domingo, 30 de julio de 2023

Loquillo en la Malagueta

Al día siguiente de ver a Norah Jones en la cantera del Starlite tenía un concierto de Loquillo en la plaza de toros de La Malagueta. El salto estilístico es enorme. De una dulce diva del jazz melódico a un viejo dandi del rock visceral. Eso sí, ambos saben bien lo que se hacen sobre el escenario.

El año anterior mi amigo Óscar y yo pillamos entradas para el concierto que iba a dar el Loco en Fuengirola, pero el concierto se suspendió y nos quedamos con las ganas, así que cuando se anunció el concierto de Loquillo en Málaga, nos apuntamos pero para esta ocasión con las mujeres. Incluyendo reserva de mesa previa al concierto.

El loco vino con un clásico escenario de toda la vida, sin pantallas ni efectos más allá de las habituales luces, acompañado de una magnífica banda, bien arropado por muchos de sus socios habituales, sus cómplices del buen hacer. Arrancó el concierto con varias de sus nuevas canciones: Los buscadores, Línea clara, o Sol. Siguió presentando sus nuevos temas pero la mayoría de los asistentes estábamos esperando sus clásicos. Llegó El rompeolas, la enérgica Carne para Linda, o la siempre divertida Rey del Glam. Esto animó al público. Un par de sus éxitos más modernos como son El Rey,  salpicados con clásicos como El ritmo del garaje, o la vital Feo, fuerte y formal. El Loco sigue presentándose con un elegante traje oscuro  y sigue dando sus pasos de baile. Se le veía tan animado como siempre a sus 62 años.

La traca la dejó para el final, sus dos himnos llegaron en el descuento. Todos estábamos esperando los bises que se nos hicieron cortos. Rock and Roll Star y Cadillac Solitario. Dos canciones que definen y justifican una carrera musical.

Aún tengo muy presente aquel primer concierto al que asistí de Loquillo, allá por 1990  en la VII ciclo de las Serenatas de la Luna Joven. Llegaba acompañado de sus inseparables Trogloditas, y se celebró también en La Malagueta. No tengo recuerdo de la fecha exacta, pero no andaba muy lejos de aquellos días de aquel verano, y aunque no encuentre rastro por Internet, les aseguro que el concierto existió. En aquella ocasión pisé la arena, en ésta nos situamos en la grada. Los años pasan para todos. Pero allí estuve siendo aún muy joven, casi imberbe, rockeando en mi primer concierto en La Malagueta, luego han venido muchos más, y muchos más que espero que estén por llegar. Gracias Loco.


viernes, 28 de julio de 2023

Norah Jones en el Starlite

Norah Jones se dio a conocer para el gran público en 2002, su disco Come away with me reventó el mercado discográfico. Una joven de Manhattan de apenas 22 años tocaba el piano mientras con una sensualidad desbordante cantaba letras de evocación amorosa. Todo encajó de tal manera que no había emisora de radio en ninguna esquina del planeta en el que no se escuchara su canción debut, Don´t know why. Pasó de la noche a la mañana de no ser nadie a ser reconocida allá donde estuviera, y fue tal el éxito que pasó a ocupar las portadas de todas las revistas musicales. Lo tenía todo. Un voz dulce y personal, componía su propia música, tocaba el piano, el saxo o la guitarra y además de una juventud arrolladora parecía ser muy madura. Por si fuese poco, además, poseía el extravagante apellido del famoso sitarista indio Ravi Shankar, que es su padre biológico.

De repente todos andábamos enamorados de la joven que cantaba susurrándote al oído temas de amor. Así ha ido enlazando éxito tras éxito a lo largo de estos años, mientras yo he ido siguiendo con atención cada uno de sus discos. Cuando vi la noticia de que Norah Jones venía a Marbella a tocar en el Starlite de Marbella supe inmediatamente que tenía que rascarme el bolsillo. Así lo hice.

Norah Jones apareció sobre el escenario con un elegante vestido floral de tonos verdosos y amarillos, con un cinturón negro ancho, una corta melena castaña que le caía sobre los hombros y unos zapatos dorados de generoso tacón. Pasó por delante del escenario para saludar con la mano y se colocó al piano. Comenzó con su tema Just a little bit, cantando los primeras estrofas con Oh, no, I'm not the one, oh you can ignore,... pero el público ya estaba atrapado. Es posible que comenzara con esa canción porque hacía una noche calurosa, y en esa canción, en la parte final, ella canta I'm on fire, just a little bit,... para justo después cantar I'm alive, a la que le siguió la preciosa What am I to you? Dio las gracias en castellano y en inglés, y comentó que aquí nos gustaba estar de fiesta tarde como con gesto picarón. Supongo que porque el concierto empezaba a las 22:00 y le parecería tarde.

Continuó al piano tocando Sunrise -uno de sus éxitos más notables- y pasó a Say no more, uno de los temas incluidos en su último disco. Tras los aplausos presentó al terceto que la acompañaba esa noche en el escenario. A la guitarra Dan Iead, Brian Blade a la batería y Chris Morrissey al bajo. Un gran aplauso.

After the fall es una de mis canciones favoritas de Norah. La estaba esperando con los dedos cruzados. Creo que hay que tener un poso en la vida para componer algo así. No es sólo la letra y la música, es cómo la interpreta. La pausa, las formas. Fue ella al piano, con su aterciopelada voz y poco a poco fueron entrando los instrumentos. Me sobrecogió. ¡Qué sensación cuando se te eriza la piel del cuerpo!

Regresó a su último disco, Pick me up off the floor, con This life y al acabarla se levantó del piano para tocar a la guitarra una versión más animada de un tema country de Puss N Boots, D'ont know what it means. Siguió a la guitarra para tocar Waiting y continuar con una interpretación desnudada de Little broken hearts. Uno de los momentos del concierto. Comenzó con una introducción oscura, con notas aquí y allí, la batería hacía efectos, el bajo rellenaba, y el guitarra hacía efectos de sonido, ella simplemente iba introduciendo la canción, poco a poco. Norah estaba cantando, pero yo la escuchaba recitar poesía. Esta canción lo tiene todo. Me llevaré esta versión por siempre.

Beautiful soldiers in their beds
making love inside their heads
with no chance to defend
tonight could be their end.
...
When the beautiful awake
see the sadness in their eyes
will they ever find a way
to sleep side by side.

Cambió a un órgano de pie que tenía al otro extremo del escenario y continuó con dos canciones como son  Thinking about you y Chasing Pirates, que las tocó casi calcadas de sus discos. Seguidamente llegó uno de los momentos más esperados de la noche. Se sentó en su piano de cola y comenzó a tocar una melodía desconocida, pero era uno de sus temas más reconocibles, Come away with me. Lo había disfrazado, adornado ¿estará cansada de tocarla siempre igual y por eso la cambia? ¿para divertirse, para no aburrirse? Me gusta la versión más serena del disco, pero daba igual a esa altura del concierto Norah podía permitirse jugar con el público.  Continuó con Nightingale, pero en lugar de acompañarla con guitarra acústica la acompañó de piano.  Al acabar volvió a dar los nombres de sus músicos y a pedir un aplauso para sus músicos. 

De vuelta a su último álbum para interpretar Flame Twin y tras acabar la canción y sin pausar un segundo vagabundeó por las teclas de su piano Yamaha, y susurró al viento su estribillo más reconocible My heart is drenched in wine, but you'll be on my mind forever, para comenzar Don't know why desde el inicio. El concierto estaba llegando a su fin. Se despidió dando las gracias, pero todos seguimos aplaudiendo esperando que regresara, y que hiciera un par de bises. No se hizo de rogar demasiado.

Esta vez regresó al escenario para colocarse la guitarra eléctrica y comenzar con el primer acorde de All a dream, de su magnífico disco Little Broken Hearts, posiblemente mi disco favorito. La interpretación fue maravillosa, el final de la canción con un falsete en su última palabra ('Cause God knows I'm sorry), fue un regalo. Luego acabó la canción tarareando la melodía, como despidiéndose sutil y sedosamente, como un ladrón abandona la escena del crimen, así se fue, robándonos el corazón. Nos quedamos con ganas de una más, pero ya lo dijo ella antes, era tarde.


martes, 18 de julio de 2023

Castellar de la Frontera

Uno de los regalos que recibí por mi 50 cumpleaños fue una noche de hotel y Pepi y yo no quisimos dejarlo mucho pasar y nos pusimos manos a la obra. Encontramos un hotel que estaba incluido en la oferta en Castellar de la Frontera, un pueblo de la provincia de Cádiz que no conocíamos y eso que está a menos de una hora y media desde casa.

La idea era sencilla, ir a descansar, comer bien y poco más. Como el hotel tenía piscina, la cama era cómoda y la temperatura acompañó, el objetivo estaba cumplido incluso antes de comenzar.

