domingo, 31 de mayo de 2015

Perros e hijos de perra - A. Pérez-Reverte

Perros e hijos de perra es uno de esos libros que desde antes de abrir la primera página ya sabes que te van a gustar. Y los sabes porque es así, y ya está, no hay que darle más vueltas. No necesitas más que comenzarlo para corroborar que sí, que tenías razón y que ya te conoces lo suficiente como para equivocarte en este tipo de cosas. Hay otras cosas, en cambio, en las que uno es un verdadero desastre y está tan desconcertado y ausente de criterio que no hay manera de acertar, pero en este precisos caso, era evidente.

Un libro de un escritor que te gusta, tanto sus novelas como sus artículos, en una edición preciosa, esmerada y bien cuidada, con ilustraciones de Augusto Ferrer-Dalmau, que ya conocía de antes porque el propio Arturo Pérez-Reverte se había encargado de presentarlo con anterioridad en algunos de sus artículos, y cuyas ilustraciones, con una mano experta y  maestra, pinta perros nobles, de miradas serenas y conmovedoras.

Los artículos del libro, que aunque son escasos son de calidad, tratan el tema principal de los perros, y todos desde el punto de vista de un hombre que, como yo, ama a los canes. Cuentan historias crueles y desgarradoras, pero también de amor y esperanza. A mí me ha encantado y es uno de esos libros que seguro dentro de unos años, si todavía sigo respirando por este mundo, me volveré a echar a los ojos. Son cosas que uno sabe, son así, y ya está, no hay que darle más vueltas.

viernes, 29 de mayo de 2015

Breaking Bad. Season 1.

En una especie de picoteo de series que mi santa y yo estamos llevando a cabo por las noches, al finalizar la segunda temporada de Homeland, iniciamos una serie nueva, o mejor dicho una antigua, Breaking Bad, porque hasta donde sé la serie ya ha finalizado completamente, no sé si en una cuarta o una quinta temporada, y ahora hay por ahí en alguna cadena emitiéndose un spin-off de ella. No he buscado mucho por Internet porque no quiero enterarme de algo que no quiera saber hasta que llegue su debido momento.

Lo cierto es que la primera temporada de Breaking Bad, que hemos visto en versión original con subtítulos en inglés, es estupenda, yo diría genial, y ya estoy deseoso de comenzar la segunda temporada, porque la primera, con tan sólo siete capítulos me ha sabido a bien poco.

La trama es bastante curiosa y original, absolutamente impredecible pero totalmente creíble, lo que la hace más adictiva. Los guiones de los capítulos son magníficos, a ratos sorprendentes, a ratos divertidos e inquietantes. La interpretación es estupenda y los diálogos sensacionales. La puesta en escena de la pareja de actores principales, con caracteres tan directamente contrapuestos, es en ocasiones desconcertante, pero la mezcla en conjunto es completamente explosiva.

Un gran punto a favor de esta serie es que la música que pone fondo a las escenas no pasa desapercibida y, poco a poco, se va introduciendo en nuestra cabeza, hasta el punto de que yo la llevo en el iphone y tengo la sensación de que cuando camino con ella enchufado a los auriculares voy realmente volviéndome  malo, así que, por si acaso, ... ¡apártense!.

miércoles, 27 de mayo de 2015

El regalo valioso

Desde los primeros días de mayo las horas de luz solar van estirándose hasta desplegar una reconfortante sensación de aprovechamiento diario. Los días, con su amplio horario de claridad, parecen ofrecernos una holgada disponibilidad para realizar las tareas, y aunque sepamos que ésta es en realidad engañosa, lo cierto es que nuestra predisposición  a la hora de llevar a cabo las tareas parece distinta.

Es posible que en esta zona, en el sur de España, sea mayo el mes que posee el clima más benigno del año. Es prácticamente una anticipación suave del verano. El sol ha prolongado su visita diaria pero aún no se nos viene encima con su bochornosa compañía. Las flores colorean la ciudad con su arcoiris y las sonrisas en las caras anticipan el estado de ánimo. Todo parece estar envuelto en un aire esplendoroso y afortunado.

Algunos días, al terminar el trabajo, de camino a casa, todavía no ha comenzado a atardecer y tengo la sensación de que puedo sacar partido a ese regalo extra, porque no hay ningún regalo más valioso que el tiempo, aunque solamente se nos presente en el ahora.

