Al día siguiente de ver a Luz Casal en el Teatro Cervantes junto con Pepi, mi santa, fui a Alhaurín de la Torre con mi habitual compañero de jazz, mi amigo Miguel, a ver a la cantante Jazzmeia Horn, dentro del festival de jazz El Portón del Jazz.
Jazzmeia Horn es una fabulosa cantante de voz poderosa con unos registros agudos que pocas veces en mi vida he podido oír, ya no digo en directo, sino en una grabación. Una barbaridad de voz. Algo casi antinatural, o mejor dicho sobrenatural. No tanto por su vigor y potencia en la voz, que desbordaba, o sus extravagantes exhibiciones vocales, sino por su certera capacidad de subir y bajar nota a nota. Demostró un control absoluto de su instrumento vocal.
Llegó acompañada a la batería por Michael Reed, al piano Victor Gould y al contrabajo Jason Clotter, y ocasionalmente se sumó en el escenario un saxofón amigo de la cantante, Ionidel González. Todos de una naturalidad que asemejaba a la espontaneidad. Pero no en el sentido de reproche, sino al contrario, que parecían estar tocando en el salón de casa, de una manera desenfadada, con una sencillez pasmosa, casi insultante, teniendo en cuenta su juventud. Como si llevaran 30 años tocando sobre el escenario de la Finca el Portón..
La cantante texana residente en Nueva York, ganadora de varios premios internacionales de jazz de competiciones vocales (no me extraña), vino con muchas ganas de divertirse y de sentirse a gusto. Subió al escenario casi con timidez, vestida como una faraona egipcia con reminiscencias africanas, como una pantera en la escena de un crimen. Comenzó con Tip, donde ya comenzó a jugar con su voz, en un scat maravilloso. Se llevó un enorme aplauso muy merecido.
Antes de comenzar el segundo tema, Submit to the unknown, de forma clara en español ya dijo que no le gustaba que la gente charlara, que era jazz y no rock n roll. En el segundo tema ya se había quitado los zapatos y se quedó descalza. Muy respetuosa en sus silencios atendiendo a sus músicos. Parecía estar disfrutando tanto como los asistentes. Al final de la canción improvisó lo que parecía una oración de góspel, con frases como Bless the most high. Una vez acabada la canción seguía tarareándola y dijo que siempre es un buen momento para hablarle y agradecerle a Dios, ya fuese en la ducha o trabajando. Toda una declaración de principios.
El tramo final del concierto con Love is here to stay y Night and day -con un toque latino- fueron dos verdaderos caramelos para los aficionados a los standards americanos. Para acabar, bajó a la "arena" a divertirse bailando con los espectadores donde terminó el concierto con Tight, la versión de Betty Carter. Y dando las gracias a todos por "callarte la boca". Un espectáculo de carácter.
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