Hay personas que siempre están descontentas. No son felices con nada. Son así y no lo pueden remediar. Les viene incrustado en el ADN. No sé si viene de serie o se consigue como extra con el paso de los días, pero desde pitufos se les puede adivinar el futuro de mala pipa que se están labrando. Me he tropezado con muchos de ellos a lo largo de la vida, y la verdad es que he llegado a la conclusión de que es verdaderamente imposible mantener una relación de algún tipo con ellos. Ya sea como amigo, compañero de trabajo, pareja sentimental o vecino, uno siempre acaba hastiado de ellos hasta la médula.
Se les puede reconocer esperando en la cola de la carnicería, leyendo el periódico en una cafetería, o hablando por el teléfono mientras caminan por la calle. No es difícil acertar. Son personas que siempre parecen tener un dolor de muelas en la mirada, jamás dejan propinas porque el servicio siempre les pareció deficiente, la comida siempre está o fría o demasiado caliente y el café, en su opinión, siempre se los sirven distinto de lo que lo pidieron. Escucharles pedir las cosas por favor es una quimera y dar las gracias por algo es simplemente imposible, si acaso por educación, pero se les nota que les cuesta, les chirrían los dientes mientras las dan, la columna se les arruga, la vista se les oscurece y el volumen de voz decae hasta un nivel casi imperceptible. No parecen entusiasmarse ante ningún acontecimiento, las celebraciones les son indiferentes, los regalos son absurdos, y, según ellos, nadie hace nada nunca desinteresadamente.
Tienen los rasgos avinagrados, los gestos insulsos y apagados, como su manera de vestir, y lo peor de todo es que parecen no darse cuenta de su mala pipa y malange. Si les ven sonreír, pueden sin ninguna duda, sospechar que algo les mueve, alguna razón oculta para nosotros, algo que les interese, porque, desde luego, su media sonrisa no es natural. Por la falta de costumbre se les nota que es forzada.
Este tipo de personas suelen además llevar siempre la razón y si se dan cuenta de una equivocación o error suyo, lo más normal es que no lo reconozcan. No tienen capacidad para el diálogo ni el razonamiento, mucho menos para el arrepentimiento, porque según ellos, las cosas son así y punto. Lo saben y no necesitan explicar más. Lo importante es su opinión, su punto de vista, y lo demás les importa poco, entre otras cosas porque según ellos no necesitan escuchar lo que vas a decir porque incluso antes de decirlo ya saben que estás equivocado. Si no les interesan agarran la puerta, dicen hasta luego y se van. Aunque a veces ni siquiera regalan un hasta luego, porque son más de decir adiós, porque hasta luego regala un color de esperanza sobre el futuro.
¿No me digan que no conocen a más de uno?
Se les puede reconocer esperando en la cola de la carnicería, leyendo el periódico en una cafetería, o hablando por el teléfono mientras caminan por la calle. No es difícil acertar. Son personas que siempre parecen tener un dolor de muelas en la mirada, jamás dejan propinas porque el servicio siempre les pareció deficiente, la comida siempre está o fría o demasiado caliente y el café, en su opinión, siempre se los sirven distinto de lo que lo pidieron. Escucharles pedir las cosas por favor es una quimera y dar las gracias por algo es simplemente imposible, si acaso por educación, pero se les nota que les cuesta, les chirrían los dientes mientras las dan, la columna se les arruga, la vista se les oscurece y el volumen de voz decae hasta un nivel casi imperceptible. No parecen entusiasmarse ante ningún acontecimiento, las celebraciones les son indiferentes, los regalos son absurdos, y, según ellos, nadie hace nada nunca desinteresadamente.
Tienen los rasgos avinagrados, los gestos insulsos y apagados, como su manera de vestir, y lo peor de todo es que parecen no darse cuenta de su mala pipa y malange. Si les ven sonreír, pueden sin ninguna duda, sospechar que algo les mueve, alguna razón oculta para nosotros, algo que les interese, porque, desde luego, su media sonrisa no es natural. Por la falta de costumbre se les nota que es forzada.
Este tipo de personas suelen además llevar siempre la razón y si se dan cuenta de una equivocación o error suyo, lo más normal es que no lo reconozcan. No tienen capacidad para el diálogo ni el razonamiento, mucho menos para el arrepentimiento, porque según ellos, las cosas son así y punto. Lo saben y no necesitan explicar más. Lo importante es su opinión, su punto de vista, y lo demás les importa poco, entre otras cosas porque según ellos no necesitan escuchar lo que vas a decir porque incluso antes de decirlo ya saben que estás equivocado. Si no les interesan agarran la puerta, dicen hasta luego y se van. Aunque a veces ni siquiera regalan un hasta luego, porque son más de decir adiós, porque hasta luego regala un color de esperanza sobre el futuro.
¿No me digan que no conocen a más de uno?
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