Basta que uno desee algo en esta vida para que todo lo que nos rodea en este caprichoso mundo parezca conjurarse con la intención de impedir que consigamos lo que anhelamos y pretendemos.
Ayer, mismamente, iba yo solícito de camino a mi coche para intentar llegar pronto de vuelta a casa con el fin de quedarme con los niños, para que mi señora pudiese asistir a sus clases de aerobic, y yo, por otra parte, quería hacerme cargo de los mocosos pronto, para endiñarles la cena rápido y acostarlos temprano para poder sentarme en el sofá, delante de la tele, y ver tranquilamente el Real Madrid - Milán de Champions.
¿Y ahora cómo llamo al servicio en carreteras? Joder, voy a tener que volver al trabajo y desde allí llamarla y contarle el panorama a mi señora, y que, de paso, haga el favor de llamarme a la grúa y que se olvide de sus clases de aerobic porque seguro que no me da tiempo a llegar antes del inicio. De manera que me dispongo para volver al trabajo pero cuando voy a sacar la llave del coche, no sale la muy cabrona. Resulta que como no tiene batería, no la suelta. ¡Maldita sean estos coches modernos!
¿Qué hacer? No puedo arrancar el coche. No me funciona el móvil. No puedo sacar la llave.
Al final abandoné al coche con la llave puesta- total nadie se lo puede llevar- y volví al trabajo para llamar desde allí.
Afortunadamente la grúa no tardó mucho. Me lo arrancó y me dijo que me diera unas vueltecitas a ver si tenía suerte y recargaba la batería. Así que diez minutos más tarde me encontré conduciendo sin rumbo por la ciudad, sin prisas, escuchando el fútbol en la radio, escuchando cómo un gran Madrid mecía al Milan, ciscándome en mi malasombra.
Pd: por supuesto que cuando llegué a nuestro aparcamiento y apagué el motor no hubo manera de volver a arrancarlo. La batería del día siguiente me costó 160 lauros. Que tengan un buen día.
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