Hablar de una Karmeliet Tripel es hablar de palabras mayores en lo que a innovación y originalidad se refieren cuando se habla de una cerveza de doble fermentación.
En mi opinión la Karmeliet Tripel es una cerveza belga casi única. La idea de elaborar una cerveza multicereal (cebada, trigo y avena) con la adición de distintas especias, así como mezclarla con aroma de naranja, es una arriesgada y relativamente novedosa decisión. Según leo por Internet los cereales se agregan tanto crudos como malteados consiguiendo en conjunto un intenso sabor que se mantiene desde el inicio hasta el final, además la cerveza recibe posteriormente una refermentación en la misma botella.
El resultado es muy equilibrado y extrañamente dulce a pesar de sus 8,4 % de alcohol. Su color dorado y bronceado, una cremosa y abundante capa de espuma, con un fino toque a naranja hacen que la Karmeliet Tripel haya pasado desde mi primera toma a ser considerada como una cerveza "top". (Joder, hablo como Mourinho).
Otro de los detalles a resaltar de la cerveza es su presentación. Viene presentada en el clásico botellín de 33 cl, con una etiqueta donde se muestra la típica estampa, en colores ocres, de una recogida de cereal, con el nombre impreso en letra gótica y el escudo de la flor de lis, adoptada por su parecido con la receta de elaboración de la cerveza hallada en los Carmelitas (del que heredan el nombre) de la ciudad de Dendermonde en 1679.
También impreso en la etiqueta se indica la recomendación de servirla entre seis y nueve grados centígrados, aunque esto es cuestión de gustos. Viene además distinguida con un gran número de premios, todos ellos de mucho prestigio, y aunque reconozco que suelo desconfiar de ellos, es cierto que en esta ocasión han acertado de pleno.
Me quito el sombrero que no llevo ante esta cerveza. Sin duda una de las cervezas más completas que he catado nunca. Una cerveza extraordinaria y sorprendente.
Otro de los detalles a resaltar de la cerveza es su presentación. Viene presentada en el clásico botellín de 33 cl, con una etiqueta donde se muestra la típica estampa, en colores ocres, de una recogida de cereal, con el nombre impreso en letra gótica y el escudo de la flor de lis, adoptada por su parecido con la receta de elaboración de la cerveza hallada en los Carmelitas (del que heredan el nombre) de la ciudad de Dendermonde en 1679.
También impreso en la etiqueta se indica la recomendación de servirla entre seis y nueve grados centígrados, aunque esto es cuestión de gustos. Viene además distinguida con un gran número de premios, todos ellos de mucho prestigio, y aunque reconozco que suelo desconfiar de ellos, es cierto que en esta ocasión han acertado de pleno.
Me quito el sombrero que no llevo ante esta cerveza. Sin duda una de las cervezas más completas que he catado nunca. Una cerveza extraordinaria y sorprendente.
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