La cerveza que les voy a presentar este mes es una entre las muchas cervezas belgas que probé este verano en nuestra visita turística a Bélgica. Probé más de una y más de diez, así que si no pasa nada poco a poco iré presentándoselas.
Ocurrió en nuestro primer día en Bélgica, en la encantadora y romántica ciudad de Brujas. Comenzaba a anochecer, y nuestros pies, después de una jornada de caminatas incesantes, necesitaban alivio, de manera que tomamos asiento en una elegante terraza situada en la Plaza de Mayor de la ciudad. El restaurante que elegimos se llamaba Panier D'or, y fue el que nos pareció que conjuntaba la mejor terraza con vistas a la Torre Belfort, a la par que un precio aceptable, aunque si deseo ser justo con la realidad y darme algo de credibilidad a mí mismo, debo reconocer que lo que sin lugar a dudas volcó la elección, fue uno entre los muchos clientes que se encontraban sentados en su terraza. Era un hombre alto y grueso, con sonrisa amigable, flequillo algo descuidado, amplio bigote y mofletes algo colorados, que justo en aquel momento en el que eché un vistazo hacia las mesas de la terraza se echó al gaznate un prolongado trago de una cerveza servida en un estilizado y extraño vaso con forma de probeta, que iba colocado en una especie jarra de madera con asidero que servía de base.
Resistirme a aquella invitación superaba mi voluntad, pero, por si no fuese suficiente, un instante después, al contemplar la cara de satisfacción que aquel bigotudo extranjero mostró al separar los labios de la jarra inclinó definitivamente mi decisión, si es que no estaba ya tomada. Diez minutos más tarde mis labios saboreaban aquella cerveza de nombre tan raro servida en tan atractiva jarra.
La cerveza lleva el nombre de Kwak por el apellido de su creador, Pauwel Kwak, que fue el primero que la destiló en 1791, según afirma en su web. Es una cerveza con un alto contenido de alcohol, 8,4 %, y posee un color ambarino bastante dorado y un aroma fuerte y poderoso. El sabor también es vigoroso, causado principalmente por su doble fermentación y por momentos me recordó un poco a la cerveza Judas.
He de añadir que existe una curiosa historia del por qué de la peculiar forma de la jarra, que al mismo tiempo es su mejor marketing publicitario. Según parece es debido a que en tiempos de Napoleón, el bueno de Pauwel Kwak regentaba una taberna en una de las habituales paradas de los carruajes, los clientes bajaban a pimplar cerveza para refrescarse pero el cochero debía mantenerse en su puesto, lo que llevó a Pauwel a inventar un sistema para que los cocheros pudieran tomar cerveza mientras conducían el carruaje.
Otro efecto colateral de la extraña forma de la jarra es que es casi imposible evitar que se te inunde de espuma la primera vez, cosa que a mí no me ocurrió porque me la sirvió un profesional.
Pd: Confieso que aquella "cervecita" achispó mi mirada, trabó mi lengua y torció mis pasos aquella noche de camino al hotel.
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