Hoy al despertar, de camino al baño, me he sorprendido silbando una cancioncilla tonta, una de esas pegadizas de las que cuesta deshacerse, y que una vez que se pega, la lleva uno a cuestas durante todo el día. Llevaba pegada a mis labios desde anoche y no he podido soltarla ni en el más profundo de mis sueños.
Me duché entonando la cancioncilla inconscientemente y mientras me secaba, mirándome en el espejo, vi que, de alguna forma, mi rostro me mostraba estúpidamente feliz. Me vestí, agarré la cartera, las llaves del coche y salí a comprar el periódico, una barra de pan y llenar el depósito de gasolina. Una vez en el coche, bajé las cuatro ventanillas y conduje disfrutando del limpio aire matutino, del olor a tierra mojada, del olor a café recién hecho que había delante de la cafetería La Unión. Ocupé un taburete en la barra, y Juanfra, amigo mío de tiempo, me dijo que sabía que iba a venir, que me estaba esperando y que, como yo, hoy no iba a faltar ni uno. Juaaanfra, no te enfaaades, le dije, que hoy es jueves santo.
Volví a casa con una bolsa de churros de compañera de asiento, silbando esa pegadiza y machacona cancioncilla que me tiene entregado...¡campeoooones, campeoooones, oé oé oé!
Pd: Esta es mi diabólica entrada 666, justo en jueves santo. ¡Madre mía!
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