En la vida tienes que tomar decisiones, no hay manera de evitarlo, puedes elegir un método u otro para hacerlo pero al final toca elegir. Tomar decisiones constantemente es la esencia de la vida. Qué hacer, girar hacia un lado o hacia otro, elegir entre esto o aquello, tomar o dejar, ahora o después, las variables son múltiples, a veces no consigues lo que esperabas, otras, en cambio, llegan sin esperarlas. Tomar decisiones es abrir una puerta, o llamar a un teléfono, escribir una
entrada en un blog, decir te quiero, comprar un libro, elegir en la
carta de un restaurante, besar, mirar al futuro o al pasado, todo está
rodeado de elecciones. Muchas decisiones importantes en nuestras vidas, aunque nos cueste admitirlo, las toman otros por nosotros y siempre existe un gran porcentaje de azar. Podemos comprender que la vida es simplemente así y vivir con ello, o negarlo y también vivir con ello. Son posibilidades.
El azar envuelve prácticamente todo. Crees que eliges pero en realidad no depende de ti, porque todo está supeditado al azar. Tomamos decisiones complicadas o simples, indiferentes e incluso sin saberlo, también realizamos elecciones absurdas, interesadas o desinteresadas, a ciegas o a última instancia lanzando una moneda al aire. El azar siempre está presente. Admitirlo es convencerse de una verdad incómoda, porque nos gusta creer que llevamos las riendas de nuestras vidas, pero es falso. Así como nada es absoluto, ni nada está predeterminado ni definido de antemano, en realidad, nada es netamente decisión nuestra. Es el azar el que reparte las cartas.
Pero ocurre muchas veces que las elecciones son complicadas. Puedes desear hacer algo, aunque comprendes que no es el mejor momento, quieres pero no debes, te gustaría pero no lo tienes claro, sopesas pros y contras, evalúas ventajas y desventajas, posibilidades y probabilidades, puntos a favor y puntos en contra. Aun así, cuesta decidir. Te surgen dudas que marean tu elección, pero de pronto, de manera inesperada, algo nuevo y fortuito entra en escena, las circunstancias de repente han variado, extraes un significado aclaratorio al novedoso condicionante, aparece una oportunidad, y de repente tu elección comienza a volcarse hacia un lado, la ocasión parece franca. Entonces todo da un vuelco, sientes tener clara la decisión, y consecuentemente la tomas, estás seguro. Al final todo siempre se reduce a una sola decisión: sí o no.
El azar envuelve prácticamente todo. Crees que eliges pero en realidad no depende de ti, porque todo está supeditado al azar. Tomamos decisiones complicadas o simples, indiferentes e incluso sin saberlo, también realizamos elecciones absurdas, interesadas o desinteresadas, a ciegas o a última instancia lanzando una moneda al aire. El azar siempre está presente. Admitirlo es convencerse de una verdad incómoda, porque nos gusta creer que llevamos las riendas de nuestras vidas, pero es falso. Así como nada es absoluto, ni nada está predeterminado ni definido de antemano, en realidad, nada es netamente decisión nuestra. Es el azar el que reparte las cartas.
Pero ocurre muchas veces que las elecciones son complicadas. Puedes desear hacer algo, aunque comprendes que no es el mejor momento, quieres pero no debes, te gustaría pero no lo tienes claro, sopesas pros y contras, evalúas ventajas y desventajas, posibilidades y probabilidades, puntos a favor y puntos en contra. Aun así, cuesta decidir. Te surgen dudas que marean tu elección, pero de pronto, de manera inesperada, algo nuevo y fortuito entra en escena, las circunstancias de repente han variado, extraes un significado aclaratorio al novedoso condicionante, aparece una oportunidad, y de repente tu elección comienza a volcarse hacia un lado, la ocasión parece franca. Entonces todo da un vuelco, sientes tener clara la decisión, y consecuentemente la tomas, estás seguro. Al final todo siempre se reduce a una sola decisión: sí o no.
Una vez tomada la decisión final, sin posible vuelta atrás, uno comprende que aunque aparentemente tomó una decisión -ya se verá si acertada o no- son las circunstancias las que verdaderamente motivaron nuestra elección, las que condicionaron nuestra decisión, pero ¿qué son las circunstancias sino puro azar?
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