En un par de noches, durante esos minutos sueltos que deja uno al final del día para no hacer nada, he visto una magnífica película documental de Tom Dicillo sobre The Doors, que recomiendo ver a todo el mundo (durante este mes la están pasando por el Canal +).
Jim Morrison el carismático cantante de la banda californiana, además de ser un gran letrista, poeta y compositor poseía una voz sobria y profunda, algo maltratada por el alcohol, pero que dotaba a la banda de una gran personalidad. Morrison tuvo la gran virtud de saber escuchar a sus músicos, a sus compañeros de banda, de saber pausar su voz, dando importancia a esa envolvente musicalidad, tan característica en los angelinos. Casi irrepetible.
Hubo un largo período en mi vida en el cual la música de The Doors sonaba a diario. Esta canción es una de mis favoritas y hoy, con este frío que quema, viene como anillo al dedo, o mejor, como bufanda al cuello.
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