No soy persona muy religiosa. Pero sí intento ser muy respetuoso con la de los demás, a pesar de los tiempos que corren, que no son fáciles. El asunto es que a Miguelito, mi chico, le "tocaba" hacer la comunión. Y digo le tocaba porque es algo en lo que la madre ha puesto cierto empeño, y él también, todo sea dicho. No sé si por las ganas de fiesta, por la posibilidad de los regalos, o por la inercia de las circuntancias sociales y familiares, pero así se hizo.
Lo cierto es que no me opuse, más o menos se puede decir que dejé hacer. No estoy para luchar contra la marea. Yo también hice la comunión y no por ello dejé de ser crítico. Como todo en esta vida, una comunión religiosa tiene cosas buenas y malas, pros y contras como se suele decir ahora. Normalmente intento enfocarme en el lado positivo de las cosas. Reunirse con familiares que no vemos muy a menudo, disfrutar viendo a los pequeños jugando con sus amigos, la ilusión y los nervios de la madre, la ayuda en todo lo posible de su hermana Sofía o comprobar que la gente que te quiere arrima el hombro en lo que puede es una sensación reconfortante.
Afortunadamente ya todo pasó, y todo salió según lo deseado. Aún hay por la casa pequeños testidos del día, y la calma parece regresar poco a poco, o eso espero. ¡Felicidades microbio!
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