Hace ahora justamente dos años que mi señora y yo visitamos Berlín. Ganamos un concurso a través de internet donde el premio eran noches en el Hotel Meliá Berlín y descuentos en billetes de avión con la compañía aérea Air Berlín. Así que no dejamos pasar la oportunidad y nos fuimos de cabeza.
Volamos a la capital alemana tan bien abrigados como ilusionados, deseando traernos de vuelta bonitos recuerdos de nuestra estancia en la ciudad.
Berlín nos esperaba envuelta en luces navideñas y mercadillos de ocasión como el Gendarmenmarkt. Visitamos la histórica puerta de Brandeburgo junto al hotel Adlon en la Pariser Platz con vistas al Tiergarten. Subimos a la moderna cúpula del Reichstag y vimos nevar mientras almorzamos cálidamente -yo en sartén y Pepi en cesto- en la Potsdamer Platz junto al Sony Center. Nos fotografiamos en el Checkpoint Charlie bajo un cartel que nos advertía que estábamos abandonando el sector americano. Vimos salir un ruidoso safari de Trabis -el famoso coche de la Alemania del Este-. Paseamos de noche por los románticos patios Hackesche Höfe. Tomamos riquísimos crepes con Nutella en Kurfürstendamm (Ku'damm) antes de ver la Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche (Iglesia rota) y el famoso KaDeWe. Disfrutamos paseando junto a los adornados tilos de Unter den Linden y seguimos hasta donde se cruza con la Friedrichtrasse -donde estaba céntricamente situado nuestro hotel-.
Nos imaginamos en otra época paseando junto al muro de Berlín o tomando unas salchichas currywurst con kartoffelchips (patatas fritas) en Alexanderplatz junto a la torre de Televisión y el reloj mundial y tuvimos soviéticas perspectivas en la Karl Marx Alle.
Vimos a niños patinar sobre hielo junto a los edificios de la universidad Humboldt. Nos bajamos del autobús frente a la majestuosa fachada de la Berliner Dom (Catedral de Berlín) mientras seguía nevando. Paseamos con el corazón encogido entre los bloques de hormigón que recuerdan los horrores del Holocausto. Caminamos junto al caudaloso río Spree para llegar a la Isla de los Museos donde comprobé la belleza legendaria del rostro de Nefertiti en el Altes Museum. Cruzamos el Altar de Zeus y las puertas de Istar de las murallas de Babilonia en el Pérgamon Museum. Rescaté a Pepi de una caída escandalosa en una parada de S-Bahn del Tiergarten, junto al Siegessäule (Columna de la Victoria). Visitamos el Castillo de Charlottenburg. Corrimos para visitar la Neue Nationalgalerie en el edificio de Van der Rohe en el Kulturforum antes de que nos enseñaran la salida (ausgang).
Nos escapamos en U-Bahn a Potsdam, visitamos Sans Souci y la vieja Ciudadela de Spandau. Compartimos mesa en un pequeño mesón en el incomparable barrio Nikolai con unos holandeses que me aconsejaron sobre la cerveza alemana. Tomé un sabroso codillo de cerdo con col blanca agria. Aprendí a dar las gracias y poco más en alemán, pero me fui con la seguridad de haber vivido junto a mi mujer de unos días inolvidables.
Nos imaginamos en otra época paseando junto al muro de Berlín o tomando unas salchichas currywurst con kartoffelchips (patatas fritas) en Alexanderplatz junto a la torre de Televisión y el reloj mundial y tuvimos soviéticas perspectivas en la Karl Marx Alle.
Vimos a niños patinar sobre hielo junto a los edificios de la universidad Humboldt. Nos bajamos del autobús frente a la majestuosa fachada de la Berliner Dom (Catedral de Berlín) mientras seguía nevando. Paseamos con el corazón encogido entre los bloques de hormigón que recuerdan los horrores del Holocausto. Caminamos junto al caudaloso río Spree para llegar a la Isla de los Museos donde comprobé la belleza legendaria del rostro de Nefertiti en el Altes Museum. Cruzamos el Altar de Zeus y las puertas de Istar de las murallas de Babilonia en el Pérgamon Museum. Rescaté a Pepi de una caída escandalosa en una parada de S-Bahn del Tiergarten, junto al Siegessäule (Columna de la Victoria). Visitamos el Castillo de Charlottenburg. Corrimos para visitar la Neue Nationalgalerie en el edificio de Van der Rohe en el Kulturforum antes de que nos enseñaran la salida (ausgang).
Nos escapamos en U-Bahn a Potsdam, visitamos Sans Souci y la vieja Ciudadela de Spandau. Compartimos mesa en un pequeño mesón en el incomparable barrio Nikolai con unos holandeses que me aconsejaron sobre la cerveza alemana. Tomé un sabroso codillo de cerdo con col blanca agria. Aprendí a dar las gracias y poco más en alemán, pero me fui con la seguridad de haber vivido junto a mi mujer de unos días inolvidables.
Danke Berlín
Auf Wiedersehen
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