Ayer, fui -como vengo haciendo durante los últimos diez años cada dos domingos- a la Rosaleda para ver jugar a mi equipo. El Málaga CF.
Me senté en mi localidad, con mi paquete de pipas en la mano y la bufanda al cuello, esperando y deseando ver un buen partido de fútbol, pero sobre todo, ver ganar a mi equipo. Desde el pitido inicial todo se fue torciendo, un juego al patadón, una defensa descompensada, un equipo roto por la mitad. Se presagiaba un final dramático. Otra semana más sin conocer la victoria, y es que conforme avanza el partido me parece imposible que el equipo gane a nadie.
Empezamos la temporada de manera esperanzadora, con buen juego y un muy buen resultado (3-0 al Atlético), pero desde entonces no hemos sido capaces de ganar ningún partido más y ya van once jornadas. Pero lo que es peor es que cada vez se ve más lejano. En los primeros partidos he ido echándole la culpa a la mala suerte en unos casos, a los árbitros en otras, a las múltiples e inoportunas lesiones o a fallos puntuales, pero ya ha llegado el momento en el que los malos resultados han ido inclinando al Málaga a jugar de manera nerviosa y desordenada. Sin fe ni rumbo.
Ayer vi síntomas de nerviosismo y no saber estar en muchos casos, lo que no deja de ser en parte lógico, pero es que es de suponer que jugadores experimentados, que cobran más que el resto porque saben soportar la presión fuesen quizá los más afectados. Weligton se autoexpulsó justo en el momento más inoportuno puesto que el Zaragoza se había quedado con diez. Apoño escupió a un jugador del Zaragoza en un rifi rafe entre ambos en el que mereció ser expulsado. Para colmo nos marcaron de penalti más que dudoso y en cualquier caso inocente y absurdo por parte de Munúa. Y si digo que el mejor del Málaga, en mi opinión, fue el jugador de la cantera, debutante en primera Iván González lo explico todo.
La plantilla del Málaga está al borde de un ataque de nervios, incluido el entrenador, que cambia de sistema cada tres partidos, que no termina de repetir el once titular y que está más que desafortunado con los cambios.
Da la impresión de que aquel que salió a jugar su partido, a intentar hacerlo lo mejor posible, concentrado, a ir a lo suyo, a cumplir en su parcela y a darlo todo, fue el mejor. Mientras que gran parte de la plantilla se pierde en riñas con los adversarios, en quejas al árbitro, incluso en discutir entre compañeros...
No puedo más que estar pesimista ante lo que nos viene encima y espero que el viento cambie y sople a favor y tomaré como primera señal del cambio positivo que el tiro al palo, en esta ocasión, fue del rival. Y que si merecimos perder, al menos empatamos.
Empezamos la temporada de manera esperanzadora, con buen juego y un muy buen resultado (3-0 al Atlético), pero desde entonces no hemos sido capaces de ganar ningún partido más y ya van once jornadas. Pero lo que es peor es que cada vez se ve más lejano. En los primeros partidos he ido echándole la culpa a la mala suerte en unos casos, a los árbitros en otras, a las múltiples e inoportunas lesiones o a fallos puntuales, pero ya ha llegado el momento en el que los malos resultados han ido inclinando al Málaga a jugar de manera nerviosa y desordenada. Sin fe ni rumbo.
Ayer vi síntomas de nerviosismo y no saber estar en muchos casos, lo que no deja de ser en parte lógico, pero es que es de suponer que jugadores experimentados, que cobran más que el resto porque saben soportar la presión fuesen quizá los más afectados. Weligton se autoexpulsó justo en el momento más inoportuno puesto que el Zaragoza se había quedado con diez. Apoño escupió a un jugador del Zaragoza en un rifi rafe entre ambos en el que mereció ser expulsado. Para colmo nos marcaron de penalti más que dudoso y en cualquier caso inocente y absurdo por parte de Munúa. Y si digo que el mejor del Málaga, en mi opinión, fue el jugador de la cantera, debutante en primera Iván González lo explico todo.
La plantilla del Málaga está al borde de un ataque de nervios, incluido el entrenador, que cambia de sistema cada tres partidos, que no termina de repetir el once titular y que está más que desafortunado con los cambios.
Da la impresión de que aquel que salió a jugar su partido, a intentar hacerlo lo mejor posible, concentrado, a ir a lo suyo, a cumplir en su parcela y a darlo todo, fue el mejor. Mientras que gran parte de la plantilla se pierde en riñas con los adversarios, en quejas al árbitro, incluso en discutir entre compañeros...
No puedo más que estar pesimista ante lo que nos viene encima y espero que el viento cambie y sople a favor y tomaré como primera señal del cambio positivo que el tiro al palo, en esta ocasión, fue del rival. Y que si merecimos perder, al menos empatamos.
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