martes, 25 de noviembre de 2014

La llamada

Había dejado de llover. Los árboles aún goteaban la tristeza gris que pesaba en su ramas. Las aceras, desgastadas tras millones de pasos, estaban empezando a cobrar vida, y asomado al único rectángulo de luz que le ofrecía la ventana de la habitación, decidió que lo mejor que podría hacer en aquel atardecer era dejarlo todo.

Bajó por las escaleras de aquella pensión inmunda que ocultaba entre sus paredes los mejores recuerdos de su vida. Retener aquellos recuerdos le mantenían aún atrapado entre aquellas cuatro paredes, pero después de tres días encerrado, esperando una llamada, comprendió que tendría que abandonarla.

Se había citado con ella en la vieja cafetería donde en tantas veces habían disimulado su amor. Eligió una mesa apartada, y esperándola fue apagando colillas una encima de otra. Cuanto más consultaba el Tag Heuer que ella le había regalado, más lento se arrastraba el tiempo. Dos horas después regresó a aquellas cuatro paredes acompañado de un chop suey insípido que había comprado en un local de comida para llevar del barrio chino. 

No tenía apetito. Intentó dormir, olvidar. Encontrar una salida a aquella relación prohibida que le estaba destrozando la vida. Pero lo único que sabía hacer, la única posibilidad que tenía para volver a verla era esperar una llamada.

Despertó a media noche y sacudió los restos de ceniza caídos en las sábanas. El chop suey, a esa intempestiva hora, no le pareció tan insípido. Hubiera querido salir a pasear. Le agradaba caminar de madrugada por calles solitarias, pero comprendía que lo único que podía hacer era esperar una llamada.

Comenzaba a filtrarse la claridad de la mañana por los intersticios de la persiana cuando por fin sonó el teléfono, hubiera deseado desahogar su ira sobre ella, pedir explicaciones y escupir absurdos reproches, pero sabía que era inútil pues ya conocía las respuestas, en cambio solicitó un lugar de encuentro y una hora. Ella estaba ya allí. Esperándole. Colgó el teléfono y salió de la habitación como alma que lleva el diablo sin apagar las luces.


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