El tiempo pasa volando y tu pequeña bebé, que puedes estar sosteniendo en tus brazos, en un abrir y cerrar de ojos es una joven adolescente. Parece exagerado, pero créanme que pasa rápido. Mi pequeña Sofía, aquel bebé con el que yo pasaba las horas, que se dormía en mis brazos mientras le daba el biberón, que se escondía detrás de las cortinas cuando no quería hacer algo, se me va de intercambio a Francia con apenas 16 años.
El departamento de francés del instituto de Fuengirola donde ella estudia organizó la posibilidad de realizar un intercambio con alumnos de otro instituto de Rouen (Ruan es castellano), capital de la región de Normandía. La apuntamos y como el tiempo pasa rápido llegó el momento. Ella se queda aproximadamente una semana en casa de una familia francesa de acogida con una estudiante francesa, y se supone que harán todas las actividades en el idioma francés y más adelante esa misma estudiante francesa vendrá a nuestra casa, y se impregnará del estilo de vida y el idioma español. Quid pro quo dicen que es.
¿Qué quieren que les diga? A mí me hubiera encantado vivir una experiencia así con su edad. No sólo tener la posibilidad de hacer amigos de otro país, sino de viajar, conocer otras costumbres, otras comidas, otros horarios, otra forma de vida, similar, pero diferente. Además su familia francesa de acogida la llevó a París un día, que si bien Sofía ya conocía la ciudad, ellos procuraron hacer actividades distintas y llevarla a sitios distintos que no había visitado con anterioridad. Una experiencia con letras mayúsculas.
Au revoir petit Sophie...
Aquí se la ve como remera en un bote en Versalles, donde la llevaron sus atentos anfitriones franceses.
Pd: (no tengo ni idea de francés)
No hay comentarios:
Publicar un comentario