un concierto especial en muchos sentidos. Por lo inesperado, por las dudas hasta el final, la tensa espera y la alegría del sí, el anuncio de Eddie Vedder al inicio de que el concierto iba a ser un concierto especial que elevó aún más las expectativas de por sí ya inmensas. Interpretaron muchas canciones que pensé que nunca escucharía en directo y que sonaron de maravilla, porque la banda venía con ganas, con muchas ganas. Se notó desde el inicio del concierto hasta la traca final con Mike McCready machacando su stratocaster en Rockin' in the Free World. Brutal.
Al día siguiente, quedé con unos buenos amigos holandeses, Ernest y Sylvia, me enseñaron la ciudad, paseamos por el centro y fuimos a comer juntos, después de comer ellos se ofrecieron a acercarme al aeropuerto de Schiphol desde donde inicié mi regreso de vuelta a Málaga.
Me quedé con las ganas de ver dos conciertos ya que solamente pudimos ver uno, pero el que vimos fue un concierto muy especial.