El sábado pasado cuando volví al cuarto y vi el ordenador apagado, lo primero que se me vino a la cabeza es ese niño de poco menos de tres años que va y viene por la casa, inventando qué hacer que justamente no se deba hacer. Así, mis primeras sospechas de lo ocurrido iban dirigidas al chiquitín de la casa que ya ha demostrado con anterioridad cierta tendencia a tocar el botón de on/off con su atractiva lucecita parpadeante roja. Pero le pregunté varias veces, insistentemente, si había tocado el botón lo que negó tajantemente de manera que deseché la posibilidad.
Lo que ocurrió fue que, sin a visar, como suelen ocurrir prácticamente siempre estas cosas, la fuente de alimentación del ordenador de sobremesa se autoinmoló, o casi, pues el ventilador integrado en la fuente dijo hasta aquí he llegado yo y que los demás se refresquen con otros vientos. Así que la torre comenzó a calentarse cosa mala, hasta que puff... se apagó.
Así que desde esta tarde el ordenador tiene una fuente de alimentación nueva, y ya puestos un ventilador que rechinaba más de la cuenta sustituido.
Por si quieren saberlo: ahora va de lujo.
Lo que ocurrió fue que, sin a visar, como suelen ocurrir prácticamente siempre estas cosas, la fuente de alimentación del ordenador de sobremesa se autoinmoló, o casi, pues el ventilador integrado en la fuente dijo hasta aquí he llegado yo y que los demás se refresquen con otros vientos. Así que la torre comenzó a calentarse cosa mala, hasta que puff... se apagó.
Así que desde esta tarde el ordenador tiene una fuente de alimentación nueva, y ya puestos un ventilador que rechinaba más de la cuenta sustituido.
Por si quieren saberlo: ahora va de lujo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario