Con las vacaciones dando sus últimos coletazos, aún teníamos algunas actividades pendientes por hacer. La más esperada de todas es la celebración del cumpleaños de mi padre, el abuelo, que sigue avanzando con bastante buena salud por encima de los ochenta años. Lo celebramos en la recién cubierta terraza de mi hermano, donde nos mostró con abundancia su adquirida nueva destreza con la barbacoa.
Durante estos últimos años, siempre que hemos podido, y si no teníamos que estar confinados, para poner fin de una manera adecuada a las vacaciones, hemos reservado una mesa en la terraza de un chiringuito para comer espetos de sardina de entrada y un arroz caldoso de mariscos de plato principal. Si a tan formidable plan se le suma la brisa marina, el salitre en la piel, y el Mediterráneo de fondo, pocos planes pandémicos pueden superarlo. Este año también conseguimos hacerlo. Crucemos los dedos para el año siguiente.
Pero este año, inesperadamente, mis cuñados Cristina y David que no podían asistir, nos ofrecieron un par de invitaciones para ver un concierto en el Starlite de Marbella de The Beatles Bootleg, que son una banda que tocan versiones de la banda de Liverpool, caracterizados como los famosos integrantes e imitándolos tanto en la vestimenta como en la forma de cantar y hasta en la manera de moverse.
Al llegar al recinto, sin aviso ni esperarlo, nos ofrecieron reubicarnos y en el cambio salimos ganando. Nos dieron unos asientos maravillosos, justo en la parte central del escenario y en las filas delanteras. El concierto fue muy entretenido porque, como casi todos los asistentes, conocíamos todas las canciones. Era un no parar, hit sobre hit. Y aunque interpretaron un largo número de canciones hubo muchas que esperábamos que se quedaron fuera, pero es que hay tantas. Al final salías pensando que aunque no habíamos visto a The Beatles, es posible que sí lo más parecido a ellos.
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