
Para el domingo también teníamos planeada una escapada para visitar pueblecitos de los alrededores de la ciudad de
Amsterdam. Nuestra primera visita programada era
Volendam, ahora un pequeño y turístico pueblo de pescadores, antes un pueblo volcado a la caza de la ballena en el mar del norte.
Verdaderamente
Volendam posee la estampa perfecta de pueblecito típico holandés. Es, sin lugar a dudas, un lugar digno de visitar, con sus casas de colores, su pequeño puerto deportivo y cientos de tiendas vendiendo todo tipo de artículos de regalos, en los cuales, ¿cómo no?, caímos en la tentación, y fue allí donde compramos la mayoría de los regalos para los niños.
Nos regalamos un pequeño descanso tomando unos cafés y una porción de tarta de manzana. Dimos una última vuelta recorriendo las coloridas calles de
Volendam antes de despedirnos y coger el autobús que nos llevó hacia
Edam. Nuestra siguiente parada.
Edam es una localidad que da nombre a la denominación del queso de vaca elaborado tradicionalmente en la región. Es un pueblecito muy tranquilo y a apacible, no tan turístico como
Volendam y por consiguiente menos visitado. Al ser domingo, casi todas las calles estaban desiertas, salvo unos cuantos despistados como nosotros, que paseábamos por las tranquilas calles empedradas. Caminamos junto al canal que atraviesa el pueblo por la mitad hasta que nuestros pies dijeron basta y volvimos recorriendo un camino paralelo con la intención de traernos guardados en la retina todavía más estampas que recordar.

Volvimos a nuestro hotel, pero de camino paramos en un
McDonalds para engullir algo de comida rápida, antes de volver a montarnos en otro barco que nos diera un paseo turístico por el otro lado de la ciudad que no visitamos el día anterior. Esta vez rodeamos el museo de las ciencias, más conocido como
Nemo, de
Renzo Piano, navegamos junto a la réplica del buque Amsterdam y el Artis Zoo de la ciudad, volvimos a pasar junto al
Magere Brug y nos dirigimos de vuelta a la estación
Centraal donde nos despedimos de visitas en barco por el río
Amstel.
Con las pilas bien recargadas dimos un largo rodeo desde la
Noordernkerk hasta la
Westerkerk, donde justo al lado está ubicada la famosa casa de atrás, la casa de
Anne Frank. Fue una visita muy interesante, probablemente la que yo tenía más ganas de realizar una vez que ya había leído su diario y visto la película.
Después de la visita, ya anocheciendo, buscamos un restaurante donde cenar unos típicos
crepes salados acompañados de un par de cervezas para rellenar el depósito. Para bajar la comida paseamos junto a los canales, cruzando por los puentes iluminados y llenos de encanto que rodean la zona llena de restaurantes del
Berenstraat y del
Herengracht. Seguimos dirección a la plaza
Dam, giramos por el
Damrak hasta finalmente llegar a nuestro moderno hotel.
2 comentarios:
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