El pasado mes de junio la RAE actualizó las modificaciones introducidas en la última versión del diccionario de la lengua en Internet. Y echándole un vistazo por encima no deja de sorprenderme que palabras que llevo escuchando casi toda la vida estén incluidas ahora, por primera vez, en el diccionario: canalillo, culamen, peñazo, minicadena, equipación, billonario, gayumbos o gruista, entre otras. También se puede ver que los éxitos deportivos tienen su sitio: paradón, bicampeón, ochomil o incluso orgásmico, ya están en el diccionario. Luego hay un amplio número de palabras que van con los tiempos: espanglish, sushi, sudoku, bioclimático, cienciología, cuentacuentos, energizante, emplatar, reorientar, papamóvil o teletrabajador. También existe un grupo de términos herederos directos de la tecnología, como son: lápiz de memoria, página web, SMS, USB, chat o la tan esperada novedad: blog.
Pero de entre todas las novedades existe una que por sí sola ya me produce un helado escalofrío, una palabra que no había escuchado, ni conocía, pero que sólo mirarla e imaginar su sentido y significado incrementa mi desconfianza y mi acojonamiento -palabra que también es otra "innovación" en el diccionario-. La palabra debería estar prohibida como también la prima de riesgo o el euribor pero que sin embargo está aquí y por lo que sé, para rato. El horrendo palabro es biministro. Ya ven, así como suena, existe en el diccionario y ha tenido el dudoso honor de hacer entrada en el diccionario a la vez que friki y okupa. Cuanto menos una curiosa casualidad.
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