Nos unimos unos buenos amigos con ganas de pasarlo bien, fijamos una fecha en el calendario, un lugar donde pasar las noches, dos coches, y poco más. Nos arrojamos a la carretera para llenar los ojos de horizontes, pero también -¿por qué no admitirlo?- para llenar el buche de mala manera. La excusa era pasar un fin de semana, o más bien un puente, en
la localidad jienense de Baeza y una vez allí, visitar Úbeda, o Mágina,
trasunto de Úbeda en las novelas de Muñoz Molina.
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En noches acompañado de Plenilunio visité Mágina, la Úbeda literaria, la Úbeda de Muñoz Molina, antes de visitar la verdadera Úbeda, y conocí sus plazas y sus esquinas y descubrí que entre las páginas de una novela se ocultan muchas cosas, pero que también se muestran muchas otras. Y antes de acabar de leer Plenilunio, antes de conocer el desenlace de la novela, antes de girar la última esquina de la ciudad literaria, me encontré en Úbeda, después de haberme llenado los ojos de horizontes y en parte también había llenado el buche, y una vez allí realicé una visita literaria sobre la ciudad de Úbeda dentro de las novelas de Muñoz Molina, es decir, de Mágina. De esta manera tan literaria visité Mágina en Úbeda, y comprendí durante el recorrido de la visita, reconociendo las plazas que había descubierto en Plenilunio, que me encontraba en Mágina estando en Úbeda. Y que aunque andaba por Úbeda, yo, personal y verdaderamente, caminaba por un trasunto, por una ciudad literaria, una ciudad repleta de personajes, y mis ojos durante la visita buscaban instintivamente, enfermos de literatura, la mirada de un animal, de una mala bestia, de un asesino, que encontré definitivamente en las últimas páginas del libro, días después de haber paseado por Úbeda, digo por Mágina, quiero decir, por un trasunto.
Les recomiendo fervorosamente doblar las esquinas de Úbeda a través de las páginas de Pleniluinio.