Hicimos un poco de todo. Fuimos un domingo, porque en Fuengirola era fiesta al día siguiente, el día del Carmen. Llegamos para tomar posesión de nuestra habitación e ir a comer al pueblo. Después una merecida siesta y al despertar un baño en la piscina y un poco de lectura en la hamaca. Por la noche, con la fresquita fuimos a picar algo al pueblo. 

Al día siguiente, tras un fabuloso desayuno buffet,  visitamos el pequeño pueblo amurallado, precioso pero muy incómodo para vivir. La carretera hasta llegar tiene mil curvas, muchas de ellas muy cerradas, además hay precipicios y casi no caben dos coches en la calzada, así que si te cruzas con un coche que baje mientras subes ya está liado. Bueno, quizás estoy exagerando, pero en la cara de pánico de Pepi eso es lo que se podía imaginar. Al menos las vista desde allí sobre el Embalse del Guadarranque  es maravillosa. 

Bajando del pueblo nos acercamos a ver el Hotel Casa Convento La Almoraima, del siglo XVII, que tiene una arquitectura muy curiosa, yo diría que de influencia portuguesa, con una torre neogótica. Es un hotel con mucho encanto, pero que no tenía piscina en aquellos días porque estaban en obras. Está a los pies del Parque Natural de los Alcornocales, que ha sido nombrada con el prometedor nombre de "la última selva mediterránea". Un lugar realmente encantador.

Fuimos a almorzar como dios manda a el Restaurante El Mirador, la noche antes habíamos dejado hecha la reserva, y la verdad es que comimos estupendamente. Todavía tengo el recuerdo del Solomillo de Retinto con Foie que me tomé. 

Regresamos al hotel, que aunque ya se había acabado nuestra estancia en él, aún nos dejaron usar sus instalaciones y así disfruté de una siesta en la hamaca, debidamente untado en crema solar, y de un baño en la piscina. En un ratito estábamos de vuelta a casa.

miércoles, 12 de julio de 2023

Dianne Reeves en el Teatro Cervantes

El Teatro Cervantes de Málaga presentó a finales de abril un cartel jazzístico de primerísima fila. Tras repasarlo concienzudamente varias veces me decanté por acudir a la cita de Brad Mehldau Trio, que fue un miércoles, y la semana siguiente, un martes, Dianne Reeves.

La cantante de Detroit, ganadora de hasta cinco premios Grammy, se presentó acompañada de su banda habitual: a la guitarra Romero Lubambo, a la batería Terreon Gully, al contrabajo Reuben Rogers y a los teclados John Beasley, que comenzaron con una larga introducción instrumental. El inicio fue algo más que prometedor. La cantante de Detroit inició su actuación con una estupenda versión de la maravillosa canción de Fleetwood Mac, Dreams, y al acabarla, mientras tarareaba al final de la canción, se presentó pero cantando. "Good evening ladies and gentlemen, I'm so happy to be with you tonight,..." Me encantó. Qué control de lo que uno hace, qué manera de saludar sin dejar de cantar. 

Continuó con una declaración de intenciones, I'm all smiles, que además es cierto, porque atesora una amplia y rotunda sonrisa. Y deleitó al público con lo que es: una de las grandes. Cantó unos cuantos scats que me parecieron los scats con más clase que jamás escuché, porque no sólo eran un instrumento llevando la música, es que eran melodías y ritmos. Cantó toda su canción Tango sin decir una palabra pero sin callar. Maravilloso. Se ganó un enorme aplauso. 

Continuó con Someone to watch over me, ya se había descalzado, y ya se había ganado a todo el público. Su energía, su naturalidad, su bien hacer, todo. A esta altura de concierto presentó a la cantante surcoreana Song Yi Jeon, de la que, explicó, es mentora a través de un proyecto de la marca Rolex durante dos años.

Cantaron mano a mano varios temas, a veces una arriba y la otra abajo, a veces como contrapunto, o al unísono. Una exhibición de compenetración oral. Un lujo. 


viernes, 7 de julio de 2023

Brad Mehldau Trio en el Teatro Cervantes

Ya he comentado varias veces que soy un simple aficionado al jazz, es decir que no soy un ferviente seguidor, pero sí un usuario ocasional. El jazz ha ido ganando terreno, o mejor dicho, ha ido ganando horas de escucha en mis días.  Muchas veces pienso: ahora me apetece escuchar algo de jazz. De manera que me busco listas de jazz en Spotify y así voy descubriendo artistas. Uno de los que sigo desde hace bastantes años es Brad Mehldau. Puede que llegara a él cuando allá por el año 2000 -no ando muy seguro de la fecha- el pianista de Florida realizó una espléndida versión de Paranoid Android de Radiohead. Desde la primera vez que escuché la versión quedé sobrecogido. Me pareció una maravilla. 