Intento aprovecharlo de distintas maneras, obligándome a cambiar, para saborear el presente de formas variadas.  A veces simplemente me tumbo a leer, otras abro una cerveza helada y contemplo plácidamente cómo las burbujas van despegándose del cristal para ascender hasta la multitudinaria manifestación de burbujas que se está congregando en la superficie. Escuchar música es una opción de la que me sirvo mucho y bien, ya que la puedo combinar casi con cualquier otra actividad. Ver la tele es otra opción, aunque suelo dejarla para el final del día, cuando el cansancio ya está haciendo mella en mí y me permite poco más que mantener los párpados abiertos y dejarme llevar.  Sin embargo, la mejor manera que se me ocurre hoy para aprovechar el presente es hablarles de ella.

viernes, 22 de mayo de 2015

El africano - J.M.G Le Clezio

Siempre que tengo ocasión llevo a los niños a la biblioteca, como un intento no muy disimulado de inculcarles algo de gusto por la lectura. No sé si surgirá efecto a largo o a corto plazo, o si nunca lo lograré, pero al menos me quedará el consuelo de pensar que hice lo posible para que fueran amantes de la lectura.

Después de muchas idas y venidas, creo que llevarlos justo después de sus clases de deporte es la mejor opción. Al menos es el mejor momento. Están tan cansados que sienten placer por sentarse a descansar, y asocian lectura con descanso, y al ponerles un buen montón de libros por delante sin otra cosa que los distraiga, siempre encontramos algún libro que les llame la atención. Luego son ellos mismos los que quieren llevárselos a casa. Otra cosa distinta es conseguir que una vez en casa, con tantas distracciones alrededor, saquen su momento de lectura.

El caso es que entre idas y venidas yo también pico algo. Suelo empezar por la estantería de poesía, pero como ahora tengo un libro de poemas en la mesa de noche, busqué entre las novelas hasta que di con esta novela de Jean-Marie Gustave Le Clezio, del que hasta ahora no había leído nada salvo grandes críticas. Confieso que era un autor que desconocía hasta que ganó el premio Nobel en 2008.

El africano es una novela autobiográfica en la que el autor francés nos habla del recuerdo de su padre y al mismo tiempo de su propia infancia. Aunque en realidad es un libro sobre un viaje a África, un viaje de por vida, donde se narra sobre la amistad y la soledad, la juventud perdida y la aprovechada, sobre el amor, el cariño, el odio y el desprecio, la envidia y la pasión, pero sobre todo sobre la plenitud de la felicidad. 

Siempre me han interesado los libros sobre viajes. Éste me  ha encantado. Es casi como un cuento, casi como una pequeña reflexión sobre la África colonial y la vida en la naturaleza, y creo que además una acertada manera de comenzar a leer a Le Clezio.
"Los africanos tienen la costumbre de decir que los humanos no nacen el día que salen del vientre de la madre, sino en el lugar y el instante en que son concebidos. Pero si entro en mí mismo, si miro hacia el interior, percibo esa fuerza, ese hormiguear de energía, la sopa de moléculas listas para ensamblarse y formar un cuerpo. Y antes del instante de la concepción, todo lo que lo precedió, que está en la memoria de África."

miércoles, 20 de mayo de 2015

Prepararse para lo inesperado

Con la edad las personas tendemos a ser menos ingenuos y a no creer en castillos en el aire. La vida va erosionando nuestras actitudes y nos amolda a una realidad más cruda. Pensamos más en el mañana inmediata que en el incierto futuro lejano por llegar. Imaginamos la situaciones posibles antes que las improbables. Vamos tomando partido por lo real antes que por lo imaginario. No es que andemos con pies de plomo pero tampoco galopamos a lomos de Pegaso.

En mi caso me he vuelto más escéptico y dubitativo, pero no menos diligente. Tomo decisiones porque hay que tomarlas y las tomo aún a sabiendas que quizás me esté equivocando, o, al menos, sin la certeza de estar acertando. Y es que cada vez creo menos en la naturaleza de la verdad absoluta o del correcto quehacer de las cosas. Casi nada que se me ocurra hacer, o dondequiera que tenga que intervenir o tomar una decisión mi pensamiento es claro. Al contrario, cada día mi razonamiento es más equívoco, y estoy seguro (o casi) de que cualquier decisión tendrá sus pros y sus contras, y que no siempre lo mejor es lo que más nos conviene ni lo peor es lo más inadecuado.

Por poner un ejemplo: conozco a un amigo que tuvo un accidente con la moto -mal asunto-, un error, tomó la decisión inadecuada y fue con sus huesos al  suelo (algo por lo que arrepentirse), sin embargo en las revisiones médicas después de la caída se le detectó un tumor, que seguramente, si no hubiese sido por la caída, no se hubiese detectado a tiempo. Aquel accidente, hace ya más de veinte años, le salvó la vida: no hay mal que por bien no venga.

