sábado, 25 de mayo de 2013

Vera

Paseaba entre la gente como si nadie la viese, como si fuese invisible, pero todos la observaban. Acariciábamos su juvenil frescura con la mirada. En la mano izquierda sostenía un libro del que no pude leer el título, en los oídos unos auriculares cuyo cable se perdía en el bolsillo trasero de unos vaqueros cortados a la altura de los muslos. Muy cortos. Llevaba el pelo suelto, castaño y largo, algo enredado. Miraba hacia un lado y hacia el otro en mitad de la calle principal del rastro con una desgarbada curiosidad. La camiseta de amarillo gastado dejaba transparentar un sostén blanco. Levantó la mano para llamar a alguien, gritó un nombre que no entendí y un joven con gafas oscuras y un cigarrillo atrapado en su sonrisa, se acercó hacia ella y la besó. Apasionadamente. Le quitó uno de los auriculares y le dijo algo en el oído, ella sonrió y seguidamente le devolvió una cariñosa bofetada en la mejilla, él quiso pellizcarle en el trasero y ella, apartándose, dejó caer el libro. Miré hacia el suelo y pude ver mientras el chico recogía el libro que llevaba tatuado en el antebrazo con un estilo de letra gótica el nombre de Vera. 

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