sábado, 18 de julio de 2009

Trabuco

Hace ya bastantes años que un grupo de amigos tenemos la ¿sana? costumbre de reunirnos, al menos una vez al año, en un cortijo con la única excusa de retozar las fatigas al sol que más calienta. Estas escapadas estivales suelen ser a mediados de julio. Mes caluroso y juguetón. Este año el lugar marcado en los navegadores era un cortijo situado en Villanueva del Trabuco, donde el pan es cateto y el chivo dicen que jugoso.

Lo primero que ocurrió en el Trabuco es que nos pusimos cochinos a comer. Pero ocurrieron más cosas aunque lo principal fuera el jalar. Ocurrió que Mariano fue el Robin Hood del gato sin botas. Que Nieves no conocía a Bruno y que Pepi hizo el trenecito a lo chiquito. También ocurrió que David preparó unos mojitos tal Brian Flanigan en Cocktail y pudimos comprobar a base de barrigazos que lo de Blanca no es limpiar piscinas y, también que Sofía es tan torpe como su madre y que Nacho está hecho un atleta.

Nos sorprendió saber que Alberto aparte de dormir lía cigarrillos mecánicamente, pero no al mismo tiempo. Y que a las tres de la madrugada es la hora de cenar de Chiqui; y que Rosi, que es la que decía que más merecía tener descanso, lo merecía de verdad, aunque después del fin de semana fuese Cristina la que afirmase necesitarlo más.

También resultó que Mª José además de descontar calorías, cocina unos estupendos espaguetis y que Cristina y Mª José fueron unas estupendas asistentes para los jugadores de póker. Se agradece por escrito.

Pero de todo el fin de semana, lo que más disfruté fue la escalera. Quiero decir la escalera que le enseñé a Mario con mis cinco cartas del mismo color. Cinco cartas consecutivas, al As, y él con una igual de bonita pero más pequeña. Tan pequeñita que se quedó en nada.

Y Francisco, con la boca tan abierta como Miguel comiendo helado, hizo de notario visual y fue quien comprobó que había dos escaleras de bonitos colores pero que una tenía escalones de menos. O de más. Depende de si se sube o se baja.

También hubo un afortunado vecino de cortijo que tuvo la suerte de ver a tres mujeres "desnudas" y sudorosas apagando un fuego rebelde, con sensuales mangerazos de agua de caño, poco a poco las tres diosas de la lujuria fueron apagando el fuego avivado por el viento, pero al mismo tiempo, sin saberlo, incendiaban así la calenturienta mente del vecino de enfrente que sintió que aquel chorro virginal mojaba su sueño de una tarde de verano.

Hasta el año que viene.

2 comentarios:

David dijo...

Jajajajajaja... Que bueno!!! Sin duda ha sido la gran crónica del fin de semana, donde todos apuntaron u granito de arena... No querría dejar pasar la oportunidad de poder apuntillar algún momento más, como ese monólogo gaditano en Belén que nos hizo tanta gracia, ese deseo de Alberto de cumplir su sueño en la piscina con su mujer, de una camisa que ha roto su leyenda (esperemos que haya sido sólo un lapsus en el tiempo), una amiga que venía sólo a descansar y leer y resulta que necesitó de una cura de sueño a la vuelta,... en fin, tantas y tantas anécdotas en sólo un fin de semana, que ya estamos deseando que llegue el próximo!!!!

Salva dijo...

Cierto David, bien apuntas, hay momentos que no incluí pero el que de verdad más me duele es el de la camisa, ay, la camisa.

En fin, que sí que estoy loco por ir el año que viene y si es antes mejor.