Les contaba en la entrada anterior que Muñoz Molina me había dedicado uno de mis libros favoritos, Sefarad, y que desde entonces lo atesoro como la mayor joya de mi biblioteca. Y pensando en ello, me acordé de Marilyn Monroe y de una instantánea en la que aparece entregándole una foto suya, supuestamente dedicada, a uno de sus admiradores. Y aunque es una forma distinta de admiración, no por ello Marilyn dejaba de mostrar la mejor de sus sonrisas.
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