La semana pasada vimos la película Lope, que llevábamos mi santa y yo bastante tiempo con ganas de ver, pues después de la visita que realizamos a la Casa Museo de Lope de Vega este pasado verano, en Madrid, tras nuestro intento fallido las navidades anteriores, había crecido en nosotros unas enormes ganas de visitarla.
La película me gustó y hasta se me hizo corta, y eso que la comenzamos bien entrada la noche, incluso habíamos comentado la posibilidad de ver la mitad de la película esa noche y la otra mitad la noche siguiente. Pero no hizo falta y la vimos de un tirón. Casi sin darnos cuenta llegamos al final, y el final, precisamente, es lo que más me gustó, quiero decir, no como acaba la película, que ya me hubiera gustado a mí que se hubiese extendido más en la vida de Lope, sino que me gustó la elección del poema del final de la película.
Hacía años que no leía ni escuchaba el Soneto 126 de Lope, uno de los pocos poemas que hace mucho conseguí aprender de memoria. Habré aprendido de memoria no más de 5 ó 6 poemas en toda mi vida, éste de Lope era uno de ellos, pero ahora no recuerdo ninguno y me sentiría incapaz de recitar alguno de memoria, pero inexplicablemente, conforme el protagonista fue recitándolo en la película, fui recordándolo. Mi mente fue a rescatar aquellos versos perdidos en el olvido, silenciados por mi despego, pero que inspiradoramente regresaron en el preciso momento en el que quería recitarlos, y así, para redondear mi particular final de la película, recité simultáneamente con el protagonista, y casi sin error, los dos últimos tercetos del hermoso poema. Uno de los más bellos sonetos que jamás leí.
Soneto 126
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso:
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso:
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño:
creer que un cielo en un infierno cabe;
dar la vida y el alma a un desengaño,
¡esto es amor! quien lo probó lo sabe.
Félix Lope de Vega y Carpio
Hacía años que no leía ni escuchaba el Soneto 126 de Lope, uno de los pocos poemas que hace mucho conseguí aprender de memoria. Habré aprendido de memoria no más de 5 ó 6 poemas en toda mi vida, éste de Lope era uno de ellos, pero ahora no recuerdo ninguno y me sentiría incapaz de recitar alguno de memoria, pero inexplicablemente, conforme el protagonista fue recitándolo en la película, fui recordándolo. Mi mente fue a rescatar aquellos versos perdidos en el olvido, silenciados por mi despego, pero que inspiradoramente regresaron en el preciso momento en el que quería recitarlos, y así, para redondear mi particular final de la película, recité simultáneamente con el protagonista, y casi sin error, los dos últimos tercetos del hermoso poema. Uno de los más bellos sonetos que jamás leí.
Soneto 126
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso:
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso:
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño:
creer que un cielo en un infierno cabe;
dar la vida y el alma a un desengaño,
¡esto es amor! quien lo probó lo sabe.
Félix Lope de Vega y Carpio
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