Los que me conocen saben que soy un apasionado de la pintura, y del arte en general. Admiro la capacidad de expresión humana casi en cualquier forma. La pintura, la música, la literatura, la escultura, la arquitectura, la interpretación... el arte me parece la forma más relevante de diferenciarnos de los cavernícolas. Bueno, es posible que alguno de nuestros antepasados cavernícolas, por lo visto en cuevas, tenían más capacidad y sensibilidad artística que muchos de nosotros.
No soy experto en impresionismo, ni en las preferencias estéticas belgas en los siglos XIX y XX pero sí soy admirador del atrevimiento, del complicado paso adelante imaginativo y la liberación que debió ser para los artistas de aquellos años las tendencias que se estaban desarrollando.
En la exposición se mostraban más de setenta obras que intentaban abarcar la realidad de aquellos años a través de la pintura, de su ruptura con el arte anterior. Donde se podían ver cuadros del fin-de-siècle hasta la desbordante modernidad de mediados del siglo XX.
El inicio por la elección pastel de los colores, el regreso a los temas naturales, sin perder de vista la realidad social del momento y las interpretaciones estéticas vigentes, con más soltura y libertad. La corriente impresionista lo cubre todo, las vanguardias están entrelazadas, el fauvismo de Matisse, el cubismo de Picasso, el postimpresionismo de Van Gogh, el expresionismo de Munch. Todas las vanguardias nacen de la originalidad, pero arrastran un vínculo de ruptura, o de cambio con la vanguardia anterior. Hay un desarrollo histórico, una tendencia de estilo imaginativo, un progreso inesperado. Un cambio bello, atractivo, distinto. Un chispazo. El principio de algo.
Ya que estábamos en el museo y la entrada era gratuita por ser el día de Andalucía, recorrimos la exposición permanente y yo pude ver por primera vez cuadros de Venecia una vez que ya he visitado la ciudad. He de decir que no es lo mismo, el conocimiento siempre añade perspectiva.
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