Mientras escribo estas palabras, estoy simultáneamente -sí, los hombres también sabemos hacer dos cosas a la vez- preparando una playlist para el ipod, de manera que esta próxima semana pueda, aunque sólo lo consiga a ratos, ignorar al mundo.
Créanme que me siento arrolladoramente ilusionado con semejante perspectiva y estoy deseoso de poder hallar esos escasos intervalos de tiempo que uno arranca a la vida, porque, al menos para mí, la música es una necesidad de obligado cumplimiento. Puedo asegurarles, y todos los que me rodean, desgraciadamente también, que cuando pasan más de un par de días que no escucho música, no sé explicar bien cómo, pero me siento más inclinado a cerrarle la puerta al que viene detrás que a sostenérsela abierta para cederle el paso, así como también observo que acostumbro a dar patadas a todas las latas que encuentro por el camino y también cierta tendencia a contestar bruscamente todas aquellas preguntas que, en realidad, merecen respuestas bruscas pero que, sin embargo, uno contesta normalmente de manera cortés y educada.
Así que si alguna vez se cruzan por mi camino y ven que ando iracundo, resoplando por las narices, dándole patadas a cualquier lata que está en mi camino, sean inteligentes y miren hacia otro lado y, si pueden, háganse los tontos, porque como me anden con fruslerías... ¡prepárense!
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