Nos unimos unos buenos amigos con ganas de pasarlo bien, fijamos una fecha en el calendario, un lugar donde pasar las noches, dos coches, y poco más. Nos arrojamos a la carretera para llenar los ojos de horizontes, pero también -¿por qué no admitirlo?- para llenar el buche de mala manera. La excusa era pasar un fin de semana, o más bien un puente, en
la localidad jienense de Baeza y una vez allí, visitar Úbeda, o Mágina,
trasunto de Úbeda en las novelas de Muñoz Molina.
Pero ocurrió que antes de echarnos a la carretera para engullir paisajes, antes de llenarnos el buche de mala manera, antes aun de llenar el depósito de gasoil, mucho antes, ya estaba Mágina en los libros de Muñoz Molina. Y una vez que supe que Mágina respiraba en algunos de sus libros, decidí que quería descubrirla -me lo aconsejaron-. Así que paseé por las calles de Mágina antes de hacerlo por las de Úbeda, y también me adentré en sus parques, en su noche oscura de pasos con ecos solitarios, y lo hice en la novela Plenilunio, donde no aparece Mágina pero sí sus esquinas, sus cielos y sus iglesias, sus plazas y su lluvia ligera. La visité detrás de la mirada de un inspector de policía que perseguía los pasos de un asesino, un animal, una bestia brutal. Paseé amargamente buscando su mirada, una mirada que arrastraba un pecado, y busqué unas manos vigorosas, asesinas, y me hallé, capítulos por medio, abrazado por una maestra de cálidas curvas y pelo corto.
En noches acompañado de Plenilunio visité Mágina, la Úbeda literaria, la Úbeda de Muñoz Molina, antes de visitar la verdadera Úbeda, y conocí sus plazas y sus esquinas y descubrí que entre las páginas de una novela se ocultan muchas cosas, pero que también se muestran muchas otras. Y antes de acabar de leer Plenilunio, antes de conocer el desenlace de la novela, antes de girar la última esquina de la ciudad literaria, me encontré en Úbeda, después de haberme llenado los ojos de horizontes y en parte también había llenado el buche, y una vez allí realicé una visita literaria sobre la ciudad de Úbeda dentro de las novelas de Muñoz Molina, es decir, de Mágina. De esta manera tan literaria visité Mágina en Úbeda, y comprendí durante el recorrido de la visita, reconociendo las plazas que había descubierto en Plenilunio, que me encontraba en Mágina estando en Úbeda. Y que aunque andaba por Úbeda, yo, personal y verdaderamente, caminaba por un trasunto, por una ciudad literaria, una ciudad repleta de personajes, y mis ojos durante la visita buscaban instintivamente, enfermos de literatura, la mirada de un animal, de una mala bestia, de un asesino, que encontré definitivamente en las últimas páginas del libro, días después de haber paseado por Úbeda, digo por Mágina, quiero decir, por un trasunto.
Les recomiendo fervorosamente doblar las esquinas de Úbeda a través de las páginas de Pleniluinio.