Más de décadas después el Teatro Cervantes anunció a Brad Mehldau Trio dentro de su ciclo musical Terral. Un miércoles de julio no parecía la mejor fecha para poder asistir, de manera que decidí esperar hasta el último momento para  comprar la entrada. Desafortunadamente el jazz no es muy popular.

Brad Mehldau se presentó en  formato trio formado por Larry Grenadier al contrabajo y Jeff Ballard a la batería. Dicen los entendidos de jazz que Brad Mehldau es una de las figuras del jazz contemporáneo más influyentes. Es muy prolífico. Casi no hay año que no publique, y en muchos de ellos más de un álbum. Aunque tuvo en los años 90 casi una década negra de adicción a la heroína.

Mehldau se sentó minuciosamente delante de su piano, con milimétrico esmero. Midiendo con su posición la altura del asiento o la distancia al piano. Todo parecía extremadamente calculado. El teléfono móvil y la toalla de manos que traía los colocó con mimo en una banco junto al piano -un reluciente Steinway & Sons-.  Posó sus manos sobre las teclas y pareció como cuando algo se enchufa, como si ese contacto iniciara una conexión eléctrica en él. En un primer instante se dobló sobre el piano, se recogió sobre sí mismo, como si buscase un vínculo cercano, y seguidamente las primeras notas se dispararon, como si un flujo desordenado de notas, casi un ejercicio manual para calentar los dedos estrenaran el piano. Al momento el contrabajo le acompañó en la marcha y Jeff Ballard, que parecía estar concentrado esperando su momento, entró. El jazz tomó el Teatro. 

Interpretó tres canciones (Satellite, Spiral y Ballard's Balls) antes de dirigir sus primeras palabras al público. Llevábamos más de media hora de concierto cuando, en un español forzado, presentó a sus acompañantes e introdujo la siguiente canción (Wolfgang's Waltz). Escuchando a Mehldau, con el teatro a oscuras, da la sensación de que toca para él, como si no hubiera nadie más. Parece estar tan concentrado en su música, en su instrumento, que cuando interpreta un intervalo rítmico más complejo, y lo ejecuta satisfactoriamente, un leve movimiento suyo de cabeza parece como si manifestara un sentimiento de victoria. Así fue al finalizar la maravillosa versión de Cole Porter, I Concentrate on you. A esta altura del concierto yo ya daba por bien invertido el dinero de la entrada. Si aquí hubiera acabado el concierto, me hubiera puesto de pie a aplaudirle con gratificación.

Pero el concierto continuó con Airegin de Sonny Rollins, una introducción de la canción en la que Mehldau dio vueltas alrededor de unas notas y fue improvisando una melodía sobre una base que iba saltando de manos, un divertimento maravilloso. Primero Grenadier y seguidamente Ballard ejecutaron dos solos que recibieron sendas ovaciones. En medio de los dos solos Mehldau también se divirtió al piano. Se despidió del público con But beautiful, una tierna composición famosa por la interpretación de Bill Evans y Stan Getz. A mí me encantó. ¡Qué manera de terminarla!

Regresaron sobre las tablas para regalarnos un par de temas más. Se les vio muy agusto, disfrutando, incluso agradecidos. Ojalá puedan volver en otra ocasión y me regalen la interpretación de la maravillosa versión de Radiohead.


miércoles, 5 de julio de 2023

007 al Servicio de su Majestad (1969)

Tras un larguísimo parón en cuanto a mi revisión de las películas de James Bond por orden cronológico, tarea que me propuse hace ya muchísimo tiempo, continúo con el perezoso propósito.

La sexta entrega de James Bond, 007 al Servicio de su Majestad (1969) se filmó con cambio de actor protagonista, George Lazenby sustituyó a Sean Connery, que decidió dejar la serie del agente secreto británico más famoso de todos los tiempos.

Hubo reemplazo de actor pero no de gustos, pues James Bond siguió siendo un sofisticado amante de beber Don Perignon del 57 y comer caviar Beluga del norte del Caspio, sin dejar de lado su talento para deshacerse de sus enemigos y mantener su magnetismo hacia las mujeres. Sin olvidar su Martini agitado pero no revuelto. 

