sábado, 24 de agosto de 2013

Pasajero K - Adolfo García Ortega

Recibí este libro como regalo de mi último cumpleaños. Una pareja amiga, preñada de buenas intenciones y mejor gusto literario, lo eligió por mí. No había oído hablar ni del autor ni de la novela. Era un autor totalmente desconocido para mí. Quizás me habría cruzado con él en la estantería de alguna librería, pero no husmeé jamás -que yo recuerde- en la breve introducción o sinopsis de la cubierta posterior, y mucho menos aún en la cubierta interior.

La misma noche en la que lo recibí, de vuelta a casa, tumbado en la cama, bajo la sosegada tranquilidad de la claridad de una lámpara, leí con curiosidad y detenimiento las reseñas favorables que adornaban el libro. Una de ella me llamó especialmente la atención:
"Lleva una carrera de novelista tan sólida, rigurosa y arriesgada como silenciosa", Marcos Maurel, El Periódico.
¡Y tan silenciosa! -pensé-. Además, algunas de las reseñas eran hermosamente favorables como la de mi admirado Antonio Muñoz Molina:
"Adolfo García Ortega depara siempre al lector un efecto luminoso"
Fui descubriendo que Adolfo García Ortega había publicado hasta la fecha: once novelas, seis libros de ensayo y otros nueve de poesía. ¡Y eso era solo lo que decía la Wikipedia! Empecé a removerme en la cama inquieto. Primero por mi ignorancia con respecto al autor y su obra, y segundo porque después de leer el prólogo comprendí inmediatamente que era una novela que tendría que leer en soledad, sin interrupciones, casi con dedicación. Transpiraba un sentimiento tan íntimo y recogido que pensé que era un libro que no podría leer con los dibujos animados como música de fondo, ni en los breves minutos sueltos que atrapo a lo largo de un día. No, este libro precisaba de silencio y soledad.

Acabo hace unos minutos de terminar de leerla y he vuelto a leer el prólogo y las reseñas, y estoy de acuerdo con prácticamente todas y cada una de las maravillas que se cuentan sobre el autor y la novela.

No voy a contarles de qué va, no voy a comparar a la novela con otra novela, ni al autor con otro autor, ni voy a hablarles del estilo ni del género, a pesar de que sí que he imaginado ciertos paralelismos y similitudes, porque no quisiera estropear la lectura del libro para otras personas con estas palabras que escribo. Al contrario, sólo pretendo dar las gracias porque una vez leído, ahora, el sentido de la palabra regalo es más completo que cuando me lo entregaron. Gracias.

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