
Aquella Sevilla mal gobernada por Felipe el cuarto, estaba inundada por un ambiente barajado de rufianes, malhechores y sin vergüenzas, pero al mismo tiempo, era una ciudad rica, poderosa e influyente, donde atracaban los galeones que traían en sus bodegas el oro de las Indias y desde donde se disolvía, como sal en el agua, hacia el resto del imperio.
En un mundo donde la espada a veces llegaba donde no alcanzaba la pluma, el Capitán recibe un encargo donde habrá que matar y mucho, donde el instinto será el modo más eficaz de mantener a raya al destino.
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