Con el ejemplo anterior no quiero decir que crea en un destino escrito, ni en que todo esté preconcebido, ni que tenga una finalidad determinada. Todo lo contrario. En mi opinión nada está escrito, ni previsto. Todo es libre albedrío, simple capricho del azar, pero tampoco quiero decir con ello que haya que dejar las cosas al desgobierno de la sinrazón, no, hay que intentar hacer las cosas bien, porque somos el resultado de nuestros actos, y haciendo las cosas bien, normalmente, los resultados saldrán medio adecuadamente, pero no hay que descartar nunca, -repito- nunca, lo imprevisiblemente eficaz que es el azar en la vida. Así que, si les puedo recomendar algo, es que estén preparados para cualquier cambio, si es que fuese posible quizás estar preparado para lo inesperado.


viernes, 15 de mayo de 2015

Una Belli Bock

Hace pocas fechas fui a Cádiz, como ya he escrito antes por aquí, y una vez aparcado el coche y como no tenía que conducir hasta el día siguiente, me pimplé más de una y de dos cervezas. De entre todas las cervezas que tomé sólo una me traje para este blog que no había probado antes, una Belli Bock.

La Belli Bock es una lager alemana, rubia de alta graduación, 6.9 %, doble malta y de fermentación baja. A pesar de su considerable alcohol, es una cerveza suave y fresca y bastante dulce. Sigue la Ley Bávara de pureza, o, al menos, eso es lo que se indica en la etiqueta y, solo posee tres ingredientes: agua, malta de cebada y lúpulo. La espuma es bastante suelta y dulzona, con poca consistencia y además desaparece demasiado pronto. El color es dorado intenso, más claro de lo esperado para ser doble malta.

Me la tomé en los puestos del Mercado de Abastos del centro, acompañando unos caracoles en salsa y unas tagarninas esparragadas para chuparse los dedos, como a buen seguro hice. Estoy convencido que ningún alemán pensó que esta cerveza resultaría estupenda acompañando esta comida tan particular, pero yo les aseguro que mezclaban estupendamente en mi depósito.

El diseño de la botella es estándar, y en la etiqueta se muestran unos hombres jugando a las cartas, que, según me informo, dan nombre a la cerveza, pues existe un juego de cartas típico de la zona norte de Alemania, desde donde procede esta cerveza, en el que el siete de diamantes se le denomina así, Belli, que es también por lo visto un juego de cartas de la zona. En la etiqueta también se muestra el escudo de la zona con una leyenda que dice desde 1308 -¿?-. Que cada cual crea lo que quiera.

Como curiosidad añadiré que es una cerveza que sólo se elabora  en primavera, en los verdes pastos de la montaña en mayo.

jueves, 14 de mayo de 2015

Arte callejero 32

Saber encontrar los momentos de felicidad depende más de nuestra exigencia que de nuestras posibilidades. Si somos muy restrictivos y exigentes a la hora de encontrar la felicidad, más complicado lo tendremos, y conforme más exigentes nos volvamos, más difícil resultará.

Por ejemplo, a veces, uno piensa: ¡qué daría yo por estar ahora mismo en una playa del Caribe, con todo incluido, tumbado en una hamaca, a la sombra de un cocotero, con los ojos cerrados mientras escucho las olas del mar! Y lo decimos, sabiendo que es muy complicado por muchas razones (la distancia, el tiempo, el dinero,...), y sin embargo, si nos conformáramos con ir a la playa de nuestra localidad en el fin de semana, tumbado sobre una toalla en la arena, bajo la sombra de una sombrilla, también podríamos cerrar los ojos y escuchar las olas del mar, y tal vez, incluso, pudiésemos tomar un buen espeto de sardinas con una cerveza helada en el chiringuito que, en realidad, puede que sea mejor que el bufé todo incluido del hotel.

Ya ven que es sencillo. A mi juicio todo depende de nuestras exigencias. Mientras más exigentes, menos felices, mientras menos exigentes, más felices. No es una ciencia exacta, pero casi. Por eso hay personas que sólo son felices un mes al año, o ni eso, y otras que son felices a diario. Saber disfrutar de las cosas sencillas es una garantía de calidad. Ustedes deciden. Yo lo intento cada día.



viernes, 8 de mayo de 2015

Marilyn Monroe 29

Llega mayo y el buen tiempo se instala definitivamente en el calendario. Las camisas de mangas cortas y los polos dominan plenamente el vestuario. Además, mayo es un mes en el que el burbujeante frescor de las cervezas parece estar llamándote, como un pequeño diablo sentado sobre mi hombro, a todas horas del día. Pero uno está concienciado, y se propone, para disminuir el vértigo matutino de la báscula, limitar las cervezas sólo al fin de semana, lo que  no siempre consigo.

