Acababa de enterarme de que a Patrick Modiano le habían concedido el premio Nobel de Literatura y entresaqué de mi biblioteca el único libro que poseo del autor francés, Dora Bruder, el cual compré este verano en el rastro, creo recordar que a un precio irrisorio.
Tras echarle un vistazo y leer el prólogo de Adolfo García Ortega, del que el año pasado leí su novela Pasajero K, lo puse en la cola de la mesa de noche para leerlo cuando terminara unos cuantos libros que tenía por allí atascados, esperando el semáforo en verde.
Un poco alentado por la curiosidad de leer por primera vez al Nobel francés, lo adelanté. Comencé a leerlo y la noche siguiente ya casi lo había terminado, pero dejé los últimos capítulos para postergar el final una jornada más.
Es un libro sobrecogedor, inteligente, pausado, con acertados y oportunos silencios, con saltos en la imaginación de un hombre cuya curiosidad acierta en el resumen fragmentado de una vida interrumpida, de una raza humillada y, sobre todo, de una sinrazón y ceguera del sentido común de la humanidad difícilmente comprensible.
Éste es un libro que seguro volveré a leer. Porque es simplemente maravilloso. Un verdadero premio para mi vida.
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