jueves, 14 de junio de 2012

Sobre buenos hombros

Durante esto días, inmersos que estamos en el acontecimiento futbolístico europeo del año, uno, casi sin querer, retrotrae a la mente las imborrables imágenes que todos atesoramos de los anteriores éxitos de nuestra selección de fútbol. Cerramos los ojos y nos vemos disfrutando como si de nuestro sueño más dulce se tratase, intentando sentirlos muy presentes, pero que sin embargo, a pesar del esfuerzo resulta complicado, porque es evidente que existe una diferencia notable entre aquel antes y este ahora y es que irremediablemente hay algo que nos está faltando en esta ocasión y que de alguna manera nos está causando -o al menos a mí sí- una lastimosa incertidumbre.

Supongo que todos adivinaréis que lo que echo en falta son los acertados pronósticos de nuestro querido Paul, aquel pulpo tan certero y efectivo que no hacía más que mostrarnos antes de cada eliminatoria su predilección por engullir mejillones con la bandera española, demostrando así las inclinaciones que tomaba por nuestra causa. La cosa es que tras aquellos homenajes del octópodo, seguidamente los resultados se sucedían según las inequívocas directrices de aquel ser superior. Sus elecciones coincidían con los resultados favorables de nuestra selección, de manera que si el pulpo Paul se decidía en su pecera a tomar partido por el mejillón de nuestros colores, todos, sin intentar comprender ni analizar la situación -porque no existía explicación posible-, creíamos a pies juntillas que nuestra selección iba a ganar la eliminatoria. Así, sin más, casi como una tribu cree a su chamán. La cosa es que por una razón u otra echo de menos aquella sensación de estúpida tranquilidad que nos trasmitía conocer que Paul, una vez más, había tomado parte por nuestra causa.

Ahora Paul no está entre nosotros, pero me anima pensar que aunque no esté aquí para pronosticar involuntariamente, o no tan involuntariamente, los resultados que luego extrañamente llegaban siempre a favor de nuestra selección, Paul se encuentra en nuestras mentes, en nuestros corazones y en algunos casos en nuestra piel, y así, de alguna singular manera seguro que se siente bien.


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