Podría decir que mayo aumenta la sonrisa de abril y que todos los encantos del mes crecen bajo su cielo, que no hay mes en el que los jardines muestren mejor su esplendor y que la belleza es más manifiesta tras su luz.

Lo cierto es que durante las templadas noches de mayo pocas cosas me apetecen más que una pieza de fruta fresca, y que una vez sentado en el sofá, mirando la tele distraídamente, mientras le doy el primer bocado a una manzana, me acuerdo del Génesis y de que Adán y Eva pecaron en El jardín del Edén, y que con sus actos nos hicieron pecadores, y que, bueno, en realidad, no está tan mal pecar por el bocado de una manzana y estoy seguro de que si, con un increíble impulso imaginativo, Marilyn Monroe hubiese sido mi Eva y yo su Adán, ahora mismo estaríamos todos muy pero que muy castigados.

jueves, 7 de mayo de 2015

Homeland. Season 2.

La segunda temporada de Homeland ha sido el anzuelo definitivo para que mi santa y yo seamos ya unos adictos a la serie. Comenzamos a ver la primera temporada recomendados por unos amigos, y bueno, la terminamos y nos gustó, pero decidimos dejar pasar un tiempo entre una temporada y otra, viendo otra serie, para facilitar la distinción de las distintas temporadas.

Así que vimos The honourable woman, que ya comenté en este mismo blog, y seguidamente regresamos a Homeland. Ahora seguramente haremos los mismo otra vez. Saltaremos a otra serie para dar un poco de tiempo entre temporadas, aunque en realidad ahora mismo, de hecho, ya estamos viendo ya otra serie, Jane the Virgin, que estamos viendo en directo y sólo un capítulo a la semana, que nos sabe a poco.

La segunda temporada de Homeland (que hemos visto en versión original), tiene un tempo, un pulso, un ritmo, o lo que quiera que sea, extraordinario. Cada capítulo te da un buen puñado de respuestas, aunque también otro buen puñado de interrogantes. Tanto las interrogantes como las respuestas son, en la mayoría de los casos, inesperadas pero totalmente válidas, y te hacen vibrar en el asiento por las posibilidades que nuevamente te abren. Los guiones, capítulo a capítulo, son absolutamente maravillosos. Un verdadero estímulo para las neuronas.

Hasta donde sé existen cuatro temporadas de 12 capítulos cada una y para el próximo otoño se espera la quinta. Si no ocurre nada, los más seguro es para el inicio de la quinta temporada ya estemos al día, y podamos ver un capítulo semanal de Homeland, aunque esto es hacer demasiadas concesiones al futuro. Vayamos paso a paso, o mejor dicho, capítulo a capítulo.

martes, 5 de mayo de 2015

20.000 Days on Earth

Me senté frente al televisor para ver el documental titulado 20.000 Days on Earth, esperando encontrarme uno de esos documentales ególatras, centrados en las maravillas de un artista que escribió el guión con la intención de protagonizarlo él mismo sobre su misma persona haciendo de él. Es decir, que comencé a ver el documental asumiendo excépticamente que tal vez en treinta minutos ya hubiese saltado a otra cosa, a pesar de que había escuchado buenas críticas sobre el documental, y de que, además, soy un gran aficionado a la música de Nick Cave y acumulaba bastantes ganas de ver el documental, aunque eso sí, también lo hacía con algo de mala espina sobre el posible resultado.

Sin embargo, el documental me agradó. No afirmaré que es una obra de arte absoluta, pero sí que es un producto diferente a lo normalmente ofertado, incluso diré que bastante original y distinto a lo que esperaba. A mí me convenció. Nick parece más un minero en busca de la inspiración que un ser iluminado al que le llega una señal divina. Es cierto que en alguna ocasión se le ve algo pagado de sí mismo -lo cual, por otro lado, es hasta comprensible y justificable-. En general el documental trata sobre la creación artística y los momentos más relevantes en la vida de Nick Cave que sobre otra cosa, aunque en ocasiones se distancia para seguidamente retomar el camino.

Los diálogos tienen agilidad e ingenio y los monólogos son concisos y oportunos. La fotografía es bastante cruda y rugosa y las escenas en las que la escurrida figura de Nick Cave va conduciendo bajo la densa lluvia de Brighton, con el fondo de cielo entre plomizo y amarillento, confieren al documental un aire a la par sacrílego y decadente.

