domingo, 29 de julio de 2012

El encuentro inesperado

Iba conduciendo relajadamente por la sinuosa carretera que une El Bosque con Grazalema. A mi lado, Pepi, mi santa, detrás los niños, Sofía y Miguel, rodeados de naturaleza, en una preciosa carretera de montaña, sintiendo la brisa fresca en la cara, viendo como poco a poco, el sol, anaranjado, nos iba abandonando detrás del ondulado horizonte, despacio, casi a paso lento, con los niños medio adormilados en los asientos traseros, abrazados por un intenso olor a frondoso verdor, a madera recién quebrada, envueltos en un aire limpio y cristalino.

Un instante casi mágico, con las ventanas abiertas y el volumen alto, escuchando If I needed you de Townes Van Zandt, conduciendo a cámara lenta, contagiados por su musicalidad y su armoniosa tranquilidad, de repente, al girar, tras una curva cerrada, en medio de la calzada, inesperadamente, nos encontramos de frente con un pequeño cervatillo. Permanecía estático, paralizado, parecía como encantado, quizás escuchando acercarse aquella música relajante, sin saber cómo reaccionar. Tuve la intención de detener el coche para verlo mejor, pero no hubo lugar. Las miradas entre el cervatillo y todos los que íbamos en el coche se cruzaron, pero en un suspiro y con una agilidad sobrecogedora, tras un par de saltos, el cervatillo desapareció de nuestra vista. Nos miramos sorprendidos, como si hubiésemos vivido una experiencia única. Satisfechos por el inusual encuentro.

Continuamos la ruta, todavía lentamente, pero ahora inmersos en una sensación de orgullo, de inmerecida fortuna, un momento casi indescriptible en el que la música y la vida fluyen en sintonía. Una sensación de dicha, un sentimiento infrecuente, y menos a un volante, de vivir provechosamente, de satisfacción plena.



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