martes, 23 de agosto de 2011

Amberes y Bruselas

En nuestro cuarto día por Bélgica teníamos planeado visitar Amberes, la segunda ciudad más populosa del país, después de la capital. Amberes es conocida mundialmente por tener uno de los puertos comerciales más grandes de Europa, así como por su Universidad, por su fama en el tallado de diamantes pero, sobre todo, por ser la ciudad donde Petro Paulo Rubens desarrolló gran parte de su trabajo.

Lo primero que se visita al llegar a Amberes, si se tiene la suerte de viajar en tren, es su sensacional estación de ferrocarril, de estilo neoclásico. Una maravilla técnica y arquitectónica en la que cuatro distintos niveles de vías dan una idea clara de su magnitud. Una estación de primoroso diseño con una espectacular cúpula sobre una escalinata y un reloj que bien merecen detenerse a disfrutar en su contemplación.

Al salir de la estación volvimos a comprobar que la llovizna pertinaz nos alcanzó también en Amberes, pero que a pesar de su persistencia no consiguió resquebrajar nuestro entusiasta ánimo y continuamos con nuestra visita como la teníamos prevista.

Junto a la estación está situado el Zoológico, y justo en frente, dando un pequeño rodeo, se puede pasear por una calle llena de tiendas de diamantes, al llegar a una gran avenida peatonal, De Keyserlei, desde la cual, caminando un poco se puede ver el edificio de la Opera, continuamos calle abajo encontrándonos con unos grandes almacenes que estaban cerrados al ser domingo y muy cerca, girando a la izquierda, está la Rubenhuis (La Casa Museo de Rubens), que teníamos previsto visitar. La casa es muy amplia, más bien un palacete, que Rubens usó como hogar y estudio durante 29 años. Está muy bien conservada y decorada, con una gran cantidad de cuadros de distintos artistas, y posee un pequeño jardín con un pórtico barroco diseñado por él mismo. Es una visita muy recomendada.

Salimos de la casa empapados del estilo grueso y cargado de movimiento de Rubens, y decidimos continuar desviándonos brevemente hacia la Sint Jacobskerk (Iglesia de San Jacobo) que es donde está enterrado Rubens. Entramos casualmente mientras se estaba celebrando la misa, de manera que caminamos en silencio, acercándonos lenta y sigilosamente hacia donde estaba la tumba, pero el párroco nos indicó con bastantes malos modos que nos fuésemos, así que imaginamos, una vez expulsados por la poco candorosa y más bien enérgica y malhumorada mano de Dios en la tierra, que seguro que Rubens prefería que contempláramos sus obras antes que su tumba. Así que au revoir Sint Jacobskerk.

Continuamos camino de la catedral pero en nuestro camino teníamos parada obligatoria en una bonita plaza donde está localizada la iglesia Sint Carolus Borromeuskerk (Iglesia de San Carlos Borromeo) de fachada barroca, en cuyo diseño participó Rubens, y justo en frente, está la biblioteca con una fachada clásica preciosa. Un lugar estupendo para hacerse unas fotos.

Nos fuimos acercando por calles medievales a la gigantesca torre de la catedral, la mayor de Bélgica, que tardaron casi dos siglos en construir, entre calles estrechas con bonitos restaurantes, muy bien decorados, muchos de ellos integrados a la Catedral, verdaderamente adosados. Una rareza realmente curiosa, que yo nunca había visto antes y que hacía más especial a la Catedral.

Desde allí fuimos a la Grote Markt de Amberes, donde está situado el Stadhuis, y las sedes gremiales de la época y en el centro, una enorme fuente con la estatua de Brabo, según cuenta la leyenda, sobrino de Julio César que le cortó la mano al mítico gigante Antígono y la arrojó al río Escalda. La vista general de La Plaza Mayor es magnífica y encantadora. Uno desearía guardarla en la mente por siempre.

Mientras tanto el cielo seguía a lo suyo, ahora chispea, ahora no, y en una de las veces que parecía que sí, nos metimos en un restaurante típico belga donde vimos algunos platos distintos a los que solemos ver por aquí y que nos entraron por el ojo.

Después de la parada volvimos a la Grote Markt para echarle un último vistazo y continuamos hacia el puerto donde estaba el Vleeshuis o edificio del gremio de los carniceros, un edificio de aspecto llamativo por alternar la piedra con el ladrillo dando un aspecto similar al jamón con vetas. Cerca de él estaba el castillo medieval Het Steen, el edificio más antiguo de Amberes, convertido en atracción musical para niños.

Volvimos sobre nuestros pasos hacia la Catedral y nos desviamos hacia La Plaza Verde desde la que hay una magnífica vista lateral de la Catedral y una escultura del hijo predilecto más famoso de la ciudad: Rubens. Desde la misma plaza cogimos un metro que nos llevó a la estación Central, desde la que volvimos a Bruselas en tren.

Desde la estación Central de Bruselas de nuevo tomamos un metro para ir a ver el Atomium, probablemente el monumento de Bruselas más reconocido en el mundo. Nuestra intención era entrar dentro del Atomium pero nos encontramos el cartel de "gesloten" en las taquillas, que viene a significar algo así como darte con las puertas en las narices. Tampoco nos importó mucho porque lo verdaderamente interesante es ver el exterior.

Justo al lado del Atomium está el Mini-Europe que es un parque donde tienen a escala la mayoría de los monumentos más relevantes de Europa. La verdad que muchas de las miniaturas estaban algo deterioradas y el parque lo vi un poco abandonado, dejado, pero hacía una tarde agradable en Bruselas y apetecía pasear.

Desde el Mini-Europe volvimos al hotel, nos cambiamos y fuimos de cena a la Rue de Bouchers, que es una sinuosa vía adoquinada llena de restaurantes y cervecerías, es conocida como el estómago de Bruselas. Pedimos unos escargots de entrada y unos mejillones gratinados, croquetas de queso y gambas para compartir, por su puesto acompañado de frittes y buenas cervezas. Para bajar la deliciosa cena y los gofres que tomamos de postre, fuimos a dar las buenas noches, dando un largo paseo, al meón belga y también nos acercamos a ver a Jeanneke Pis, que es la versión femenina del Manneken Pis, después volvimos para ver La Grand Place iluminada de noche, con un espectáculo de luces incluido que realizan a diario, y regresamos, por fin, a descansar a nuestro hotel, con la satisfacción de haber vivido un día inolvidable.

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