Un buen documental si tienes curiosidad sobre el proceso de la creación artística.

sábado, 2 de mayo de 2015

Cádiz. Día 2

Para nuestro segundo día en la ciudad de Cádiz, teníamos pensado realizar alguna que otra visita cultural. Visitando algunos interiores, pues el primer día pateamos gran parte de la ciudad, visitando principalmente los exteriores, pero antes de volver a tomar el autobús repusimos energía en el desayuno y en mi caso además recargué más de la cuenta. Es lo que tienen los desayuno bufé.

Este segundo día descendimos del autobús en una parada anterior, en un lateral de La puerta de Tierra, junto al Paseo Marítimo, y la atravesamos dejando atrás la parte nueva de la ciudad y adentrándonos de nuevo en una de las ciudades más antiguas de Europa, fundada por los Fenicios hace más de 3000 años y con una historia clásica importante. Desde esta metrópolis partió Anibal para conquistar Italia, y fue una de las ciudades más pobladas durante el Imperio Romano. Entró en declive con la conquista de los visigodos, hasta que los musulmanes la conquistaron en la Batalla de Guadalete. Fue musulmana más de cinco siglos,  hasta la reconquista por la Corona de Toledo. Que sirvió para un nuevo resurgir de la ciudad con el reinado de Alfonso X. Después llegó el comercio con África y finalmente no fue hasta la Reconquista, cuando se inauguraron los Astilleros Reales, que dieron paso a la era de los descubrimientos, y el resto ya es por todos conocido.

De manera que  atravesamos La puerta de Tierra, y rememoramos y pusimos un poco en orden parte de la larga historia de la ciudad. Seguidamente subimos por la Calle San Juan de Dios, cruzándonos con el Arco de los Blanco, hasta la plaza del Ayuntamiento, y cruzamos por la calle Pelota hasta la Catedral.

Entramos en la Catedral a pesar de que se estaba celebrando una misa, lo que incrementó el espíritu de culto del templo. No pudimos hacer una visita completa por estar realizándose la misa y nos quedamos con un poco de ganas de completarla con más detenimiento, y quizás esa sea la primera excusa para una nueva visita a Cádiz.  Al salir de la Catedral nos dirigimos hacia la Plaza Topete, o Plaza de las Flores, hasta la Calle Sacramento donde está ubicada la Torre Tavira, nuestra siguiente parada.

La Torre Tavira es una de las 129 torres miradores del casco antiguo de Cádiz, de hecho, la más alta. Justo bajo la terraza han habilitado una cámara oscura desde donde una guía te ilustra sobre los distintos edificios y su historia. Es una visita muy recomendable y además desde la terraza de la torre las vistas son inigualables. Un excelente lugar para disfrutar de la ciudad.


Desde la Calle Sacramento, una de las más largas de la ciudad, entramos en la Calle San José, que nos llevó directos a la Plaza de Mina, donde está el Museo de Cádiz. Yo tenía especial interés en ver los sarcófagos fenicios de Cádiz, así como algunas estatuas de bronce fenicias. Además había estupendas obras de Zurbarán, Murillo o de Rubens, y por supuesto un gran número de obras de autores que yo desconocía y que me endulzaron la visita. La entrada era gratuita y descorazonadamente no había apenas nadie más que nosotros en el museo, aparte de los escasos y distraídos celadores. 

Tras la visita del museo habría que retomar energías porque contemplar tanta maravilla siempre abre el apetito, de manera que volvimos a la Plaza de las Flores donde el día antes vimos una freiduría con buena pinta, pero al llegar nos encontramos con que no éramos los únicos que habían tenido la misma idea, porque había que apuntarse en cola para coger mesa, y bueno, tampoco nos sobraba el tiempo, por lo que decidimos buscar un lugar alternativo y así ya teníamos otra razón para volver en otra ocasión a Cádiz. Finalmente nos sentamos en una terraza a los laterales del mercado de abastos y allí rellenamos el buche adecuadamente, aunque el café y el postre lo tomamos en una pastelería que da a la Plaza de las Flores, donde encontramos un amplio surtido de pasteles típicos.

Desde aquí fuimos perezosamente hacia la plaza del ayuntamiento, sin dejar de contemplar de nuevo la Catedral, como un último intento para retener en nuestra memoria los recuerdos imborrables que en Cádiz hemos acumulado. Cogimos un taxi que nos llevó al hotel, recogimos nuestro equipaje, lo metimos en el maletero del coche y nos pusimos en marcha de vuelta a casa, mientras en el camino ya estábamos organizando cuál será nuestra próxima escapada, con o sin niños.