Nuestra primera visita del domingo, una vez dada buena cuenta del desayuno incluido en el hotel, fue la Tate Modern. Para llegar hasta allí lo hicimos en metro, y paramos en una estación situada al otro lado del río, de manera que paseamos por las principales calles que llevan a Saint Paul's Cathedral. Cruzamos el Támesis por el Puente del Milenio donde nos hicimos extraordinarias fotografías panorámicas de Londres.
El Museo Nacional Británico de Arte Moderno (Tate modern) está alojado en una antigua central de energía eléctrica y tiene visualmente un extraño diseño para ser un museo, lo que llama aun más la atención. En la exposición pudimos disfrutar orgullosamente de algunos cuadros de Dalí y Picasso, y especialmente de algunos Rothko o Kandinsky que nos enamoraron.
Volvimos a la estación de metro y nos dirigimos al siempre sorprendente y animado mercado de Camden. Me compré varias camisetas en dos puestos distintos y Pepi también se compró alguna que otra cosa.
Personalmente uno de los mayores encantos que encuentro en la ciudad de Londres es perderse entre los cientos de pequeños puestos de Camden, y dejarse sorprender por un sinfín de artículos curiosos, mientras se pasea entre ríos de gente. Otro aspecto atractivo de Camden es la gran cantidad de olores distintos que percibes desde los puestos que venden las típicas comidas de países exóticos. Sin embargo, esta vez no pudimos entretenernos a almorzar porque teníamos que irnos hacia el aeropuerto.
De vuelta al metro nos sorprendió que estuviese cerrado en previsión de evitar aglomeraciones en él. Buscamos un taxi que nos llevase de camino al hotel. Recogimos las maletas y nos fuimos a Victoria, donde cogimos el Gatwick Express que nos llevó directamente al aeropuerto donde, por fin almorzamos.
Comimos en un pub y allí mojé mis labios con las dos últimas pintas de cerveza de este inolvidable viaje. Fuimos a la terminal donde nos esperaba el avión que nos traería de vuelta a esta casa que nos gusta llamar hogar.
Bye bye. See you soon.
Personalmente uno de los mayores encantos que encuentro en la ciudad de Londres es perderse entre los cientos de pequeños puestos de Camden, y dejarse sorprender por un sinfín de artículos curiosos, mientras se pasea entre ríos de gente. Otro aspecto atractivo de Camden es la gran cantidad de olores distintos que percibes desde los puestos que venden las típicas comidas de países exóticos. Sin embargo, esta vez no pudimos entretenernos a almorzar porque teníamos que irnos hacia el aeropuerto.
De vuelta al metro nos sorprendió que estuviese cerrado en previsión de evitar aglomeraciones en él. Buscamos un taxi que nos llevase de camino al hotel. Recogimos las maletas y nos fuimos a Victoria, donde cogimos el Gatwick Express que nos llevó directamente al aeropuerto donde, por fin almorzamos.
Comimos en un pub y allí mojé mis labios con las dos últimas pintas de cerveza de este inolvidable viaje. Fuimos a la terminal donde nos esperaba el avión que nos traería de vuelta a esta casa que nos gusta llamar hogar.
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