Aunque no hay ni una sola localización en España -sí en Portugal-, es uno de los James Bond con más referencias españolas. Durante la película se muestra una fiesta en una plaza de toros, donde se ofrece una corrida de rejones y se exhibe mucho sombrero cordobés.

Otra curiosidad de la película es que hay un momento en el que James Bond espera que un mecanismo electrónico averigüe el código de una caja fuerte de seguridad, y mientras llega ese momento disfruta ojeando una revista Playboy, lo que en su momento fue una estrategia publicitaria novedosa. Y sólo para adultos.

Como es habitual en las películas de James Bond el protagonista no para un minuto quieto, monta a caballo, realiza persecuciones por carreteras con más curvas que una Coca Cola, huye esquiando bajo el fuego enemigo, viaja en helicóptero, en funicular, y reparte tortas en la playa, en habitaciones de hotel y allá donde se cruza con un enemigo.

Por supuesto no hay mujer fatal que se le resista. Ni puñetazo que lo noquee. Todo sale siempre a la perfección, incluso cuando parece indicar que ocurrirá lo contrario.  Bond es Bond. Ni un alud en los Alpes suizos puede con él, literalmente. 

Como en cada película de James Bond hay una canción que brilla, en este caso la canción es de Louis Armstrong - We have all the time in the world. Una preciosidad.

Al inicio de la película, una mujer fascinante da calabazas a Bond, a lo que el agente, haciendo un guiño al anterior protagonista, contesta: This never happened to the other one, que traducido sería algo así como: al otro nunca le pasaba esto. No es mal comienzo, aunque habrá que esperar al final para saber como termina.

Pd: Nótese que en 1969 las películas de James Bond estaban catalogadas como películas para "mayores de 18 años".


domingo, 2 de julio de 2023

Jazzmeia Horn en El Portón del Jazz

Al día siguiente de ver a Luz Casal en el Teatro Cervantes junto con Pepi, mi santa, fui a Alhaurín de la Torre con mi habitual compañero de jazz, mi amigo Miguel, a ver a la cantante Jazzmeia Horn, dentro del festival de jazz El Portón del Jazz.

Jazzmeia Horn es una fabulosa cantante de voz poderosa con unos registros agudos que pocas veces en mi vida he podido oír, ya no digo en directo, sino en una grabación. Una barbaridad de voz. Algo casi antinatural, o mejor dicho sobrenatural. No tanto por su vigor y potencia en la voz, que desbordaba, o sus extravagantes exhibiciones vocales, sino por su certera capacidad de subir y bajar nota a nota. Demostró un control absoluto de su instrumento vocal. 

Llegó acompañada a la batería por Michael Reed, al piano Victor Gould y al contrabajo Jason Clotter, y ocasionalmente se sumó en el escenario un saxofón amigo de la cantante, Ionidel González. Todos de una naturalidad que asemejaba a la espontaneidad. Pero no en el sentido de reproche, sino al contrario, que parecían estar tocando en el salón de casa, de una manera desenfadada, con una sencillez pasmosa, casi insultante, teniendo en cuenta su juventud. Como si llevaran 30 años tocando sobre el escenario de la Finca el Portón..

La cantante texana residente en Nueva York, ganadora de varios premios internacionales de jazz de competiciones vocales (no me extraña), vino con muchas ganas de divertirse y de sentirse a gusto.  Subió al escenario casi con timidez, vestida como una faraona egipcia con reminiscencias africanas, como una pantera en la escena de un crimen. Comenzó con Tip, donde ya comenzó a jugar con su voz, en un scat maravilloso. Se llevó un enorme aplauso muy merecido.

Antes de comenzar el segundo tema, Submit to the unknown, de forma clara en español ya dijo que no le gustaba que la gente charlara, que era jazz y no rock n roll. En el segundo tema ya se había quitado los zapatos y se quedó descalza. Muy respetuosa en sus silencios atendiendo a sus músicos. Parecía estar disfrutando tanto como los asistentes. Al final de la canción improvisó lo que parecía una oración de góspel, con frases como Bless the most high. Una vez acabada la canción seguía tarareándola y dijo que siempre es un buen momento para hablarle y agradecerle a Dios, ya fuese en la ducha o trabajando. Toda una declaración de principios.

