Comenzamos nuestro deseado viaje aterrizando en Bruselas, a pesar de que nuestro primer destino era Brujas, una de las ciudades más románticas y bellas que jamás he visitado.
Desde el mismo aeropuerto de Bruselas tomamos un tren que nos llevó hasta Brujas, aunque tuvimos que hacer escala en Bruselas Nord, donde además aprovechamos para almorzar un bocado rápido y, en mi caso, tomarme mi primera cerveza belga. Una vez que llegamos a la estación de trenes de Brujas, sabiendo que estaba algo alejada del hotel y que como además íbamos cargados con pesadas maletas, decidimos coger un taxi que nos llevara hasta el hotel.
Desde el mismo aeropuerto de Bruselas tomamos un tren que nos llevó hasta Brujas, aunque tuvimos que hacer escala en Bruselas Nord, donde además aprovechamos para almorzar un bocado rápido y, en mi caso, tomarme mi primera cerveza belga. Una vez que llegamos a la estación de trenes de Brujas, sabiendo que estaba algo alejada del hotel y que como además íbamos cargados con pesadas maletas, decidimos coger un taxi que nos llevara hasta el hotel.
Abandonamos el local con los ojos entornados y la tripa saciada, y continuamos con nuestro vagabundeo por las enredadas calles adoquinadas de esta encantadora ciudad, cruzando canales de cientos de años de antigüedad, haciéndonos fotos con atractivas panorámicas, deteniéndonos en plazas con paredes pintadas en diversos colores, todo verdaderamente romántico, una ciudad que mantiene casi completamente intacta su estructura medieval.
No pudimos evitar tomar asiento en una de las múltiples terrazas que existen en la Plaza Mayor. Pedimos de entrada pan de ajo, y probamos por primera vez los mejillones típicos de la zona y el estofado tradicional de Flandes y las frittes, que no son otra cosa que patatas fritas, eso sí, riquísimas. Todo estaba para chuparse los dedos. Además acompañamos la comida con cervezas típicas de la región, la mía fue una bien grande de doble fermentación, con un alto contenido en alcohol que achispó mi cabeza, y cuando nos levantamos de la mesa, para volver al hotel, sujeté a mi señora por encima del hombro, aunque no quedaba muy claro quién sostenía a quién, y con una noche estrellada volvimos a la confortable habitación, y pusimos fin a la que fue una perfecta primera jornada de viaje.
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