Para nuestro tercer día en Portugal habíamos contratado una excursión que nos obligó a madrugar, pues vendrían a recogernos al hotel a las nueve de la mañana. Así que nos despertamos temprano para aprovechar el estupendo desayuno bufé que teníamos incluido en el precio de la habitación.
Nuestro primer destino fue Sintra, ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y el primer palacio que visitamos fue el que está situado en el mismo centro de la ciudad, el Palácio da Vila (Palacio Nacional de Sintra ), cuyo principal rasgo característico son sus dos monumentales chimeneas cónicas de la cocina. Interiormente es un Palacio bien conservado, con muchas estancias bien decoradas. Me gustó bastante la Sala de los escudos, bien decorada con su típica cerámica portuguesa. Una vez terminada la visita, muy bien explicada por nuestra documentada guía, tuvimos una media hora de esparcimiento para pasear por el centro de Sintra. Es una ciudad bastante pequeña y sus calles se recorren en pocos minutos, así que aprovechamos para hacer una parada y tomarnos unos pasteles típicos de Sintra, que son unos pequeños pasteles de queso.Seguidamente nos dirigimos al Palácio Nacional da Pena (Palacio Nacional de la Peña), que también es Patrimonio de la Humanidad. Este palacio fue reconstruido sobre un antiguo monasterio por Fernando II de Portugal. El Palacio es una mezcla de estilos totalmente intencionada, muy usual en la mentalidad romántica del siglo XIX, tan enamorada de lo exótico. Desde el palacio se puede obtener vistas del Castelo dos Mouros (Castillo de los Moros), aunque nosotros no las tuvimos debido a una intensa neblina que nos envolvió toda la mañana. Tan interesante como el Palacio exteriormente es también interiormente, muy adornado, con gran cantidad de detalles, azulejos, salas orientales, árabes... Todo el palacio está asentado sobre un pico de peñascos, en medio de un gran bosque frondoso de abundante vegetación, por lo que cogimos un autobús para subir a todo lo alto.
Seguimos en busca del punto continental más occidental de Europa, el Cabo da Roca (Cabo de la Roca), situado en el parque natural de Sintra-Cascais, a unos 18 Km de Sintra. El poeta Luis de Camoes lo nombró como el lugar donde la tierra acaba y el mar comienza. Es un paisaje grandioso, donde uno se coloca mirando al océano Atlántico y puede sentir, en ese instante, la sensación de tener a toda Europa y Asia a sus espaldas. Valió la pena ir a visitarlo. No faltó el grupo de japoneses en chanclas, cámara en mano, acercándose tanto al acantilado para hacerse una foto que a más de uno se nos heló el cuerpo al ver cómo se juega una la vida por una foto. En fin...
Antes de acercarnos al Cabo da Roca, nos detuvimos en un restaurante que había junto al faro para almorzar. Sólo comentaré de ese almuerzo que todo el rato que me duró la jarra de litro, sí una jarrita de un litro de cerveza Super Bock, tuve presente que al estar situado en la mesa más occidental del restaurante fui durante largo rato el cervecero en acción más occidental de la Europa continental. Ea, ya lo he dicho.
Después de un buen rato haciéndonos fotografías seguimos por el Parque Natural hacia la Boca del Infierno, un espectacular paisaje natural formado por las olas envistiendo sobre el acantilado, aunque, afortunadamente, cuando nosotros la visitamos el océano estaba bastante tranquilo. Seguimos hacia Cascais, parándonos sólo un instante para ver la playa del Guincho, paraíso para windsurfistas por sus constantes fuertes vientos.
En Cascais hicimos un pequeño descanso parando para poder pasear por el centro histórico y admirar los palacetes que abundan por el casco antiguo y por todo su litoral. Tiene una pequeña playa de arena fina junto a un coqueto puerto deportivo. La arquitectura es muy variada, desde pequeños castillitos, a edificios modernos o de estilo colonial. Un pastiche que, en conjunto, quedaba bonito.
Continuamos en nuestra furgoneta turística hacia Estoril, la cual vimos ya sin bajar del vehículo. Rodeamos la rotonda en honor a los padres del Rey de España, cerca de la vivienda donde éste pasó su adolescencia, también pasamos frente el Hotel Palacio de Estoril, que fue nido de espías en plena guerra fría, donde Ian Fleming se inspiró para su afamado personaje de James Bond, así como al conocidísimo Casino de Estoril. Ahí terminó nuestro tour turístico. Nos dejaron en el hotel donde descansamos hasta la hora de cenar, donde fuimos a cenar a un restaurante próximo a nuestro hotel.
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