El mejor trago de cerveza siempre es el primero, y si ese primer gran buche llega después de recorrer casi trescientos kilómetros al volante, en una tórrida tarde de verano, a través de autovías desiertas, en horizontes divididos por una larga línea gris de asfalto, con el ardiente sol como único compañero pues los demás ocupantes del coche descansan con los cuellos estirados hasta el límite de sus posibilidades, entonces, ese ansiado primer trago, se siente como el justo premio tras un cansado viaje de vuelta a casa, como un trofeo bien merecido, aunque todos sabemos que no existe mejor premio que volver sanos y salvos a casa.
Ese primer trago, en esta ocasión, ha sido de una Estrella Damm Inedit, una cerveza intensamente aromática, muy turbia y de color claro, con una espuma abundante de burbuja menuda, de ligero sabor final anaranjado y con un delicado toque alimonado que me recordó a la cerveza belga Hoegaarden Wit Blanche. Posee bastante cuerpo pero al mismo tiempo es muy refrescante y tiene sólo un 4'8 % de alcohol.
Es una cerveza que se recomienda servir en copa de vino y a una temperatura entre 4 y 8 grados -como casi siempre, vamos-. Tal y como la recomendaron me la tomé, aunque en la foto no sale la copa porque en esta ocasión la foto es un selfie, ya que estaba solo en casa.
Esta cerveza la tenía yo reservada para publicarla el día que ganáramos la estrella que hiciera pareja con aquella que ganamos hace cuatro años y que adorna las camisetas de la selección, pero como no ha podido ser, en consecuencia, como la selección, ésta también ha caído antes de tiempo.
Esta cerveza la tenía yo reservada para publicarla el día que ganáramos la estrella que hiciera pareja con aquella que ganamos hace cuatro años y que adorna las camisetas de la selección, pero como no ha podido ser, en consecuencia, como la selección, ésta también ha caído antes de tiempo.