La cruda realidad no es nunca como se espera. Uno trata de imaginar las cosas que le van a suceder, piensa en el día de mañana, presupone las dificultades que encontrará y cree sentirse preparado para vencerlas. Pero no es cierto, nunca se está listo para lo que está por venir, al menos nunca se está listo de una manera absoluta, entre otras cosas porque es imposible prepararse para lo inesperado. La realidad una vez en nuestro presente, claro está, no encaja, no se ajusta a las perspectivas de futuro que uno prefiguró, algo se dobló o se marchitó. Uno siempre esperaba más de su futuro.
Idealizamos el futuro como también idealizamos el pasado, aunque no el pasado inmediato, al menos yo no, sino el pasado que está prolongado en nuestra memoria. La memoria difumina nuestro pasado en un proceso progresivo y disimulado, de tal manera que recordamos deformaciones de nuestra memoria. Poco a poco vamos seleccionando y dando forma a nuestros recuerdos, vamos matizándolos con el barniz dulce de la añoranza. Modificamos los recuerdos de una manera tan sutil e inconscientemente que verdaderamente somos incapaces de distinguir cuál es el pasado real y cuál es nuestro pasado recreado, pues éste ya sustituyó al primero. Sustituimos el pasado "real" por nuestro pasado elaborado con nuestra inconsciente subjetividad.
Con el futuro -me parece a mí- ocurre algo parecido, pero bastante más exagerado. El futuro, a diferencia del pasado, no se va desdoblando de una realidad a otra modificada sino que arranca de un pensamiento irreal y poco a poco va tomando forma, según avanza el tiempo en algo real. Es como un intercambio simétricamente opuesto al realizado con el pasado. El futuro es más goloso, está siempre por escribir, y por lo tanto, lo idealizamos a nuestra conveniencia, a nuestro gusto, pero a diferencia del pasado, el futuro nos puede dejar como embusteros, o soñadores, nos enfrenta con la realidad.
Poco a poco vamos aprendiendo que el futuro no es como lo esperábamos, ni mucho menos como lo soñábamos. El futuro, con el paso del tiempo se convierte en presente, y no suele encajar ni acoplarse a lo que nosotros esperábamos de él. Pusimos tantas ilusiones en el futuro que cuando llegó, después de haber estado anclado en ese periodo indeterminado de tiempo por llegar, una vez que se hace presente, nos defrauda, casi que nos sentimos engañados.
Por suerte no siempre es así. Hay quien pone tan pocas expectativas en el/su futuro y vive tan involucrado en el presente que el futuro le es indiferente, hay quien pone tan pocas esperanzas en el futuro, o peor, lo imagina tan vago, que no espera nada de él. No lo tiene en cuenta.
Por eso la frase de que "grandes expectativas provocan grandes decepciones" siempre me ha parecido un buen ejemplo a seguir.
Mi futuro no sé como será. Sinceramente no pretendo imaginarlo, entre otros detalles porque puede que no exista, o no mucho más adelante. No lo sé. No diré que no me importa, porque mentiría, pero prefiero no malgastar mi ahora, mi presente, en pensar en mi después.