Había escuchado hablar mucho y bien de Jean Echenoz, especialmente de su último libro, 14. Así que para las navidades pasadas, en una de mis visitas a la librería, me lo traje bajo el brazo. Luego lo coloqué en la estantería para que esperara hasta el día que le llegara su momento. Hay libros que han caído en mis manos antes de su primera noche y otros, en cambio, que bien pueden llevar dos mil noches esperando que los abran. Éste no se ha hecho esperar tanto.
No quiero contar mucho del libro porque es un libro breve, quizás demasiado breve (apenas 91 páginas), y casi cualquier cosa que comente puede resquebrajar la idea inicial de cada uno. Especialmente en este libro.
En principio mi idea era leerlo de un tirón, pero al final, mientras lo leía, decidi hacerlo en dos. Cuando apenas me quedaban dos capítulos lo cerré porque me dio vértigo terminarlo y encontrarme que al día siguiente ya estaba concluido. Decidí dejarme los dos últimos capítulos para disfrutarlos a la mañana siguiente, con la plenitud que reposa en las primeras horas del día recién inaugurado, cuando todos en casa están dormidos y el silencio absorbe todos los rincones de la casa. Fue una buena decisión.
Con esto que les estoy contando no pretendo predisponerlos a que lo lean en dos días o en uno, sino a que lo lean. No se arrepentirán.
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