No había leído nada de Virginia Woolf hasta el fin de semana pasado, quiero decir nada de entidad, pues todo el mundo ha leído alguna vez una cita o algún párrafo suelto de la escritora británica. Sí había leído, en cambio, varias notas breves en relación a su biografía, y artículos sobre su peculiar personalidad y carácter y también sobre su distintivo final de vida. Recuerdo haberlos leído alrededor de la fecha de lanzamiento o promoción de Las horas, aquella maravillosa película -que debo volver a ver- dirigida por Stephen Daldry e interpretada por un magnífico trío de actrices (Meryl Streep, Nicole Kidman y Julianne Moore).
Siempre tuve curiosidad por leer algo de Virginia Woolf y finalmente cedí ante mi curiosidad escogiendo no sé muy bien por qué este ensayo sobre la mujer y la literatura. En realidad lo hice porque sólo tengo un par de libros de ella y la traducción de éste corría a cargo de Jorge Luis Borges, que es sinónimo de buen trabajo, y ello resultó decisivo para decidirme.
El ensayo llega a la conclusión de que para que una persona, en este caso una mujer, pueda expresarse libremente, para poder desarrollar naturalmente sus capacidades, es necesario poseer un cuarto propio con una cerradura en la puerta así como una pensión o ingresos constantes suficientes (quinientas libras al año).
En las apenas ciento veinte páginas del ensayo, Virginia Woolf desmenuza gran parte de la historia de la literatura de Reino Unido, e intenta explicar y comprender la poca cantidad de mujeres escritoras que encontramos en ella. El ensayo resulta entretenido a la par que educativo, aunque algunos párrafos al leerlos en el siglo XXI resultan anticuados y fuera de contexto, pero uno comprende que en su momento, cuando se publicó (1929) debieron ser terriblemente actuales.
Pd: Otra de las razones que me inclinaron a leer a Virginia Woolf es que mi santa dice -casi me acusa- de que leo muy pocos libros escritos por mujeres -y no le falta razón-, así que decidí coger al toro por los cuernos.
El ensayo llega a la conclusión de que para que una persona, en este caso una mujer, pueda expresarse libremente, para poder desarrollar naturalmente sus capacidades, es necesario poseer un cuarto propio con una cerradura en la puerta así como una pensión o ingresos constantes suficientes (quinientas libras al año).
En las apenas ciento veinte páginas del ensayo, Virginia Woolf desmenuza gran parte de la historia de la literatura de Reino Unido, e intenta explicar y comprender la poca cantidad de mujeres escritoras que encontramos en ella. El ensayo resulta entretenido a la par que educativo, aunque algunos párrafos al leerlos en el siglo XXI resultan anticuados y fuera de contexto, pero uno comprende que en su momento, cuando se publicó (1929) debieron ser terriblemente actuales.
Pd: Otra de las razones que me inclinaron a leer a Virginia Woolf es que mi santa dice -casi me acusa- de que leo muy pocos libros escritos por mujeres -y no le falta razón-, así que decidí coger al toro por los cuernos.
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