Como tercer tema interpretó Free your mind, otra composición propia. El saxofón intentó entrar varias veces, parecía que le costaba, que no encontraba el tempo, el momento, pero cuando entró, parecía un corcel correteando por un prado. Le siguieron Willow weep for me, donde improvisó todo lo que quiso y más. ¡Qué registros vocales! 

El tramo final del concierto con Love is here to stay y Night and day -con un toque latino- fueron dos verdaderos caramelos para los aficionados a los standards americanos. Para acabar, bajó a la "arena" a divertirse bailando con los espectadores donde terminó el concierto con Tight, la versión de Betty Carter. Y dando las gracias a todos por "callarte la boca". Un espectáculo de carácter.

sábado, 1 de julio de 2023

Luz Casal en el Teatro Cervantes (III)

Acudía Luz Casal al Teatro Cervantes de Málaga a presentar su último disco, La ventanas de mi alma y Pepi y yo no queríamos faltar. Llevamos muchos años siguiéndola y siempre que ha venido a nuestra ciudad hemos tratado de estar presentes. Además llegaba con un disco bajo el brazo que nos gustaba mucho y a ella, que afirma sentirse medio malagueña, pues lleva media vida unida a un malagueño, le hemos cogido cariño.  

Echando la vista atrás, ya he visto a Luz Casal en cuatro ocasiones, la primera fue en la Feria de Fuengirola, en la caseta del Ayuntamiento. No tengo apenas recuerdos de aquel concierto, salvo que me gustó mucho. Me pareció muy rockero y yo andaba en aquella época muy enchufado a su disco Luz V, y a canciones como El Tren, Te dejé marchar, No me importa nada o Loca. Ahí pinché el dulce anzuelo de sus directos. Sería por 1989 ó 1990. No recuerdo bien, puede que 1991. No lo sé. Igual tenga guardada la entrada en algún cajón.

Para mi siguiente concierto tuve que esperar unos cuantos años, unas dos décadas, fue el 2 de julio de 2011, y fue en el Teatro Cervantes, donde ya siempre la he vuelto a ver. En mi opinión de los mejores recintos para verla. Compramos unas estupendas entradas en el patio de butacas. Fue un concierto maravilloso. Piensa en mí, Un año de amor, Un nuevo día brillará, o Besaré el suelo. Durante mucho tiempo lo tuve como uno de los mejores conciertos que he visto en dicho recinto. En muchos aspectos mi lugar favorito para acudir a conciertos.

El siguiente no tuvimos que esperar tanto, aunque por poco se nos escapaba. Cuando anunciaron el concierto no andábamos bien de gastos, o mejor dicho de ingresos, y lo dejamos pasar para comprarlas más adelante, aunque sabíamos que no podríamos conseguir fácilmente una buena entrada. Fue en abril de 2018,  también en el Teatro Cervantes, y al final pudimos asistir casi de milagro. Compramos a pocos días de agotarse entradas en lo que comúnmente se llama gallinero. La más baratas de todas. Casi en el peor sitio de todo el recinto, pero no importó, la verdad es que lo disfrutamos mucho. Fue un concierto muy, muy emocionante. Posiblemente mi favorito de todos.

Pero hubo una tercera vez más en el Teatro Cervantes de Málaga, la del jueves pasado. Esta vez compramos la entrada el mismo día que salieron a la venta y pudimos elegir la entrada que quisimos en el patio de butacas. Caía cerca de mi 50 cumpleaños y bueno, pagamos 70€, que se dice pronto, pero compensamos con lo que nos ahorramos al comprar las más baratas en el concierto anterior. Agotó. En Málaga Luz Casal juega en casa. 

Vino acompañada de una formación estupenda formada por Tino di Geraldo a la batería,  en los teclados J. M. Baldomà, a las guitarras Jorge F. Ojea y Toni Carmona y al bajo Peter Oteo. Entre el público estaba Wix Wickens, director musical de McCartney y habitual de Bob Dylan.

El concierto fue una delicia. Como siempre hubo momentos muy emocionantes como cuando cantó Sentir, donde rindió un homenaje a la mujeres y especialmente a su madre. Afirmó que cuando escribía Un lugar perfecto, no podía evitar en muchos sitios en los que se sentía en casa, y uno de esos sitios era Málaga. 

Canciones como Besaré el suelo, Entre mis recuerdos, Un pedazo de cielo, o Negra sombra fueron momentos destacados del concierto. Te dejé marchar, que fue la última canción del concierto la despedí con la carne de gallina.  Es una verdadera obra de arte.