Cerca de Bruselas hay dos pequeñas localidades famosas por su historia y por su belleza: Mechelen y Leuven, o en cristiano: Malinas y Lovaina.
Nos levantamos de nuestros asientos en la terraza de la plaza rumbo al
Palacio de Margarita de Austria, situado muy cerca de la Plaza, con un bonito jardín interior de estilo renacentista, donde
Margarita vivió hasta su muerte. Margarita fue considerada en su época como una de las mujeres más inteligentes de la realeza europea, que tuvo bajo su tutela, en este Palacio, al futuro
Emperador Carlos V, así como a sus hermanos. Además a Margarita se le reconoce que gobernó los Países Bajos durante ocho años con prudencia y sabiduría.
Regresamos a la
Grote Markt para despedirnos de ella y continuamos hacia la estación de tren, pero lo hicimos por otro camino algo más largo, dando un rodeo, para poder disfrutar de las cuidadas fachadas que rodeaban el
Korenmarkt y también, algo más alejado, del
Brusselpoort, o
Puerta de Bruselas, la única de las doce puertas medievales de la ciudad que aún sobrevive de cuando Malinas era una ciudad amurallada. Llegamos, por fin, a la estación de ferrocarril de
Malinas con los pies algo más que fatigados y cogimos con dirección a
Lovaina un tren que nos permitió descansar y estirar las piernas durante la media hora que duró el trayecto de una ciudad a otra.
Al llegar a
Lovaina, en la misma estación de tren, justo en frente, había una muy animada plaza, con gran cantidad de locales con agradables terrazas, que incitaban a tomarse una cerveza, y además el tiempo acompañaba de lo lindo, pero, sin embargo, continuamos hacia la Biblioteca, que era el primer edificio interesante de camino a la
Grote Markt. La Biblioteca es un edificio espectacular, totalmente reformado después de ser incendiado por los nazis. Delante de la Biblioteca hay una amplia plaza,
Laudezeplein, la más grande de
Lovaina, con una curiosa estatua de un bicho ensartado por una aguja de acero a 23 metros de altura.
La
Grote Markt de
Lovaina no tiene la grandeza de
la de La Grand Place de Bruselas, ni tampoco es comparable con la de
Amberes, o, ni siquiera, con la de
Brujas, ya que no tiene ni la amplitud, ni gran cantidad de edificios acorde con la plaza, pero tiene un edificio, el del
Stadhuis o
Ayuntamiento, que es una verdadera obra de arte. No he visto nunca nada igual, podría decir que es el edificio más bello que jamás he visto, y difícilmente creo que haya otro que me parezca tan bonito. Ya sabía yo antes de llegar que me encantaría pues había visto fotos por Internet y en las guías, pero por más fotos que había visto no dejó de sorprenderme, es un edificio maravilloso. Puedo asegurar que las fotos no le hacen justicia.
En la Plaza, además del magnífico Ayuntamiento está la
Sint Pieterskerk (Iglesia de San Pedro), que desde la plaza del Mercado tiene un perfil estupendo. Muy cerca de la
Grote Markt está la
Oude Markt, que es la Plaza antigua de
Lovaina, y, en realidad, es una calle, sin salida, pues al final de ella, y, prácticamente en todo su alrededor, están los edificios de la Universidad, o vivienda de los profesores, decanos, rectores... y por supuesto de los estudiantes. Hoy día
Lovaina es una gran ciudad universitaria, la más grande y más antigua de los Países Bajos. En esta Universidad enseñó
Erasmo de Rotterdam, del cual hay una modesta estatua, con la que nos hicimos gustosamente unas fotos.
La
Oude Markt está llena de bares y restaurantes, con buenos precios en sus cartas, buenas terrazas y muchísimas cervecerías, como toda buena ciudad universitaria requiere, así que aprovechamos el buen tiempo que disfrutábamos ese día para tomar asiento en una terraza y comer algo. ¡Qué rica estaba la cerveza que me tomé!
Seguimos hacia el otro extremo de la ciudad para visitar el
Groot Begijnhof, famoso por tener canales que lo atraviesan, y porque uno de los pastores del
Begijnhof fue consejero del joven Carlos V, y posteriormente llegó a ser el
Papa Adriano VI. Mi mujer añadiría que también debería ser famoso por el alto número de tobillos destrozados que debe acumular al salir del lugar. El
Groot Begijnhof de
Lovaina es una ciudad dentro de la ciudad que ocupa tres hectáreas, con un laberinto de calles, canales, jardines y patios que hacen que pasear por ellos sea un verdadero placer, aunque si uno no se anda con cuidado y sobretodo con buena orientación puede perderse fácilmente. Así que para salir deshicimos todos nuestros pasos hasta llegar a la estación de tren donde nos despedimos de una de las ciudades con más encanto que conocí. Ojalá algún día pueda enseñársela a mis niños.
De vuelta a Bruselas fuimos a una pastelería situada en las
Galerías St Hubert, a la que Pepi ya había echado el ojo en su primera visita, pues tenía una gran cantidad de tartas, y no sólo de gofres vive el hombre, por lo que antes de volver al hotel nos acercamos a probar un par de ellas, aunque yo me tomé un
crêpe que, aunque estaba bueno, no era comparable a los deliciosos crepes que mi mujer me prepara.
No pasamos mucho tiempo en el hotel antes de volver a pisar las adoquinadas calles de Bruselas. Queríamos acercarnos a ver el
Brussels Summer Festival, un festival de 10 días y varios escenarios repartidos en distintos sitios de la ciudad y que colocaba uno de sus escenarios, el más grande de todos, en la
Place des Palais, un entorno magnífico para un concierto al aire libre. Esa noche, además, actuaba
Jamie Cullum, del que recientemente vi un concierto en el
Castillo de Fuengirola.
Después de disfrutar de la música de Cullum, bajamos de nuevo a la plaza situada delante nuestro hotel donde cenamos, en uno de los típicos locales bruselenses, unas
frittes y una salchicha, siempre acompañadas de una cerveza, claro. Una cena rápida y económica.
Para rematar el día fuimos a tomarnos una cerveza a
Delirium Café, una cervecería espectacular, de varias plantas, incluidos varios sótanos, en distintos locales, unidos unos con otros, donde tienen el honor de servir 2004 distintos tipos de cervezas. Han leído bien. 2004 distintos tipos de cervezas. ¡Increíble! Lo más parecido al Paraíso de los cerveceros. Pedí las dos cervezas de grifo más raras que vi y después de disfrutarlas volvimos algo contentillos hacia el hotel, pasando antes, claro está, por
La Grand Place.