domingo, 9 de noviembre de 2014

El muro de Berlín

El muro de Berlín era un muro de vergüenza. Un muro que separaba una ciudad en dos ciudades. Una frontera cruel e inhumana. Un paréntesis de ignorancia en la línea de la historia, una derrota del razonamiento y el entendimiento. El producto consecuente del ladrillo pesado y hueco en el cerebro de los dirigentes. El símbolo del desacuerdo, del necio odio y de la expansiva incapacidad de dirigentes con voluntades obcecadas, que alinearon la barbarie de sus ineptas ideas dividiendo una ciudad. 

Con la estrechez de su raciocinio escindieron despiadadamente la precaria vida de una ciudad derrotada y humillada. Proyectaron cobardemente una ruptura indecente, seccionando así la vida de sus habitantes. Separaron familias enteras, rompieron lazos de amistad, quebraron sentimientos, compromisos, afinidades y cortaron el cordón umbilical que unía mediante la concordia, el entendimiento y el amor a cientos de miles de personas. 

Con ese muro de vergüenza dilapidaron sueños, promesas, proyectos, el futuro, y lo que era aún peor, el presente de muchísimas vidas. Descompusieron la epidermis de una ciudad justo cuando cicatrizaba y se rehacía de su propia humillación. 

En las navidades de 2006 visité Berlín, y pude comprobar con mis propios ojos aquel muro frío e hiriente. Tan solo quedaban pequeños tramos de muros, intermitentes recuerdos de su indecencia. Aquellos voluminosos escombros, aquellas barreras verticales producían inquietud cuando uno se situaba ante ellos. Sólo pensar que aquel muro imposibilitaba contemplar completamente aquel paisaje producía aturdimiento. Aquel muro gris y opresivo era el abandonado despojo de un pasado turbio y deshonroso. 

Estos días se celebran 25 años del fin aquella indecente barbarie. Éste vídeo es un bonito homenaje.


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