Ya he comentado varias veces que soy un simple aficionado al jazz, es decir que no soy un ferviente seguidor, pero sí un usuario ocasional. El jazz ha ido ganando terreno, o mejor dicho, ha ido ganando horas de escucha en mis días. Muchas veces pienso: ahora me apetece escuchar algo de jazz. De manera que me busco listas de jazz en Spotify y así voy descubriendo artistas. Uno de los que sigo desde hace bastantes años es Brad Mehldau. Puede que llegara a él cuando allá por el año 2000 -no ando muy seguro de la fecha- el pianista de Florida realizó una espléndida versión de Paranoid Android de Radiohead. Desde la primera vez que escuché la versión quedé sobrecogido. Me pareció una maravilla.
Más de décadas después el Teatro Cervantes anunció a Brad Mehldau Trio dentro de su ciclo musical Terral. Un miércoles de julio no parecía la mejor fecha para poder asistir, de manera que decidí esperar hasta el último momento para comprar la entrada. Desafortunadamente el jazz no es muy popular.
Brad Mehldau se presentó en formato trio formado por Larry Grenadier al contrabajo y Jeff Ballard a la batería. Dicen los entendidos de jazz que Brad Mehldau es una de las figuras del jazz contemporáneo más influyentes. Es muy prolífico. Casi no hay año que no publique, y en muchos de ellos más de un álbum. Aunque tuvo en los años 90 casi una década negra de adicción a la heroína.
Mehldau se sentó minuciosamente delante de su piano, con milimétrico esmero. Midiendo con su posición la altura del asiento o la distancia al piano. Todo parecía extremadamente calculado. El teléfono móvil y la toalla de manos que traía los colocó con mimo en una banco junto al piano -un reluciente Steinway & Sons-. Posó sus manos sobre las teclas y pareció como cuando algo se enchufa, como si ese contacto iniciara una conexión eléctrica en él. En un primer instante se dobló sobre el piano, se recogió sobre sí mismo, como si buscase un vínculo cercano, y seguidamente las primeras notas se dispararon, como si un flujo desordenado de notas, casi un ejercicio manual para calentar los dedos estrenaran el piano. Al momento el contrabajo le acompañó en la marcha y Jeff Ballard, que parecía estar concentrado esperando su momento, entró. El jazz tomó el Teatro.
Interpretó tres canciones (Satellite, Spiral y Ballard's Balls) antes de dirigir sus primeras palabras al público. Llevábamos más de media hora de concierto cuando, en un español forzado, presentó a sus acompañantes e introdujo la siguiente canción (Wolfgang's Waltz). Escuchando a Mehldau, con el teatro a oscuras, da la sensación de que toca para él, como si no hubiera nadie más. Parece estar tan concentrado en su música, en su instrumento, que cuando interpreta un intervalo rítmico más complejo, y lo ejecuta satisfactoriamente, un leve movimiento suyo de cabeza parece como si manifestara un sentimiento de victoria. Así fue al finalizar la maravillosa versión de Cole Porter, I Concentrate on you. A esta altura del concierto yo ya daba por bien invertido el dinero de la entrada. Si aquí hubiera acabado el concierto, me hubiera puesto de pie a aplaudirle con gratificación.
Regresaron sobre las tablas para regalarnos un par de temas más. Se les vio muy agusto, disfrutando, incluso agradecidos. Ojalá puedan volver en otra ocasión y me regalen la interpretación de la maravillosa versión de Radiohead.
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